—A ver, Ricky, ¿cierto? —le dije en tono bajo una vez que lo traje de vuelta a casa, él se sentó junto a Tadeo en el sofá y cruzó una pierna sobre la otra, entrelazó ambas manos encima de la rodilla, parecía esperar algo, ¿quizás una disculpa? Si eso era, podía irse al diablo.
—Me dirás, Tobi…
Odiaba cada vez que ese chico se refería a mí con tal acrónimo, sin embargo, inhalé hondo y suspiré despacio, aunque mi instinto homicida creció al ver a Tadeo imitar la pose y gesto del idiota, «no hagas eso, bebé, no repliques a este payaso», pensé.
—¿Por qué viniste a mi casa?
—Ay, Tobi, ya te dije que perdí el paquete…
—Mientes, el señor Murano ni sabía de tu visita —le interrumpí en el acto y lo vi sonreír.
—Me atrapaste. —Hizo un raro gesto con sus labios y liberó un corto sonido como el de una burbuja al reventar, lo observé extrañado, él se recostó al espaldar del sofá y extendió los brazos—. En la empresa han hablado mucho sobre tus repentinas vacaciones porque ni siquiera tu secretaria tenía conocimiento, así que…
Apretó los labios y guardó silencio un rato mientras los movía de un lado a otro, yo comenzaba a perder la paciencia.
—Sigue.
—Bien, Tobi. Se hicieron apuestas, la mayoría dijo que no estabas de viaje, sino que te internaste en un psiquiátrico por una crisis de estrés y ansiedad, algunos agregaron pánico.
—¡¿Quééé?!
Lo vi levantarse con una sonrisa y se acercó a mí, tuvo el descaro de reposar una mano sobre mi pecho antes de continuar:
—Ya sabes, Tobi; tu cara de estreñido, siempre trabajas y vives amargado. De hecho, hay quienes dicen que Margot no hace un buen “trabajo de relajación”… —El descarado pasante movía sus cejas de arriba a abajo—. Si sabes a qué me refiero.
Sentí la cara arder con el comentario sobre mi secretaria, no podía creer que eso fuese del conocimiento público, el chico no dejaba de sonreír.
Sabía que las habladurías iban a estar a la orden del día, pero el nivel de descaro de todos me sorprendió, aunque quizás podía ser solo un invento de ese confianzudo muchachito para venir a meterse sin invitación y averiguarme la vida.
—Entonces, ¿a qué viniste?
—¿No es obvio, Tobi?
Entrecerré los ojos para hacerme ver aún más amenazante, él enseguida retiró la mano de mi pecho, pero no se apartó, continuó como si nada:
—Vine a corroborar que estabas bien.
—Esa fue tu apuesta, ¿cierto?
—¡Ding, ding, ding! ¿Qué comes que adivinas?
Se alejó de mí, contoneándose con total dramatismo mientras daba un par de aplausos y ponía la vista en el bebé, ese pequeño traidor no dejaba de sonreírle.
—Dinero fácil, Tobi —añadió, medio volteando el rostro en mi dirección y pude verlo batir sus cejas una vez más. El imbécil disfrutaba exasperarme—. Siempre he estado seguro de que toda esa seriedad y amargura tuya son una máscara para la sociedad.
—¿Ahora te crees psicólogo? —repliqué y crucé los brazos sobre el pecho, el insolente cargó a Tadeo, luego volvió a mirarme y sonrió.
—¿Qué ocultas? ¿Alguien te pisoteó en el pasado y ahora tratas de esconder tu vulnerabilidad, repitiendo el patrón conductual que aprendiste?
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No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO!
HumorEl señor Wolf no cree en el amor. Eso es para pobres diablos, suele decir. El señor Wolf solo ama el dinero y fraterniza con el trabajo. A sus treinta y cinco años está a punto de convertirse en socio de la segunda constructora más importante en el...