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BROOKE

Son un poco más de las siete de la noche cuando finalmente me despierto de la muy larga siesta en la que me vi envuelta. Creyendo firmemente que ya había amanecido, pero dándome cuenta después de ver en mi celular la hora y fecha de que aún me encontraba en el mismo día en el que llegue a esta distanciada playa a las afueras de la ciudad.

Me levanto de la cama y me percato de que Alexander no está por ningún lado de la,habitación. No sé en qué momento me quede dormida. Él seguía acariciando la parte baja de mi vientre como si de alguna manera esa acción fuera a quitar o aliviar el dolor que ahí había, pero solo me hizo sucumbir al sueño.

Voy hasta el baño y vuelvo a asearme para nuevamente poder cambiarme. En estos días de período solía sentirme más sucia de lo normal. Así que para mí era normal lavarme cada ciertas horas.

Cuando termino salgo de la habitación esperando encontrarme con Alexander, los niños y el resto de su familia, pero solo me encuentro con Estela, quién está en la sala mirando su celular. Cuando nota mi presencia se gira para mirarme. Ella me sonríe cálidamente. Es una mujer que te hace sentir bienvenido por su forma de tratar. E internamente estoy agradecida con ella por ser de esa manera.

—¿Estás buscando a Alexander? –por algún extraño motivo su pregunta me calienta el rostro.

—Sí. Esperaba encontrarlo aquí junto a Roland y Cecil. Pero no los encuentro por ningún lado.

—Él llevó a los niños a la playa junto a Matt y Vincent. El resto está descansando. Camile y Cecil literalmente los arrastraron fuera.

Sonrío al imaginarme la escena.

Dos pequeñas niñas haciendo que hombres adultos y de aspecto un tanto amenazante hagan todo lo que ellas piden es algo divertido de imaginar.

Estela continúa.

—Ellos no deben estar lejos. Si quieres puedes alcanzarlos y unirte al grupo. Alexander dijo que estabas descansando y no quería despertarte. Pero estoy segura de que él querría que vayas con ellos.

Asiento débilmente.

—Haré justamente eso –digo. No quería quedarme encerrada en la habitación. No es como si viajara todos los días. –Gracias por decirlo. Iré a buscarlos. Nos vemos luego.

Me despido de ella y salgo de la casa. El aire helado de la noche me golpea el rostro haciendo que un escalofrío me recorra.

Es una noche bastante fría.

¿Debería ir por un abrigo?

Cambié mis shorts y blusa de tirantes por un fino vestido blanco que me llegaba hasta los tobillos, y el cual tampoco tiene mangas.

Niego internamente ante la idea.

Es un frío soportable. Además, me gusta. Nunca había estado en la playa por la noche. No que yo recuerde.

Camino varios metros y para mi asombro hay muchas personas paseando a los alrededores. El ambiente se siente festivo y muy concurrido.

Muchas de las cabañas que rodean el lugar están bastante llenas y sonrío levemente al ver a toda esta gente desconocida alegre y emocionada.

La arena se mete entre mis dedos y decido quitar mis zapatillas para poder sentirla mejor debajo de mis pies. Sigo recorriendo el largo camino por la orilla de la playa mientras miro a cada persona buscando alguna señal de Alex y los niños.

El olor a mar y el sonido de las olas chocando las unas con las otras, llegando hasta la superficie y mojando mis pies descalzos me resulta bastante relajante y melódico. Me da una sensación tranquilidad.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora