Back to Black I Bonten

𝔘𝔫 𝔠𝔦𝔠𝔩𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔰𝔢 𝔯𝔢𝔭𝔦𝔱𝔢

El sótano de la casa de Joanne albergaba una habitación secreta detrás de una falsa pared que en ese momento se encontraba medio abierta. Debajo de la luz fría de un foco Joanne buscaba con prisa un chaleco antibalas, armas lo suficientemente letales para asesinar con un disparo y pasaporte e identificaciones falsas.

Mientras guardaba velozmente los artefactos dentro de la maleta negra a un lado suyo, las palabras de Sanzu no dejaban de sonar en su cabeza repetitivamente. Manjiro la había descubierto y como castigo divino había enviado a Kakucho a asesinarla.

Se preguntaba si realmente Kakucho lo haría, después de todo lo que habían vivido juntos no quería creerlo. ¿Por qué matarías a una persona a la que le salvaste la vida en el pasado? ¿Serías capaz de matar al amor de tu vida con tal de demostrar tu lealtad? Algunas personas serían capaces de todo con tal de salvar su vida ¿Kakucho será parte de esas personas? Esas y máss preguntas llegaban a la mente de la mujer.

—Ay, Hattori —susurró después de colocarse el chaleco y cerrar la maleta—. Creí que tu traición sería la última que me afectaría tanto. 

Estaba confundida. Durante el funeral no encontró algo que la hiciera sospechar. Las actitudes de Manjiro y Kakucho eran las mismas de siempre, el pelinegro incluso se había despedido con un "Te amo" hacia ella. No creía que horas después la persona a la que tanto amaba la traicionaría, sin embargo, dentro, muy profundo en su corazón había algo diciéndole que Sanzu mentía.

Ya tenía todo listo para huir de su casa, lo único que le faltaba era un sitio al que escapar o uno donde pudiera esconderse mientras las cosas se calmaban. Si creía en las palabras de Sanzu no tenía tiempo que perder o de lo contrario se vería envuelta en una masacre dentro o fuera de la casa.

Tomó la maleta y subió la escalera de caracol que daba al primer piso sin importarle siquiera cerrar la falsa pared.

Al cruzar la cocina comenzó a escuchar pasos, pasos que no pertenecían a ella. Se escuchaban cruzando el pasillo. Ya era demasiado tarde, habían entrado a su casa mientras ella se preparaba para huir. Dejó caer la maleta provocando que un estruendo se escuchara delatando su posición. Sacó una pistola, que guardó detrás de su pantalón, justamente la pistola que Kakucho le regalo dos años atrás, apuntó directamente a donde el pasillo iniciaba, lista para disparar en cuanto alguien se asomara por ahí.

Una sombra fue lo primero en aparecer. La sombra de un hombre vestido de traje. Joanne ya había visto dicha sombra varias veces. Sus manos comenzaron a temblar, no quería ver al dueño de la sombra.

—Amor —Kakucho cruzó el pasillo, giró en dirección a la cocina hasta quedar frente a la mujer— ¿Qué haces?

—No te acerques —seguía apuntándole con la pistola dudosa de disparar o no.

—Joanne, no es lo que crees —levantó ambas manos mostrando que no tenía ningún arma entre ellas.

—¿Por qué me traicionaste? —Le fue imposible resistir las lagrimas que comenzaron a salir.

—No lo hice —respondió sin prestar atención al arma que le apuntaba, pero sí al rostro desesperado de la mujer—. 

—No sé si puedo confiar en ti —colocó su dedo pegado al gatillo—. Demuéstrame que no es una trampa para asesinarme.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó abriendo los ojos impactado—¿Quién te lo dijo?

—Entonces es verdad —rio nerviosa—. Si estás aquí para matarme.

—No, escucha... —trató de acercarse a ella.

—¡No! 

El ruido de una bala saliendo por el cañón de una pistola resonó en la cocina. A un lado de la oreja de Kakucho, en la pared, se creó un hoyo provocado por dicha bala. Joanne había fallado a propósito.