《Orgullo Alfa》.
Katsuki Bakugou, tras comprometerse con una persona a la que no ama pero siente que le debe mucho, cree que ha perdido el control de su vida.
Desesperado por encontrar un poco de control en sus acciones, termina en un bar, donde con...
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EIJIRO KIRISHIMA.
¿Por qué la verdad era tan importante para ella? ¿Tan así anhelaba saber más sobre Eriko o es que las palabras Noriko, su padre, le habían calado tan hondo?
Dejando eso de lado... ¿cómo se había enterado de eso? ¿En dónde lo había encontrado? Incluso si había buscado en internet, tenia que haber tecleado un par de palabras claves muy delicadas. Todo pensamiento acerca de pasar la noche con Bakugou, un varonil Alfa rubio que le gustaba, desapareció de su mente para dar paso a un tema delicado y tabú.
Estaba lívido, mirando la repentina determinación de su hija; ávida de respuestas. Dejó de comer cuando la cuchara resbaló de su mano y fue a estrellarse contra la mesa. Dentro de su mente, fue como si se transportara al pasado, más vivido que en ocasiones pasadas; se sentía tan real y tangible...
—Nací cuando tenías dieciocho, ¿no es verdad?— cuestionó su hija, reacia —. Eso quiere decir que te embarazaste de mí cuando era menor de edad. Entonces, ¿ese artículo es cierto? ¿Soy producto de una violación?
— ¡POR SUPUESTO QUE NO!— gritó el pelirrojo con voz Alfa, provocando una ligera lividez en el rostro de su hija —. ¡Tu madre nos amaba! ¡No te atrevas siquiera a pensar de esa manera! ¡¿Quién carajos puso esas ideas en tu cabeza?!
Sólo existía una persona que estuvo al tanto de todo desde el principio pues se conocieron casi al mismo tiempo que Eriko y Eijiro, y esa era...
—Fue Itsuka— agregó —, ¿cierto? Ella te dio las palabras necesarias para hacer la búsqueda por tu cuenta. Mi nombre no figura en el articlo por ser menor de edad pero si el de tu madre...
—Ella es parte de todo esto, lo menos que pudo hacer fue darme un aliciente para desenmarañar toda esta red de secretos y fue Izuku quien me dio la fuerza para encararte— lo decía con genuina determinación pero en su rostro se reflejaba una notable palidez, propio de la intimidación inconsiente de su padre —. No pretendo juzgar tus acciones al darme a luz pero tampoco quiero que protegas a una criminal. Puedo con la verdad, te lo prometo.
Hablaba tan maduramente, algo totalmente impropio de ella. Era aún una niña. No sabía como funcionaba el mundo ni las relaciones adultas, tampoco la complejidad de los sentimientos que compartió con Eriko Uraraka y cómo su muerte lo había sumido en un estado de pérdida que habia pensado en abandonar a su hija en más de una ocasión. ¡No! Eso jamás podría contárselo. ¿Cómo podría hacerlo?
—Crees que soy muy joven para saberlo— afirmó la adolescente —. Pero te recuerdo que tengo la misma edad que tú tenías cuando te embarazaste.
Esas palabras le cayeron como un balde de agua fría. Parecía que podía leer su mente aunque quizás sólo estaba demasiado consternado y cada emoción y sentimiento se veía reflejado en su rostro.
Ella tenía razón.
—¿Cómo sabrás que lo que te cuente será verdad?— preguntó Kirishima, apesadumbrado, como última medida de autoprotección.
