XXXXII: "Cobarde"

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–¡Natasha no te encorves!– la retó Melina.

–No me estoy encorvando

–Te saldrá una joroba así de grande– dijo señalando su espalda en un movimiento que imitaba a una montaña. Se comportaban igual que madre e hija, a pesar de que minutos antes habían acordado no usar más el término de "familia". Esto debido a que, como dijo Melina, su relación fue una misión asignada que se dio durante un simple periodo de tres años.

–Ya basta. Muy bien, les diré lo que haremos

–Natasha hazle caso a tu madre– la señaló Alexei con el tenedor, de manera acusadora. –Enderézate

–Bueno, es suficiente – la pelirroja cortó de manera muy dura los pedidos acerca de su postura para hablar sobre lo que realmente quería –Paren, todos ustedes

–Pero si nosotros no dijimos nada, no es justo– dijo Yelena haciendo referencia a Pietro, Felicia y a ella misma, que no habían soltado una palabra acerca del tema. –Ya no quiero comer

–No Yelena tienes que comer algo– ahora Melina retaba a la rubia y Natasha comenzaba a perder la poca paciencia que había mantenido hasta ese momento. Golpeó levemente la mesa para que la escucharan.

–Ey tú. Nos dirás donde está la habitación roja –le habló directamente a la mujer que tenía en frente, a la que antes solía llamar mamá. Ella suspiró y dirigió su mirada a Alexei.

–Es como cuando les dijiste que se podían quedar despiertas a ver como Santa Claus llegaba

–¿Qué? Fue divertido. Creyeron que bajaría por la chimenea y cuando desaparecieran las galletas él seguiría allí y... – el hombre vestido de rojo negó con la cabeza –No es cierto. No, no. Lo que yo quiero es que ustedes sigan sus sueños como esa vez, que cumplan sus fantasías. ¡Que mis niñas alcancen las estrellas!

–Atrapar a Dreykov no es una fantasía. Es un asunto pendiente.

–No es fácil capturar a un hombre que controla la voluntad de otros – comentó Melina ofreciéndole a Felicia la ensalada. Ella aceptó escuchando con atención –Nunca viste el resultado de lo que comenzamos en Estados Unidos. Ni tampoco tú, Alexei.

Melina se puso de pie para ir a buscar una tableta electrónica que tenía en la habitación continua. Al regresar, soltó un "puedes pasar", apretando la pantalla del dispositivo. El sonido de la puerta abriéndose sorprendió un poco a todos, pero la sorpresa fue mayor cuando vieron que un cerdo era el que entraba.

–¿Ese cerdo acaba de abrir la puerta?– preguntó Pietro con un poco de turbación presente en su rostro.

–Sí, lo hizo – ella tomó un trozo de comida y se lo dio al animal –Muy bien, que bonito Alexei.

–¿Le pusiste mi nombre a un cerdo?– la mirada fulminante y a la vez escéptica del hombre, se dirigió directo a Melina.

–¿No se le nota el parecido?– nadie dijo nada y Alexei solo hizo una mueca de extrañeza. Eso animó a la mujer a seguir –Se comporta igual que un perro. ¿Increíble no? Miren esto... No respires Alexei

Como lo habían dicho las instrucciones de la pelinegra, el cerdo dejó de respirar.

–Nosotros infiltramos el North Institute en Ohio. Era una pantalla para científicos de S.H.I.E.L.D, que en ese entonces eran de Hydra en realidad

Al escuchar estas palabras, Pietro colocó su mano delicadamente sobre la de Felicia. Ella lo miró, y el chico le dio una pequeña pero muy cálida sonrisa: sabía que en ese tema ella necesitaba apoyo.
Ya habían pasado varios segundos y aún no se veía ningún signo de sufrimiento o algo parecido en el animal y mientras tanto Melina seguía hablando.

–Junto con el proyecto del Soldado del Invierno, habían diseccionado y desconstruido el cerebro humano, para crear el primer y único plano celular de los ganglios basales – Sus explicaciones eran un poco más comfusas para Pietro que para Felicia, pero logró comprenderlas finalmente –Era el núcleo cognitivo: movimientos motores voluntarios, aprendizaje procedimental. Nosotros no robamos ni armamento ni tecnología... Robamos la clave al libre albedrío

El cerdo que antes se mantenía sentado junto a Melina, luego yacía acostado en el suelo y comenzó a emitir sonidos desde su garganta.

–¡¿Qué estás haciendo?! ¡Déjalo!– pidió Felicia poniéndose de pie, preocupada. Luego se acercó al pequeño animal y la mujer tocó su pantalla de nuevo.

–Alexei habría aguantado 11 segundos más sin oxígeno. Pero no se preocupen, solo les estoy explicando que ahora la ciencia es tan exacta que se le puede ordenar al sujeto que deje de respirar ¡y deberá obedecer!– soltó de manera muy dura mientras que Felicia ahora acariciaba al cerdo, el que respiraba agitadamente –El mundo funciona a un nivel superior cuando es controlado. Dreykov usa esto con agentes alrededor de todo el mundo

–¿Sabes con quien? – preguntó Yelena. Felicia notó la mirada que Natasha y la rubia se estaban dando en ese momento. Era una de entendimiento. Ambas habían atado unos cabos que hubieran deseado no haberlo hecho.

–No, ese no es mi departamento.

–No quieras engañarlas, Melina. Tú eras la artífice de Dreykov

–Si yo era su artífice ¿tú que eras, eh? ¡Tú eras su socio, Alexei!

–¡Yo fui un chivo expiatorio!

–Cállense los dos– ordenó Natasha levantando su voz y frenando las palabras que empezaban a sobreponerse entre ambos adultos –Tú eres un idiota. Y tú eres una cobarde... Eres una cobarde. Y nuestra familia nunca fue real, asi que no hay nada a qué aferrarse.

–No digas eso, por favor no digas eso. Sí fue real. ¡Fue real para mí! Tú eras mi madre, lo más cercano que tuve a una verdadera madre– la voz de Yelena se quebró –¿La mejor parte de mi vida fue falsa? Y ustedes no pudieron decirme...

La conversación que antes estaba envuelta por comentarios divertidos y de historias reales y falsas del Guardián Rojo, con el fin de alivianar la tensión, ahora no era nada parecida. Se había tornado nostálgica, oscura con respecto a los objetivos que tenía la charla en sí, y con una gran tristeza en las palabras de Yelena.

–¿Y todas esas agentes que sometiste químicamente en todo el mundo? Hablabas de mí –la mirada que antes se mantenía en Melina, y con lágrimas queriendo salir, ahora se había posado en Natasha. –¿Y tú? Tú nos dejaste. Luego de que te escaparas, Dreykov se aseguró que nadie más pudiera salir...

Natasha agachó su cabeza, sin saber qué palabras eran las correctas para aquel momento.

–¿Ahora no tienes nada que decir?– intentó sonreír con sarcasmo pero fue un gesto que su cuerpo lleno de pena no le permitió hacer –No

–Yelena...– llamó Natasha al ver como la chica se ponía de pie y se iba a otra habitación, con el objetivo de estar lo más lejos posible de esa mesa.

–No.

Felicia, quien durante la conversación había ayudado al cerdo a salir, estaba parada junto a la mesa y dijo con firmeza algo que nadie esperaba.

–Yo iré a hablar con ella

Al abrir las puertas semi-vidriadas de la habitación y entrar, se encontró con la rubia sentada en el suelo y con su espalda apoyada en la cama. Yelena le dirigió una simple mirada y vaciló durante unos segundos si decirle algo o no, hasta que se decidió por hacerlo.

–No quiero sonar grosera, de hecho estoy agradecida contigo y tus amigos. Pero si vine aquí fue porque no quería hablar con nadie

Corriendo | Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora