XXIV

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—Toby, yo creo que exageras.

—¿Y? Tú lo dijiste: no somos contemporáneos, pues deja que sea a mi modo.

Una sonrisa algo nerviosa decoró su rostro, la verdad, teníamos un no tan breve lapso de tiempo aparcados a las puertas de la universidad donde cursaba estudios el chico al cual no le permitía bajar del auto, discutíamos una tontería en realidad, pero yo deseaba hacer las cosas bien con él, aunque no paraba de mirarme con un intento de seriedad a leguas fingido y si su tez no fuese achocolatada, seguramente luciría un rubor casi escarlata.

—Tobi, voy a llegar tarde y lo peor es que estoy en la entrada.

No dije nada, me rehusé a re entrar en la misma discusión otra vez, solo tomé sus manos y me las llevé a los labios antes de hablar.

—Ricky Pérez, como ya sabrás, estoy enamorado de ti y quisiera que me concedieras la oportunidad de formalizar una relación contigo —le dije con el tono más serio que fui capaz de mantener, pese al apretado gesto de sus labios que intentaron, por mucho, contener una carcajada... sin éxito. Su risa salió a un descomunal volumen y fue imposible no sumarme.

Un rato después que conseguimos calmar el arrebato de risa, Ricky posó su mano izquierda en mi mejilla y plantó un tierno beso en mis labios.

—Sí, Tobi, acepto ser tu novio —susurró y yo volví a besarlo.

Mis manos se apropiaron de su espalda baja e intentaron con fuerza atraerlo, pero el condenado se endureció en su sitio y me impidió hacerlo.

—Tengo clases, novio —dijo contra mis labios y sonreí.

—¿A qué hora sales, novio? —contesté en su tono y lo vi volver a reír antes de darme otro corto beso y separarse— No me respondiste, quiero venir por ti.

—No es necesario, señor Wolf —me dijo entre risitas mientras bajaba del auto, lo vi dirigirse a la puerta trasera en busca de su vehículo eléctrico y solo después volvió a asomarse, apoyaba las manos en el asiento y contestó—: tengo mi scooter.

Besé de nuevo al insoportable y con fuerza me aferré a su nuca hasta obligarlo a subir en el auto. No paraba de reír contra mi boca.

—¡Tobi, ya, debo ir a clases!

—Lo sé, lo sé, solo me preocupo. Promete que llamarás al salir, también cuando llegues a casa.

—Sííí, mamáááá.

Nos despedimos en medio de risitas tontas y algunos besos, luego lo vi ingresar al campus a bordo del scooter, un lánguido suspiro se me escapó, pero sonreí incrédulo al darme cuenta de lo que ocurría: extrañaba al chico de rizos turquesa que acababa de abandonar el auto. Negué con la cabeza e intenté retomar la marcha a casa.

Sin embargo, captó mi atención por un instante una chica que parecía seguir a Ricky, quizás era exagerado pensarlo, pero es que mantenía una distancia prudencial con él, cada tanto se paraba tras un árbol, casualmente, cuando el chico se detenía con algún grupo de amigos, perdí la pista en el instante en que Ricky desapareció entre la muchedumbre. Tal vez era imaginación mía o se trataba de alguna compañera de clases, lo que fuese, decidí restarle importancia y retomar la marcha.

Di un salto cuando encendí el reproductor y de golpe emergió por los parlantes algún horrible reguetón a todo volumen, cambié a mi habitual playlist clásica y en un nivel moderado que no resultara un ataque directo al tímpano. Pese a eso, la estúpida sonrisa reapareció en mi rostro.

Había jugado al director de orquesta en el camino, Beethoven sonaba más hermoso, increíble e imponente que de costumbre, quizás por el recuerdo de cada beso, caricia o electrizante sensación que Ricky lograba producirme; así que una nueva sonrisa se colaba en mi rostro solo de pensar en él.

No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora