XXXII: Steve

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-¿Qué? ¡No! Tony dijiste que solo eran Steve, Sam y Barnes y que podrías hacer algo para que reducieran su castigo. ¡No dijiste que haríamos lo mismo con ellos!- reclamaba Felicia con desesperación cuando un escuadrón de fuerzas especiales se llevaba a Clint, Scott, Sam y a los gemelos Maximoff.

Todas las súplicas de Felicia para que no se los llevaran, fueron en vano. Nadie podía hacer nada, o terminarían igual que ellos. Peter regresó a Queens con su tía, mientras que Rhodes fue llevado a que los médicos le hicieran resonancias magnéticas y le proporcionaran los tratamientos necesarios por su caída, una caída grave por tantos metros de altura. Felicia, Visión y Tony se encontraban acompañándolo y esperando a que le dieran el alta. Visión se había disculpado por el daño que le había causado al reactor de su traje, produciendo la caída.

-Se destrozó las vértebras de la L4 a la S1- explicó Tony a Natasha cuando llegó al piso en la base de los Vengadores, en la que los médicos trabajaban -Laceración extrema en la médula espinal. Probablemente quede con parálisis...

-Steve no se detendrá. Si tú tampoco lo haces, Rhodey será el menor de los casos- comentó la pelirroja con seriedad.

-Tú los dejaste escapar, Nat.

-Nosotros hicimos mal todo esto- la seguridad se marcaba notablemente en sus palabras. Felicia escuchaba la conversación con atención.

-"¿Nosotros?" Debe ser difícil dejar de ser una doble agente, ¿cierto?- preguntó con sarcasmo y Felicia lo fulminó con la mirada ante su referencia a las primeras acciones de Natasha en los Estados Unidos -Se queda en el ADN.

-¿Podrías dejar tu maldito ego de lado, aunque sea por un segundo? -inquirió Natasha. Las palabras del hombre le habían afectado, pero no lo suficiente como para dejarlo hablando solo. Él apretó sus labios con una mueca de disgusto.

-T'Challa le dijo a Ross lo que hiciste. Ellos vendrán por ti

-No soy yo la que tiene que cuidarse la espalda- lo miró con decepción -Adiós, Felicia

La pelirroja abrazó a la chica. Ambas sabían que esa despedida duraría un buen tiempo, Natasha tenía que desaparecer hasta que las cosas se calmaran. Aunque eso era algo en lo que ya tenía experiencia, por lo tanto, Felicia confiaba en que ella sabría como mantenerse a salvo.

Un mes sin las personas que tanto quería. Un mes sin saber nada acerca de ellos, a excepción de que Tony había encontrado a Barnes y Steve, y se enfrentaron nuevamente. Un mes en el que Felicia estuvo sumida en su depresión. Ni siquiera Visión, la persona que la acompañaba, apoyaba y hacía lo que estaba a su alcance para levantarle el ánimo, pudo ayudarla a salir de ese mundo nublado y tormentoso que era su mente. Ni siquiera Rhodey, con el que hablaba todos los días desde que se ofreció a colaborar en sus sesiones de fisioterapia. Ni siquiera Fury, el padrino que jamás hablaba con ella y que ahora le dejaba llamadas perdidas en un celular que no quería atender.

Sintió que todo su mundo se venía abajo. Sintió que nada de lo que había hecho y todo por lo que había pasado era suficiente para que la felicidad se mantuviera en su vida. Sintió que sus esfuerzos por apoyar a Tony con algo en lo que no estaba cien por ciento de acuerdo, a él no le importaron en lo absoluto. Sintió que ninguna de sus súplicas fueron suficientes para que él intentara hablar con el Secretario Ross, o con cualquiera que pudiera cambiar la resolución que había tenido todo.

Los recuerdos la atacaban en cada cosa que hacía. Su rostro estaba repleto de lágrimas desde que se despertaba en la mañana, hasta que se dormía en altas horas de la madrugada, si es que dormía. La impotencia de no poder hacer nada para sacar a las personas que quería de donde sea que estuvieran, la hacía sentir un gran odio hacia ella misma. Quería volver el tiempo atrás. Volver a lo que era su vida antes de que el equipo se dividiera. Volver a esas cenas en una mesa larga, en la que todo se sentía correcto, en su lugar. En esas divertidas conversaciones que la hacían sentir como si al fin hubiera encontrado un hogar, una familia, además de la que formaba con Fury.

Sonreír se había convertido en un gesto que solo estaba en sus más remotos recuerdos. Latente en cada diálogo y discusión con Pietro. En cada paseo y día de campo con Clint. En cada uno de los regalos raros y narcisistas que Tony le daba en su cumpleaños. En cada abrazo y reprimenda que Natasha le daba. En cada conversación intelectual acompañada de comentarios divertidos con Bruce. En cada pijamada que hacía con Wanda cuando estaban aburridas. En cada helado que tomaba en las madrugadas con Thor. En cada explicación que le daba a Visión sobre cosas humanas. Y en cada canción vieja que escuchaba con Steve.

Steve.

Ese fue el nombre que apareció de repente en la pantalla de su teléfono. Aunque demoró en verlo, lo que demora una persona en colgar cuando llama a alguien y la manda al buzón luego de varios tonos. Todo eso multiplicado por cinco: cinco llamadas seguidas sin responder. Ante tanta insistencia se dignó a tomar su celular y se sorprendió al leer el nombre de quien estaba intentando comunicarse con ella.

-¿Steve? ¿Eres tú?- Detrás de su pequeño teléfono, él sonrió al escucharla.

-Sí Felicia, soy yo. Creí que no contestarías... ¿Te encuentras bien?- la chica trató de mentir y decirle que sí lo estaba, pero no pudo, no a él.

-No, en realidad no... Pero encontraré algún modo de resolverlo. ¿Tú estás bien? ¿Dónde estás?

-Que bueno que preguntes, quizás quieras darme una mano...

Una nueva sensación crecía en el pecho de Felicia. Una sensación que hace semanas, meses, incluso antes de que todo lo del aeropuerto pasara, no sentía. Era una sensación de esperanza que la llevaba a creer en que el plan que había elaborado con Steve funcionaría.

Para llevarlo a cabo, buscó herramientas de todo tipo en cada uno de los pisos de la base de los Vengadores. Después de sacar el traje que tenía guardado hace varias semanas y ultimar unos cuantos detalles, otro paso quedaba por hacer.

Escribió una nota para Visión, y la dejó pegada en la, exageradamente grande, heladera de la cocina. Luego, y cargando un gran bolso, se dirigió hacia un punto más alejado dentro de lo que era el terreno perteneciente a los Vengadores. A partir de donde se encontraba, no se escucharía nada desde las instalaciones principales, ni siquiera las hélices de un helicóptero despegando, y para eso estaba allí.

Subió y dejó sus cosas dentro de uno de los helicópteros en el lugar. Tomó la palanca en el suelo de la cabina, a su lado izquierdo, y la levantó al mismo tiempo que aumentaba la velocidad del motor. La aeronave se elevó cuando movió el control a su derecha, y con él, direccionó el helicóptero para llegar a su lugar de destino.

Aterrizó en una zona cercana a Siberia, en un pequeño pueblo donde la estaban esperando. Cuando las hélices de la nave dejaron de girar y el motor se apagó por completo, la chica bajó buscando a una persona a su alrededor. La encontró a lo lejos, corriendo hacia ella.

Cuando Steve se encontraba frente a Felicia, su rostro se contentó al estar con la chica después de tantas cosas que pasaron desde la última vez que la vio. Ella sin saber qué decir, lo abrazó. Sus ojos comenzaron a lagrimear desesperadamente.

-Estamos bien Felicia, estamos bien...- La pequeña sonrisa de Steve se volvió más grande y le acarició la espalda con tranquilidad, transmitiéndole un sentimiento de protección a la chica. La misma sensación la abordó cuando él limpió una lágrima cayendo por su mejilla.

Corriendo | Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora