𝔈𝔩 𝔯𝔢𝔶

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Como Sanzu se lo dijo el día en que le informó a Joanne que estaba contratada, un mensaje, de un número desconocido con una ubicación, más la fecha y hora en la que ella suponía que se llevaría acabo la reunión, llegó a su celular. Después de leer más de tres veces el mensaje, para entenderlo con precisión y no dejarse llevar por la emoción, se percató de que la fecha era ese mismo día en apenas treinta minutos.

Al caer en la cuenta de que solo faltaba la mitad de una hora para que la reunión comenzara, creyó que el lugar estaría cerca de su casa, pero al abrir la ubicación notó que estaba al otro lado de la ciudad y le sería imposible llegar a tiempo si tomaba el autobús. Se quejó en su pobreza.

No estaba segura si hacía lo correcto al contestar el mensaje, pero colocó un "No llegaré a tiempo". Lo más veloz que pudo ser comenzó a arreglarse un poco más antes de marcharse, solo lavando sus dientes y colocando unas arracadas de plata en sus orejas, pues consideraba que ya estaba vestida para la ocasión debido a que ese mismo día por la mañana tuvo que ir al juzgado para aclarar asuntos sobre los negocios de su difunto padre.

Al salir del baño fue hacia su cama, donde dejó su celular antes de entrar, con la esperanza de haber recibido una respuesta positiva. Cuando lo encendió vio un mensaje con la palabra "afuera" y nada más.

Rápidamente fue hacia la ventana y miró hacía abajo de la calle. Un auto gris con cristales polarizados y del tamaño de una lancha, según Joanne, estaba estacionado frente a su casa. Por lo lujoso que se veía, le quedó claro que habían ido a recogerla. No quería que fuera la misma persona que la llevó a la prueba, aunque el auto era diferente, cabía la posibilidad de que fuera él. Por fortuna, para aclarar sus dudas, el propietario del auto bajó el cristal de su asiento, volteando hacia el departamento de Joanne.

Kakucho la observó por un momento para después volver su vista al frente y subir de nuevo el cristal.

Sin pensarlo más, salió de su departamento con prisa para no hacerlo esperar más, pues no sabía desde cuándo estaba estacionado ni el nivel de paciencia que tenía. Rodeó el auto para sentarse en el asiento del copiloto. Antes de poder abrir la puerta, Kakucho la abrió por dentro.

—Lamento la demora —dijo tomando asiento y cerrando la puerta del auto.

—Solo llevo aquí cinco minutos, no tienes que lamentar nada —negó sin mirarla.

—Creí que tenías más tiempo esperando. —Kakucho encendió el auto sin demora, sabía que iban atrasados y no podía esperar más.

—Te hubieras tardado cinco minutos más y probablemente sí me habría marchado.

—Me tomó de sorpresa el mensaje —comentó mirándolo girar el volante.

—¿Sorpresa? ¿Sanzu no te avisó? —frunció el ceño.

—Digo, sí menciono que me llegaría el mensaje pero esperaba que me dieran más tiempo para la reunión. No creí que el mensaje llegaría el mismo día.

—Acerca de eso... —titubeó—... Fue mi culpa. Yo era el encargado de enviarte el mensaje pero lo olvidé hasta hace un rato. Por eso vine por ti, créeme que no es porque seamos amigos y decidiera hacerte un favor.

—Vaya. Yo creí que te agradaba —dijo decepcionada.

—No me desagradas, bueno, no del todo.

—¿No del todo? —No sabía porque, pero se sentía ofendida.

—Apenas te conozco, no puedo tener aún una opinión sobre ti.

—A mí me agradas —soltó— y apenas te conozco. Algunas veces puedes saber cuando alguien te agrada solo con unos minutos de conocerle.

Back to Black I BontenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora