XXXVI: Novio

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Cuando sacó su mano de la mejilla de la chica, lo hizo dejando una disimulada caricia en ella y mantuvieron el contacto visual por unos segundos. Para salir de su ensoñamiento, Felicia pestañó repetidas veces, y no notó que Wanda intercalaba la mirada entre ella y su hermano.

-¿Son novios?- inquirió repentinamente. Felicia se atragantó con el trago de jugo que había tomado. Pietro la miró sin soltar ni una palabra.

-¿Qué...?- preguntó la chica cuando retomó su respiración habitual.

-Lo sabía. ¡¿Por qué no me dijeron?! Los aborrezco, a ti y a ti, a ambos- los señaló remarcando un fingido enojo y se puso de pie con el ceño fruncido, comenzando a levantar todas las cosas usadas de la mesa. Esa misma tarde, luego de que Pietro y Felicia explicaran todo y que Wanda les reclamara con incredulidad, tomaron la decisión de ir a recorrer la zona.

Estaban muy alejados de los Estados Unidos y del alcance del gobierno, pero aún así debían mantener algunas precauciones. Por lo tanto, gorros que ellos jamas hubieran usado en sus vidas, estaban sobre sus cabezas. Así mismo, las prendas que usaban eran diferentes a las de la cotidianidad.

-Mira eso, son ¿galias?- señaló Pietro a unos hombres que armonizaban sus instrumentos para crear una melodía, una melodía muy linda para los oídos de Felicia.

-Gaitas, Maximoff, gaitas- lo corrigió la chica y él hizo una mueca de confusión, pensando en que jamás había escuchado ese término antes.

La conversación que Felicia había entablado con Natasha semanas después de su llegada a Escocia, no fue para nada agradable. Lalegraba fuertemente tener noticias de ella, pero creyó que tener noticias buenas sería más ameno.

-Un hombre, o mujer, no lo sé. Pero me atacó. Al principio creí que vendría por mí, que seguía instrucciones de Ross, pero en realidad viene por algo que está bajo mi custodia.

-¿Vale la pena seguir ganando enemigos por eso, Nat? No sé lo que es, pero si no lo vale, no puedes seguir arriesgando tu vida de esa forma- comentó la chica formulando cada vez más preocupaciones en su mente.

-Eres la única amiga que me queda, Felicia, eres como una hermana para mi y sé que te tiene intranquila todo esto. Pero confía en que estaré bien- su voz sonaba un poco afligida, algo inusual en Natasha -Ahora dime donde estás, vi que todos escaparon, ¿estás con los Maximoff?

-Pasaron muchas cosas desde que te fuiste Nat... Estamos los tres en Edimburgo -le confió su ubicación.

-Debo colgar, pero en pocos días sabrás de mí. Te quiero- soltó antes de cortar la comunicación entre ambas.

A los pocos días, una carta dirigida hacia ella llegó. El nombre del remitente no la sorprendió tanto, a pesar de que estaba en código y no era de la persona que estaba esperando. Fue fácil para la chica descubrir que era de Steve Rogers. Mantenía la carta con ella, aunque aún no estaba segura de cuándo abrirla. Temía que en realidad lo que dijera allí, no le gustara. Aunque eso era un pensamiento que estaba más relacionado a sus recientes traumas que a lo que en realidad sucedía.
Una noche, cuando Pietro y Wanda yacían dormidos en sus camas, la chica se decidió a abrir la carta por fin.

Querida Felicia:

Nunca he sido muy bueno escribiendo cartas. Tampoco hablando con las chicas, asi que quizás deberías llenarte de paciencia.
Tardé un poco en encontrar a Fury, aunque me encontró más él que yo, en cierto modo.
Después de horas de insistencia, conseguí que me compartiera una dirección en donde mandar esto. Tu padrino es muy difícil de convencer.
Seguro debes saberlo.
Me alegra oír que estás viviendo en un lugar seguro, y con compañía. Es bueno tener una familia.
Los Vengadores siempre fueron la tuya, incluso más que la mía. No tuve la oportunidad de decirtelo antes, pero lamento todo lo que ocurrió.
No sé cuando nos veremos otra vez, solo deseo que sea pronto. Cuando llegue el momento ambos lo sabremos.
Si necesitas algo, sabes que solo debes llamarme y nunca dudes de que estaré allí.
Ojalá estés bien Feli.

Steve.

El último apodo la hizo sonreír entre unas cuantas lágrimas. Muy pocas veces la había llamado así, solo en algunos momentos en los que las cosas se volvían muy emocionales, según ella. La última vez que le dijo de esa forma fue en su último cumpleaños que pasaron en la torre de los Vengadores. Algo que le parecía muy lejano, y se encontraba metido dentro de sus más preciados recuerdos. Recuerdos que a veces la atacaban más de la cuenta, haciéndola pensar en cómo se hubieran dado las cosas de no ser por los Acuerdos de Sokovia.

De todas maneras, no le disgustaba como se estaba desarrollando su vida. No era lo que hubiera deseado, porque estaba alejada de la mayoría de las personas a las que amaba, pero tener el apoyo de los gemelos la animaba a seguir con normalidad.

-Acabo de hacerlo- comentó Felicia junto a un monitor. La casa que Coulson les había preparado para ellos, también tenía un pequeño cuarto destinado a resguardar todos los dispositivos tecnológicos que el dinero podía obtener. Sabía que en algún momento, los jovenes los necesitarían.

-¿Hiciste qué, printsessa?- entró Pietro. Wanda ya se encontraba allí antes que él, acompañando a la chica.

-Acabo de enviarle a Visión una señal encriptada- sonrió mirando a su novio. Aunque "novio" aún era una palabra que sonaba extraño para ella -Vendrá hacia aquí.

Wanda y la chica se abrazaron más felices que nunca. Ambas extrañaban a Visión, y aunque nadie estaba enterado, la sokoviana lo hacía mucho más vigorosamente que los demás. Él tardó menos de dos días en llegar. Por supuesto, sin que nadie lo supiera.

Le dieron la más calida de las bienvenidas. Incluso Pietro, quien vivía celoso al ver a Visión cerca de su hermana, lo abrazó con un cariño que no logró disimular.

-¿Por qué no me dijiste que te irías?- preguntó el sintezoide soltando a Felicia del profundo abrazo que le dio.

-No podía comprometerte Vis. Sabía que ese sentido de moral tan bueno que tienes te llevaría a hablar con Tony, no podía arriesgarme- sonrió sutilmente y él asintió con el mismo gesto, comprendiendo.

Wanda comenzaba a sentirse mucho más acompañada a partir de ahora que Visión había llegado. La cocina jamás estaba vacía porque siempre estaban cocinando algo juntos, y Felicia veía surgir algo más que una amistad entre ellos. Notaba como se miraban. Fue algo que en parte la asombró: se suponía que él no era humano y no tenía la posibilidad de sentir. Pero si los hábitos podían aprenderse, ella entendió que los sentimientos también podían nacer desde lo más inesperado. La hizo feliz saber que después de todo, el apoyo que Visión le había brindado alguna vez, sí era real.

Aunque le costara creerlo, también era real como se sentía cuando estaba con Pietro. Era real que el chico al que había conocido en Sokovia hace unos años y con el que no cruzó palabra alguna, ahora movía sus emociones como nunca.

-Las pesadillas desaparecieron, Clark- sonrió acostado junto a ella. La discusión sobre las camas, en la que Felicia dijo que las separarían, no tardó mucho en llegar a una conclusión: Pietro había ganado, según él -Todo porque me dejaste dormir aquí, ¿lo ves?, tanta resistencia para nada

-Ja, ja, que gracioso- lo miró con recelo y él levantó la comisura izquierda de su boca hacia un costado.

-Lo sé. Gracioso, hermoso, y con supervelocidad. El partido perfecto- levantó y bajó sus cejas en un gesto rápido -No dejes que alguna chica me robe de tus brazos, las escocesas que vimos ayer en el mercado eran muy lindas

Pietro se cubrió la cara cuando Felicia lo golpeó con una almohada. Luego, con indignación, ella giró su cuerpo hacia el otro lado de la habitación.

Corriendo | Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora