𝔗𝔦𝔯𝔬 𝔠𝔢𝔯𝔱𝔢𝔯𝔬

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—¿Qué prefieres usar? —preguntó Ran Haitani a Joanne.

Frente a ellos había un cuarto entero dedicado al uso exclusivo de guardar armas para practicar en el campo de tiro donde se encontraban. Estaban ordenadas por tamaños, del lado izquierdo todas aquellas más grandes que el tamaño de un niño promedio hasta llegar al lado derecho donde guardaban las pistolas y revolvers.

—¿Me darás el honor de escoger el arma? —sonrió Joanne admirando las armas.

Eran tantas armas que no sabía cuál escoger, pero lo que tenía claro era que quería probarlas todas. Desde que su padre le enseñó a ella y a su hermana a disparar, había practicado con diferentes tipos, desde pistolas comunes hasta fusiles de francotiradores, aunque estaba segura que no eran ni la mitad de las armas que estaban en aquella habitación.

—Claro, no vayas a pensar que está trucado —dijo Ran con sarcasmo.

—Muy bien —caminó hacia el lugar de las pistolas—. Empecemos con algo pequeño.

Una vez escogió el arma, salieron de la habitación hacia el exterior. Caminaron por un pasillo que daba a una gran alberca, hasta llegar a la zona donde Rindou y Kakucho habían acomodado sillas y una mesa ovalada para admirar la demostración de Joanne. Ambos hombres acercaron unas bebidas.

—¿Qué escogiste? —preguntó Rindou curioso.

—Mira por ti mismo —le acercó el arma tomando asiento junto a él.

—No está mal —la observó con detenimiento—. Si es lo que sabes usar está bien.

—Me gusta empezar de poco a poco. Pero si prefieres otra elige tú y la aceptaré con gusto.

—No, ya te lo dije, la que escogiste está perfecta.

—¿Quién más falta de llegar? —preguntó Kakucho, quien estaba sentado frente a Joanne.

—Sanzu y Mikey, no vendrá nadie más. Ni siquiera Mochi que fue el que insistió tanto en verla, pero dice que surgieron unos problemas y no puede venir.

—¿Y Takeomi?

—No sé nada de él.

—Entonces en cuanto lleguen ellos empezamos.

—Sin prisas, Kakucho —dijo Ran—. Tenemos mucho tiempo, si tuvieras algo más importante que hacer no estarías aquí.

El sonido de los pájaros y el aire azotando las hojas de los árboles ambientaba el lugar. El estar a las afueras de la ciudad hacía todo más relajante, sin los molestos ruidos de los autos, el terrible olor de las fabricas o la basura. Solo eran ellos, un hermoso campo y un enorme armamento.

Joanne quería aprovechar que aún faltaban personas en llegar para dar un paseo por el lugar, pues le recordó a los buenos tiempos que pasó con su familia. Se levantó de la silla y avisó que en un momento regresaría. Volvió por el pasillo, a través del que pasó con Ran momentos atrás, y fue a la zona donde vio la alberca. Del otro lado de esta había una pequeña cabaña con un estilo bastante acogedor por fuera. Sin pensarlo dos veces y llevada por la curiosidad de cómo sería por dentro caminó hasta ella.

La puerta principal estaba cerrada pero por fortuna el lateral de la cabaña tenía una puerta corrediza de cristal por la cual pudo entrar. Dicha puerta daba a una sala con una mesita cafetera caoba, un sofá de dos plazas azul marino con sus respectivos cojines de decoraciones boscosas, un sofá de una plaza con el mismo estampado que los cojines frente a una chimenea de ladrillo, la cual por obvias razones estaba apagada pero tenía madera dentro y a un lado lista para el momento en el que alguien quisiera encenderla.

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