XXXXIII: "Despacio, sokoviano"

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Puedo quedarme sin hablar... Te haré compañía en silencio- Felicia tomó asiento a su lado al no recibir una respuesta negativa de Yelena. En realidad, no había recibido ningún tipo de respuesta. Ella jamás querría estar sola si descubriera que todo lo que vivió con los Vengadores en realidad era una misión.

Luego de unos segundos sin decir palabra alguna, Yelena habló, pero un poco dudosa.

-Perdón por lo que pasó allá.. Supongo- soltó antes de tomar un trago de cerveza y con pocos ánimos. Felicia no respondió, pues creyó que no sería algo agradable si la rubia no quería tener una conversación. -Pero responde algo, siento que sino te enojas

-¿Enojarme? Claro que no- negó con la cabeza -No hace falta que pidas perdón, todos tienen problemas. Familiares o no, existen

-Eso creo...–hubo al menos treinta segundos en los que Yelena pensó en esas palabras –¿Y tú? ¿Qué hay de ti y tu familia?

-Papás muertos. Hija única. Y un padrino que no veo nunca– la viuda giró su cabeza hacia ella, con una mueca que pasaba de la frustración a la empatía –Y sé que no tenemos parentesco alguno pero tengo a Pietro, a Nat, Wanda, Visión... Y quizás no los conozcas pero también están Clint, Steve, Tony, Bruce y Thor. Me encanta pasar tiempo con ellos, no importa si vamos a pasear en un centro comercial, combatir a los malos, o simplemente comer juntos...Todo eso me hace feliz, aunque ya no los veo

Al contar estas líneas generales de lo que era su relación con las personas que amaba, Felicia recordó a Steve Rogers. Recordó la carta que le había mandado y en la que recalcaba lo que ella no había puesto en palabras literales: "Es bueno tener una familia. Los Vengadores siempre fueron la tuya."

–Y ¿sabes algo? Creo que sí son mi familia, a pesar de no tener la misma sangre. Tal vez eso pueda ayudarte a ti también...– sonrió sutilmente mientras la rubia la miraba –Natasha te quiere, Yelena. Siempre quiso entender el concepto de familia, y tú eres parte de ella. Ayúdala a ver lo que se siente

–Supongo que tienes razón- dijo antes de tomar otro trago de la botella. Si hubiera sido Pietro el que dijo eso, Felicia sin duda hubiera dicho "Siempre tengo razón". –Gracias...

–No vuelvas a agradecer, no es necesario, yo soy la que te está molestando aquí...– sonrió –Y creo que alguien más quiere verte.

Alexei estaba apoyado sobre la puerta de la habitación. Felicia le cedió su lugar al hombre y se dirigió a hablar con ese chico de cabello platinado al que tanto quería, por más de que no se lo dijera.

-Me alegra de que se lleven bien- dijo Pietro rodeándola con su brazo, cuando tomó asiento a su lado en el pequeño sofá -Supongo que ya no te pondrás celosa y seremos amigos los tres

–Ya deja de hablar de eso– soltó ella ante la expresión de burla que tenía Pietro, y él negó con la cabeza, divertido.

Felicia estaba sintiéndose muy cómoda al descansar su cabeza sobre el pecho de Pietro. Escuchaba sus latidos, los cuales le transmitían una calma diferente a la que sentía cuando hablaba con Wanda o cuando leía algún libro. Era una calma que solo podía vivir con él. Una calma que estaba latente esperando por salir pero nunca lo hacía, hasta ese momento. Una calma que no había pedido, pero de la que estaría agradecida siempre. El chico comenzó a jugar con el cabello de Felicia, produciendo en ella un largo suspiro compuesto de un cariño inmortal y de una bella sonrisa. Junto a él, era como si todo lo demás desapareciera.

La comodidad de la que había disfrutado por varios minutos, se acabó en cuanto un fuerte viento comenzó a entrar por las ventanas, una luz encandilante llegó a ellos y unos motores resonaban afuera.

-¡Abajo, Felicia!- Pietro la arrastró al suelo junto a él. La lentitud con la que vio los disparos venir hacia ellos, era muy distinta a la velocidad con la que realmente iban. Afuera se escuchaba a personas hablando entre ellas y dándose indicaciones sobre cómo y por dónde entrar.

Felicia y Pietro, cubriéndose de todos los disparos, se dirigieron a buscar a Natasha. La situación con la que se toparon, fue realmente inesperada.

–¿Qué es lo que hiciste?– preguntó el chico al ver a Melina de espaldas a ellos, apuntando a Natasha, quien se había derrumbado en el suelo.

–Eres una viuda...–dijo Felicia con sorpresa, cuando la mujer giró hacia ellos.

–Lo lamento– soltó ella, antes de dispararles a ambos con los paralizantes que salían del arma en muñecas.

Minutos más tarde, Melina manejaba una aeronave junto a la persona enmascarada que había combatido pasadamente con Natasha. Allí dentro llevaba a Yelena, Natasha, Alexei, Pietro y Felicia. Su lugar de destino era la habitación roja. Un destino esperado, teniendo en cuenta la situación. Pero lo que no era predecible, permanecía en el hecho de que la habitación roja estaba entre nubes. Y mucho más arriba de lo que a alguien se le hubiera ocurrido jamás.

De esa forma, Dreykov se mantuvo fuera del radar por tantos años. Pero por supuesto, Felicia, Pietro y las dos viudas criadas por Alexei junto a él mismo, no lo sabían. Estaban completamente inconscientes.

Al despertar, se encontraron en una pequeña habitación. Mucho más pequeña de lo que era una normal.

–¿Pietro?– preguntó Felicia con una mano en su cabeza, tratando de apaciguar el dolor. Se sentó sobre la incómoda cama de sabanas naranjas.

–Aquí estoy, linda. A tu izquierda. ¿Estás bien?– interrogó él en la habitación contigua. La joven se acercó a la pared de donde provino la voz.

–Mi cabeza da vueltas... ¿Tú estás bien? ¿Sabes donde están las chicas?

–Yo estoy bi-

–¡¿Sokoviano?!– exclamó con emoción un hombre con un acento ruso terriblemente marcado. De inmediato reconocieron a Alexei.

–Sí, somos nosotros... ¿También estás bien?– preguntó Felicia. Estaba preocupada por todos, menos por Melina.

–Sí, solo debemos encontrar el modo de salir de aquí... Pobre mi pequeña Yelena.. Y mi preciada Natasha –la voz del hombre comenzaba a convertirse en una cada vez más aguda y rota. Un pequeño llanto se asomó cuando no paró de hablar de todos los recuerdos que compartía con sus hijas, sobre todo con Natasha. Luego de un largo discurso, otra persona que no esperaban escuchar se sumó.

–Salgamos de aquí–se escuchó la voz de la pelirroja de la que Alexei hablaba, y apareció frente a la puerta vidriada de su celda, libre. La sorpresa del hombre fue grata.

–¿Escuchaste todo eso? ¿Y cómo saliste?

–Fácil. Yo diseñé las celdas– la confusión dio un golpe en el rostro de Felicia. Pero la ráfaga fue más fuerte en cuanto se sacó la máscara que tenía puesta. En realidad era Melina la que estaba allí.

–¿Qué se supone que haces aquí? ¿Dónde están las chicas? ¿Por qué nos entregaste?– Pietro lanzó las preguntas mucho más rápido de lo que alguien con una velocidad normal podía procesar.

–Despaaacio, sokoviano – pidió ella alargando la letra "a".

Luego de explicar que en el medio de toda la persecución, Melina y Natasha habían ideado lo que para ellas era un "plan perfecto", los demás sabían qué hacer. Luego de liberarlos, les dio a Pietro y Felicia unos comunicadores para mantener contacto en caso de que algo no saliera como debía ser. En cuanto pudieron, ambos salieron en búsqueda de Yelena para ayudarla a escapar de lo que sea que estuvieran haciéndole los guardias de Dreykov.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2023 ⏰

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Corriendo | Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora