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El cuerpo de Izuku sucumbió al encuentro. Cuando volvió la mirada, sus ojos se encontraron con el par de ojos castaños de aquella que sólo le pertenecía a él. Sintió el celo brotar siendo sometido por los supresores que había tomado esa tarde antes de asistir a su consulta médica. Un ligero mareo le obligó a sujetarse de la columna de concreto más cercana, sin apartar la mirada de la chica. A ella se le había acercado una mujer alta, de complexión fuerte y con una imponente presencia; esa era sin duda una Alfa. Y detrás de ella apareció un hombre pelirrojo, furioso hasta la médula; se denotaba por las venas palpitantes en sienes y cuello, además de estar soltando feromonas hostiles que lograban calmar el adyacente celo del Omega.

—Sólo quiero hablar contigo— le dijo la desconocida.

— ¡No! ¡Aléjate,  no me toques!

—No tienes nada que hablar con ella— defendió el hombre, sujetando el brazo que intentaba alcanzar a la adolescente —. Aléjate.

        Pero la mujer era fiera, apartó al hombre de un manotazo y logró sujetar el antebrazo de Ochako Uraraka antes de que esta se desplomara en el suelo con el rostro enrojecido y jadeando por el calor que le provocaba estar tan cerca de Izuku. Todo era gritos y alborotos, el Omega estaba aturdido por el ruido y las feromonas. Pero su cuerpo se movió instintivamente, corrió hacia la escena que estaba presenciando y reuniendo todo el valor en su corazón apartó a la mujer desconocida de un empujón, ella retrocedió unos pasos en sus enormes tacones rojos de aguja.

— ¡Dijo que no la tocaras!— gritó Izuku, tambaleándose pero protegiendo a la chica de pelo castaño tras su espalda.

      ¿Qué demonios estaba haciendo? 

       Él jamás podría enfrentarse a un Alfa por su cuenta, con un poco de feromonas hostiles y  estaría retorciéndose en sobre el suelo. Debía retroceder y alejarse, tal vez en el camino pedir ayuda. Sin embargo, no lo hizo. Permaneció de pie y quieto entre las dos chicas, temblando y con el calor nublando poco a poco sus sentidos.

—Señor Midoriya...— murmuró Ochako a sus espaldas. 

       Le echó una mirada de reojo; temblaba, y no por el celo, pues a pesar de tener el rostro sonrojado y lagrimeando por la intensidad del calor de su cuerpo, en sus ojos se mostraba miedo. Estaba vulnerable. Un Alfa estaba vulnerable ante sus ojos, sin recato, sin vergüenza, pidiéndole sin palabras que la ayudara pero al mismo tiempo se detonada la preocupación en su voz.

—Ya no tienes que preocuparte — le dijo, con firmeza.

— ¿Por qué...? — preguntó, incapaz de poder terminar la frase.

—Por qué, dices...— hizo una pausa y le sonrió —. Porque ya estoy aquí.

       La mirada vidriosa de la chica se iluminó con un brillo especial y todo miedo pareció desaparecer de sus ojos, siendo suplantado por el anhelo. No sabía porque había dicho tales palabras, no le quedaban en absoluto. Tal vez sólo quería verse genial como el adulto que era... pero la verdadera razón le era desconocida...

—Oye... ¿qué acabas de hacer?— masculló la mujer desconocida haciendo que Izuku volviera la mirada al frente.

       Pudo ver con mayor claridad a la mujer frente a él; era increíblemente hermosa, de piel ligeramente bronceada, cabellos negros y brillantes ojos carmesí, y sus dientes estaban en punta, cómo si hubieran sido afilados. Tenía un inconfundible parentesco con el hombre detrás de ella y también le resultaba vagamente familiar, como si ya la hubiera visto en algún otro lado.

        Ella dirigió la mirada a su pecho, luego Ochako de rodillas en el suelo y finalmente se detuvo en los ojos verdes de Izuku. Él tuvo un mal augurio, aquellos ojos carmesí perforaba de una forma tan severa los suyos que casi era doloroso, mantenía una expresión aterradora en el rostro, casi espeluznante; estaba seria, sin sonrisas ni la expresión relajada que le mostró a la joven Alfa; lo miraba... con resentimiento, asco... desprecio total.

ALPHA PRIDE || ♡KiriBaku♡ || ♂Omegaverse♂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora