—¡Mentiste! —exclamó ella realmente alterada, Ricky movía los brazos delante de sí mismo a la vez que negaba con la cabeza, tratando de calmarla, su exaltación no resultaba conveniente en ese momento. Sin embargo, la niña siguió adelante e incluso se puso de pie para acercarse a reclamarle—. ¡Me tragué todas tus patrañas! ¡Te creí bueno y amable, pero solo fingías!
—Serena, escúchame —le pidió Ricky con toda la calma que logró reunir, pero la chiquilla permanecía en el mismo estado y lo peor era que empezábamos a atraer miradas—. Serena, lo juro, no te he mentido.
—¡¿Ah, no? ¿Y qué es lo que crees que ya sabe mi mamá? ¿O qué se supone que no debe saber?!
—¡¡¡Serena, por favor!!! —Ricky elevó la voz y la pequeña de inmediato guardó silencio, pero vi su labio inferior temblar. Mi novio se puso de pie y enseguida huyó del lugar para evadirla.
Aunque el semblante de Serena dolía, era consciente de que él se sentía horrible por toda la situación y haberla gritado fue la gota que rebasó el vaso, por ese motivo me levanté y decidí seguirle luego de extenderle una disculpa a ella.
Me apresuré a buscarlo. Aunque el casino no se encontraba con el aforo a tope, había una gran cantidad de personas y que todos portasen trajes de etiqueta, dificultaba encontrarlo.
Me detuve un instante en medio de maquinas tragamonedas, todos esos sonidos de los juegos sumado a la música en vivo desde la terraza central plagaban mi mente y oídos de manera que me costaba escuchar mis propios pensamientos; sin embargo, eso me hizo ver que en su estado, Ricky lo que menos querría era estar rodeado de personas y ruidos.
Comencé a alejarme de esa área hacia la zona del hall, un lugar mucho más tranquilo y despejado que daba la bienvenida a los visitantes y conectaba el casino con el hotel. Caminé hacia los sanitarios y aunque no lo vi al entrar, decidí llamarlo y pedirle salir.
Después de un rato, uno de los cubículos se abrió y lo vi asomarse, cabizbajo.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó en bajo al estar conmigo y de inmediato lo abracé fuerte, él se aferró a mí de la misma manera.
—Solo se me ocurrió este sitio.
Una risita baja se le escapó contra mi pecho y en medio de gimoteos comenzó a recriminarse por lo ocurrido, él no tenía la culpa, ambos nos distrajimos con la conversación y tarde notamos a la pequeña.
—Desearía regresar en el tiempo y no buscar a mi padre, nada de esto estaría pasando.
Subí mis manos hasta sus mejillas y le besé la frente antes de volver a abrazarlo, Ricky no paraba de gimotear contra mi pecho.
—Ricky, sé que no quieres —le dije en bajo—, pero creo que debes contarle.
—¡¿Enloqueciste?! —inquirió alterado y se separó de mí como si mi traje estuviese forrado de espinas, su mirada lucía desorbitada por el susto y la impresión—. Tobi, no puedo hacerlo, no puedo decirle a Serena porque Zack aún no le cuenta. ¡Me odiaría! No, ni siquiera va a creerme.
—¡Espera, espera!, espera...—la voz emergió de un cubículo cuya puerta comenzaba a abrirse, a las palabras le siguieron algunas risitas y un poco de tos.
Ambos contemplamos atónitos la regordeta figura de Norman que salía del sitio con una sonrisa maliciosa, su traje lucía desarreglado con la corbata mal amarrada y el blazer abierto, se pasó un puño por la nariz como para limpiase algo, la verdad es que en su vidriosa mirada me pareció ver que acababa de aspirar cierto polvo ilícito.
No dijimos nada, pero él acabó de acercarse y apoyó su robusta anatomía contra la espalda de Ricky, reposó la barbilla sobre su hombro izquierdo antes de hablarle otra vez:
ESTÁS LEYENDO
No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO!
UmorismoEl señor Wolf no cree en el amor. Eso es para pobres diablos, suele decir. El señor Wolf solo ama el dinero y fraterniza con el trabajo. A sus treinta y cinco años está a punto de convertirse en socio de la segunda constructora más importante en el...