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ALEXANDER

Muchos hombres son interrogados por padres o hermanos mayores cuando alguien quiere intentar algo con su hija o hermana.

En algunos casos.

¿Yo?, yo soy interrogado por un niño de 14 años.

Si hace algunos años me hubiesen dicho que esto iba a suceder me hubiese reído en ese instante.

Hoy no es tan gracioso a cuando me lo imaginé.

¿Interesante? Sí.

¿Gracioso? Lo dudo mucho.

La compostura tensa de Roland se relaja un poco. Aceptando mi respuesta. Aunque puedo darme cuenta de que aún no confía del todo en mí.

Chico listo.

Él me observa con ojos contemplativos, buscando la verdad en mis palabras. Al igual que Brooke es alguien que no se fía de otros.

Supongo que ambos hermanos han pasado por situaciones que los hace desconfiar de todo y de todos. No los juzgo, soy su igual en ese aspecto.

—¿De verdad quieres protegerla? –su voz baja unos grados, volviéndose casi un susurro.

—Tal vez te mentí en decirte que quiero ser amigo de Brooke. Pero ten la absoluta seguridad de que en ésto estoy diciendo la verdad. Lo último que le haría a tu hermana es hacerle daño.

—¿Quiere ser como un héroe para ella? –sonrío sin poder evitarlo.

—Niño –su mirada se vuelve enojada. –Lo siento, Roland, puedo ser muchas cosas, pero nunca un héroe.

—Eso está bien, no me gustan los héroes.

—¿No?

—No, creo que los villanos son los mejores.

—¿Es eso así?

—Sí, es decir, hacen cosas malas, no trato de justificar eso, pero creo que son más realistas –un poco de emoción comienzan a filtrarse de sus palabras. –Dicen las cosas que piensan sin miedo a ser señalados o juzgados, además no siguen las regalas que son meramente aceptables por la sociedad. Aunque suene un poco tonto se podría decir que algunos tienen un lado filósofo. Lo malo son la manera en la que quieren demostrar y expresar su descontento a la colectividad, lo que los hace cometer crímenes y eso no es favorable para ellos porque lo único que logran es que lo que piensan y dicen se vuelva ridículo y mal visto por otros y... –se detiene y su rostro se vuelve rojo. –Lo siento, estoy hablando mucho.

—Si hubiese querido que dejes de hablar te lo habría pedido –me da una pequeña sonrisa, la primera desde que lo conozco y se la devuelvo. No importa lo perspicaz que pueda ser, al final sigue siendo un niño a mis ojos. Un niño muy sabio. –Sabes, me recuerdas a alguien. Tenía un pensamiento muy similar al tuyo.

—¿De verdad?

—Sí, le hubiese gustado mucho conocerte.

—¿Dónde está ahora?

—Está lejos –él asiente como si comprendiera mis palabras.

La puerta se abre en ese momento y Vincent entra.

—No quería molestarte, pero tenemos la reunión. Sabes que es importante –asiento.

—Vincent, el es Roland. Roland, Vincent, mi hermano –Vincent se acerca al chico y le da la mano.

—Un gusto en conocerte Roland –Roland toma su mano, pero no dice nada. De pronto se levanta y se comienza a poner su mochila.

—No puedo llevarte hasta tu casa –digo –Pero le diré a mi chofer que te lleve.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora