《Orgullo Alfa》.
Katsuki Bakugou, tras comprometerse con una persona a la que no ama pero siente que le debe mucho, cree que ha perdido el control de su vida.
Desesperado por encontrar un poco de control en sus acciones, termina en un bar, donde con...
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KATSUKI BAKUGOU.
Llegó a la estación de policía como si nada hubiera pasado, como si su fortuito encuentro con Eijiro Kirishima jamás de hubiera dado. Saludó al resto de sus compañeros y a su Capitán, quien se avisaba por la puerta abierta de su despacho y quien le hizo un breve ademán con la mano. Cerca de su escritorio se encontraba Hanta Sero, entrevistando a un a mujer de la tercera edad y anotaba presurosamente algo en su computador. Se acercó sigiloso hasta su propio escritorio, donde se sentó y sacó los apuntes que se encontraban en su libreta de bolsillo, y finalmente se decidió a transcribir todo en el archivo digital que estaba en su computador.
— ¿Pudo ver cómo iban vestidos? ¿Alguna particularidad que llamara su atención?— preguntó Sero, atento a la respuesta de la mujer.
Bakugou los miró por el rabillo del ojo, sin dejar de teclear. La anciana, se frotaba con suavidad los dedos y mantenía una expresión pensativa en su rostro, esforzándose al máximo.
—Eran ropas muy costosas— dijo y tocó con ligereza su mentón —. Si, probablemente Gucci, mi nieta trabaja en una de esas prestigiosas tiendas, y esa ropa se veía muy similar a la que salió en la temporada de primavera, colores suaves. Sin embargo— hizo una breve pausa —, no llevaban joyería. Apostaría mi planilla del Bingo a que los tres eran Alfas, eras tan altos como una puerta y corpulentos.
—¿Alguno llevaba tatuajes?
Bakugou sabía por dónde iban sus sospechas. En los últimos meses de habían reportado un grupo de supremacistas que habían agredido verbalmente y en ocasiones escalaba a lo físico. No obstante, de acuerdo a la información que Kyoka le había proporcionado sabía que no podían ser ellos. Se trataba de algo más... personal.
— ¡Sí!— exclamó de pronto la mujer, como si Sero hubiera dado en el clavo —. Pero no todos, sólo el que llevaba la camisa sin mangas, era un especie de patrón trivial de rosas. Yo iba de salida cuando subieron al departamento, así que no supe nada más. Además la seguridad en ese lugar es buena, a menos que tengas la contraseña de la puerta de entrada, es raro, ¿no lo cree?
—Sí, lo es. Entiendo. Agradezco infinitamente que haya colaborado con nosotros, haré que una patrulla la escolte a su casa. La llamaremos en caso de necesitar más de su ayuda, y si llega a recordar algo más, tome— le extendió una tarjeta de presentación —. Llámeme, no importa la hora.
—Muchas gracias, joven.
El Alfa rubio volvió a lo suyo, mientras que su compañero escoltaban a la anciana fuera con un patrullero que ya la esperaba. Pasó la información en los espacios correspondientes, anotando sus propias notas y lo que se debía investigar más adelante, tenía una buena corazonada. Guardó la descripción de los sospechosos y envió un correo electrónico a Sero pidiéndole su información y compartiendo la propia.
—Sero, ¿sabes a qué hora laboratorio tendrá listas las pruebas de ADN?
El pelinegro que acaba de tomar asiento en su propio escritorio, suspiró.
