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ALEXANDER

Brooke Stelle.

Quién iba a pensar que un tipo como yo ahora se encontraría envuelto alrededor del pequeño dedo meñique de la mujer a la que pertenece aquel corto nombre.

De la mujer que ahora se encuentra frente a mí mirándome con ojos tímidos y brillantes. Con su rostro todo avergonzado y sonrojado luego de escucharme decirle que ella es la única mujer en mi vida.

Nunca había visto algo tan bonito en mi vida.

Ni en mis mas locos sueños hubiese imaginado ser el tipo de hombre que dice cosas románticas. Es más, siempre me burlé de Vincent cada vez que lo escuchaba decirle a Estela alguna palabra o frase cursi.

Pero Brooke me hacía querer decirle eso y mucho más. Esta pequeña mujer de aspecto delicado, pero de corazón fuerte me había cambiado.

Supongo que eso es lo que pasa cuando encuentras a la mujer indicada. A la mujer que quieres que sea parte de tu vida hasta que des tu último respiro.

A una mujer que en definitiva no esperaba, pero que en un momento cualquiera se estrelló en mi vida oscura como una enorme bola de luz dispuesta a iluminar toda oscuridad a su paso.

Nunca me puse a pensar, ni por un segundo si había alguien para mí allá afuera. Alguien que me llegue a importar lo suficiente como para pensar este tipo de cosas.

Para mi sorpresa, sí la hubo.

Aún recuerdo la primera vez que la vi, ese suceso está tan grabado en mi memoria como la tinta que cubre mi piel.

Jamás podría olvidar esa noche.

La noche en donde toda mi vida dio un enorme giro de trecientos sesenta grados.

Un instante estaba aburrido como el infierno en la parte trasera de mi coche, y en tan solo unos segundos, ella estaba ahí, justo frente a mí acaparando toda mi atención. Una que no pidió, pero que tenía.

Sin ella tener la más mínima idea.

No puedo decir o asegurar que en ese momento es cuando mi obsesión hacia ella comenzó.

O fue después.

La cosa es que, sucedió.

Mi mirada va a sus labios ligeramente entreabiertos y el deseo de tomarlos entre los míos comienza a abrumar mi cabeza. Recuerdo a la perfección cada pequeña cosa que ella puede hacer con esa dulce boca.

La única mujer capaz de volverme loco y llevarme hasta el límite.

Odio no poder hacer nada de lo que mi mente me ordena. De lo que el monstruo que hay en mi interior quiere y me exige que tome.

Pero yo mismo me quité ese derecho.

Odio esta maldita pared invisible que ahora hay entre nosotros y que nos mantiene actuando como dos completos desconocidos.

Pero una vez más, fui yo el culpable.

Ella parece darse cuenta del lugar en  donde está toda mi atención y la punta de su rosada lengua sale a remojar sus regordetes y tentadores labios de manera lenta y pausada.

SWEET CAMELIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora