𝔖𝔞𝔠𝔯𝔦𝔣𝔦𝔠𝔦𝔬

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Todos los miembros importantes de Bonten yacían sentados alrededor de la mesa de juntas a excepción de Sanzu y el rey, quienes aún no llegaban. Kanji Mochizuki observaba a Joanne con la mirada de odio que siempre llevaba consigo. Joanne sentía su mirada como la mirada asesina de un jaguar que estuviera esperando el momento correcto para atacar.  Sabía que la miraba de esa forma porque creía que no debieron rescatarla. Aún así, no le importaba cómo la mirase, no cuando tenía a la mayoría de los miembros apoyándola.

Era la primera reunión que hacían desde que fue rescatada, o al menos la primera a la que iba. No podía perderse una reunión en la que discutirían sobre el paradero de Yezzan, su secuestrador.

Joanne estaba sentada en el lugar de siempre, lo más alejada del rey que se podía, es decir, hasta la otra orilla de dónde yacía el trono. Le gustaba ese asiento porque quedaba cerca del ventanal y podía observar la ciudad repleta de grandes edificios y dependiendo la hora que fuese podía ver el atardecer o el cielo estrellado. Ese día veía lo gris que estaba el cielo pues una tormenta se avecinaba.

—Que bueno es verte de nuevo, Joe —saludó Ran, quien estaba sentado del otro lado de la mesa frente a ella.

—Lo mismo digo —copió Rindou.

—Sí. Que bueno es verlos a todos de nuevo —mintió observando a Mochi.

—Sabía que seguías viva —comentó Takeomi—. No morirías tan fácilmente.

—Me conoces, Takeomi.

—Es obvio que no moriría si se comportaba como su perra fiel —acusó Mochi.

—Una perra fiel no mataría a dos de sus dueños, torturaría al que más la cuidó y dejaría heridos a tres —respondió la pelinegra.

—Pero aún así no sirvió de nada. No pudiste escapar por tu cuenta —rio—. Necesitaste nuestra ayuda.

—No te incluyas, gorila —habló Ran—. Tú no aportaste nada en su rescate.

—Eso no quita lo inútil que fue. Además, cocinó para el enemigo. Espero que el jefe la castigue por eso.

—¿Tú que hubieras hecho? —lo enfrentó Joanne—. ¿Habrías dejado que te mataran?

—Lo hubiera preferido mil veces a perder mi dignidad.

—Basta, Mochi —interrumpió Kakucho—. Joe estaba en todo su derecho de hacer lo que hizo y estuvo bien o de lo contrario no la habríamos recuperado.

—Si Hattori siguiera...

El ruido de la puerta abriéndose llamó su atención interrumpiendo su conversación. Todos la voltearon a ver esperando que fuera el rey quien entraba. 

—¿Hattori qué? —preguntó Sanzu entrando a la sala—. No me digan que el maldito regresó de la tumba.

—¿Dónde está el jefe? —preguntó Koko impaciente.

—Ya llega. Tuvo que hacer algo antes —avisó Sanzu—. No se impacienten.

Joanne lo miró esperando chocar miradas con él pero no se tomó ni unos segundos para mirarla. Caminó con la vista hacia el asiento cerca del trono, donde en todas las reuniones se sentaba. Tomó asiento sin intención de mirarla, pero a Kakucho sí debido a que estaba sentado frente a él.

—Continúen con su conversación, no los quise interrumpir —aclaró Sanzu.

Joanne quería que le dirigiera una mirada aunque fuera por casualidad. Una mirada dice más que mil palabras y quería saber qué decía la suya.

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