XXXXI: Familia

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-Sacando al tema del rufián que de hecho antes me caía mejor. ¿Cómo estás, Felicia?- preguntó cambiando repentinamente el tono de su voz -¿Estás bien allí en esa nueva casa? ¿No necesitas nada? Si quieres puedo ir a visitarte en cubierto ahora mismo, e incluso Laura estará dispuesta a acompañarme con los chicos si así lo quieres

-Bien, estoy muy bien Clint. Extraño a todos, pero soy feliz con mi vida actual.. A pesar de todo lo que sucedió

-Eso me alegra, niña- apretó sus párpados lamentándose luego de la ultima palabra, y se corrigió -Cierto, no debo decirte niña. Mi punto es que, sabes que siempre serás bienvenida en mi hogar. Y que también es el tuyo, no lo olvides...

-Muchas gracias Clint- sonrió aguantando sus ganas de llorar frente a las tiernas palabras del hombre. Realmente lo extrañaba -Créeme que lo tendré en cuenta... Oh, ¿Sabes qué? ahora estamos un poco complicados para seguir hablando, ¿te parece si te llamo luego?

-Está bien, cuídate Felicia, y dile al bastardo que lo estoy vigilando- ella sonrió antes de cortar la comunicación.

No era mentira que estaban complicados para hablar: la pequeña alarma de emergencias conectada a un botón que le habían dado a Natasha, estaba sonando. Esa era su señal para acercarse y sobrevolar la prisión en búsqueda de las chicas para seguir su camino juntos. Omitió contarle eso a Clint: si sabía que estaba metiéndose en cosas como esa, en menos de una hora estaría tocando la puerta de su casa para llevársela a la granja lejos de todo eso.

-¿Puedo decirte algo?- dijo la chica a través del micrófono que salía del aparato en su cabeza y oídos.

-Mientras no sea que mi cabello es feo, sí- Pietro sonrió sentado a su lado sin hacer nada más que observar, ya que él no sabía manejar una aeronave como esa, o ninguna otra.

-Iba a decir que me gusta como te queda ese nuevo traje, pero tal vez sea mejor lo del cabello- soltó con diversión, haciendo referencia al traje que Wanda venía pensando hace tiempo para su hermano.

-En realidad quieres decirme que yo te gusto- la sonrisa de satisfacción que se formó en su rostro, provocó en ella un gesto de negación. Sentía placer de tener tan buena compañía, siempre sabía como ponerla feliz.

El helicóptero llevado por los jóvenes, había entrelazado la comunicación con el que era controlado por Natasha y Yelena, y ahora tenía otro pasajero a bordo. Pero la conversación que quería comenzar Felicia en búsqueda de respuestas, tuvo que esperar. Yelena había dado un disparo. No, un gran disparo a una montaña, produciendo una gran avalancha de nieve que llevaba todo a su paso. A pesar de estar a varios metros de altura, deshacerse de ese problema no fue nada fácil para el grupo.

-Solo marquen el camino y las seguiremos, ¿están todos bien?- preguntó Pietro cuando la avalancha ya no estaba pisando sus talones. "Por fin" pensó Felicia.

-Estamos bien, pero la mala noticia es que debemos hacer una parada, el viejo no sabe donde está la habitación roja

-¡No le digas viejo a tu padre, Yelena!- se sumó la voz de un hombre, que según sus suposiciones, era Alexei.

-¡Que no eres mi padre!- exclamó la rubia, cansada.

-Bien, ya escuché suficiente- Natasha cortó la conversación entre ambos y continuó con lo que Yelena venía informando -No sabemos donde está la habitación roja, pero Alexei nos llevará con alguien que puede saber. Espero que estas cosas tengan suficiente combustible para llegar a San Petersburgo.

Como Felicia se lo había imaginado, llegaron al lugar a duras penas y con el motor a punto de apagarse. Ahora sí que extrañaba el jet de los Vengadores. Comenzaron su caminata en el campo en el que habían aterrizado, y fue una caminata muy larga que tuvo varios "¿Ya llegamos?" en el medio. A medida que se acercaban a la casa en el centro del lugar, vieron una especie de granja con varios cerdos. Todos comían en un corral, pero ahora comenzaban a correr como si estuvieran protegiéndose de algo. De repente, Pietro desapareció soltando un "agáchate, ¡ahora!". Dejó un aura azul y plateada, como siempre lo hacía.

-¿Quién es ella?- gritó desde atrás de un alambrado, sosteniendo con una mano el arma de la mujer que retenía con la otra mano. Los demás se acercaron, pero ella no dejó que el chico hiciera un segundo movimiento, ya que de un instante a otro, había encontrado una manera de dejarlo inmóvil en el suelo.

-Cariño, llegamos a casa...- dijo Alexei cuando se encontraba frente a la mujer. Ella no dijo nada, pero comenzó a guiarlos hacia dentro de la vivienda luego de recuperar la posesión del arma.

Felicia se acercó a Pietro para ayudarlo a ponerse de pie. Ambos caminaron juntos, sintiéndose un poco extraños ante la tensión presente en el aire, sumado a los movimientos y miradas cautelosas que venían de Natasha y Yelena. Todos entraron en la vivienda de la mujer, quien se presentó ante ellos con el nombre de Melina.

-Bienvenidos a mi humilde morada.. Pueden sentirse como en casa, ¿quieren algo de beber?- ofreció recorriendo el lugar en dirección a algún punto en especifico que Felicia aún no lograba descifrar. Pietro se había puesto delante de ella de manera protectora en cuanto la mujer abrió una compuerta secreta, detrás de una alacena.

-No quiero nada de trucos- advirtió Natasha. El sokoviano miró a Melina de mala gana, como un apoyo hacia la pelirroja.

-Solo voy a guardar mi arma Nat...

Luego de consultarle a Melina reiteradas veces si había trampas o bombas en algún lado, la ocasión se había convertido en una especie de cena familiar. Una en la que, según se veía, todo se sentía inoportuno en la mesa que ocupaban. En el medio de la gran burbuja de silencios incómodos, alguien se aclaró la garganta tras ellos.

-¡Aún me queda!- exclamó Alexei abriendo sus brazos y dejando ver el traje que se había colocado. Era de un tono rojo carmesí, con una gran estrella y líneas blancas en el torso. La zona de su cabeza estaba cubierta por una máscara muy parecida a un traje que Felicia, Natasha y Pietro conocían de hace mucho tiempo.

-¿Eres el Capitán América de Rusia o algo así?- preguntó el sokoviano queriendo sonar divertido y cambiar un poco el ambiente, pero ese fue el peor error que pudo haber cometido.

-¡¿Capitán América?!- exclamó el hombre con el ceño fruncido -¿Cómo te atreves a compararme con mi peor enemigo?.. ¡Yo soy el Guardián Rojo!

-Yo...- El chico no sabía qué decir ahora, y buscó ayuda en la mirada de Felicia, aunque no tuvo tiempo de recibirla puesto que Alexei habló de nuevo.

-De todas formas, seguramente estés interesado en saber sobre mis enfrentamientos con él y como se convirtió en mi peor enemigo durante años- soltó acercándose a la mesa para tomar asiento junto al chico, palmeando fuertemente su espalda.

Ahora Pietro se encontraba sentado entre Alexei y Felicia, a quien le dio una mirada de "ayúdame" y ella reprimió una risa ante su expresión

-Todo comenzó en la Guerra Fría, en el 47. La Unión Soviética requería a un rival digno de enfrentarse al Capitán América, buscaban a un igual. Y, como era de esperarse, me eligieron a mí para recibir nuestro propio suero del supersoldado

Corriendo | Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora