XII (parte 1)

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De regreso a casa encontramos a papá recostado en el sofá, aún tenía ese extraño libro consigo, mamá se acercó a saludarlo con un beso antes de dirigirse a la recámara para acostar al bebé porque se durmió en el camino.

—Hijo, ¿qué tal la velada? —me preguntó cuando acabé de cerrar y me senté con él a contarle.

Platicamos largo rato sobre el evento, las actuaciones, los obsequios, también de esa bonita cafetería a la cual prometí llevarlo, luego mi madre vino con nosotros ya cambiada y habló acerca del tema que yo omití: mi gracioso amigo, alias el reno Rodolfo a quien Tadeo quiere mucho. Ricky. La reacción de mi padre al conocer el nombre fue épica, cerró el libro y procedió a mostrarnos un lado del mismo, para ser exactos, cuando todas las hojas se apilaron podía leerse "Ricky" escrito con un plumón negro.

—¡Así que él es el monstruo! —dijo mi padre y negó con la cabeza, mamá y yo lo observamos confundidos— Mira cómo ha rayado todo y mejor ni te cuento lo que ha hecho adentro.

Mi madre y yo solo reímos, pero él continuó:

—Hijo, si a ti no te gusta el libro y es de tu amigo el monstruo, ¿qué hacía en tu alcoba?

—¿Qué no es obvio, querido? —replicó mi madre, yo ladeé la cabeza, confundido— Son más que amigos —añadió en un tono de chismorreo y abrí los ojos de la impresión, papá se puso demasiado serio, nunca lo había visto así, a mis treinta y cinco años, tragué en seco por su amenazante gesto.

—P-papá, no es así, él s-solo me ayudó en c-casa. M-mamá, no es, n-no es g-gracioso.

Tales insinuaciones me ponían los nervios de punta y traté inútilmente de mitigarlas entre tartamudeos. Sí, no podía negar que pese a ser un metiche me agradaba, a Tadeo ni se diga, pero que pensasen algo así, me hacía temblar. No tengo nada contra el LGBT, solo que eso no va conmigo más allá de haber tenido una esposa bisexual, pero eso sí que no, «no soy gay, no me gustan los tipos así de insoportables, mejor dicho, ¡no me gustan los hombres y punto!»

Mientras yo me rebanaba el cerebro, trepidando al pensar un motivo lógico para que mi madre creyera algo como eso y lo soltara así de abiertamente sin importar la reacción del viejo, ellos comenzaron a reír, papá hasta golpeó mi pecho un par de veces con el libro, muerto de risa.

—¡Debiste ver tu cara, hijo! —exclamó papá entre carcajadas y de algún modo me sentí más perdido— Tu madre y yo sabemos que te desvives por una falda, cálmate.

Suspiré aliviado al oírle y él prosiguió.

—Pero si un día resulta que sí te gusta, ten por seguro que nada va a cambiar con nosotros. —Sus palabras me obligaron a observarlo con atención, la verdad, no esperaba eso.

—Claro, cariño y si debo decirlo: ese chico es adorable —añadió mi madre e hice un raro gesto de confusión, elevando la mitad del labio superior.

No podía creer lo que escuchaba, pero decidí ignorar su charla sobre "¿cómo sería tener un hijo gay?", y me dirigí al teléfono del despacho para contestar una llamada, sin escucharlos.

—¿Hola? —pregunté en el auricular, pero nadie respondió, aunque la llamada seguía abierta— Hola, ¿hay alguien allí?

Algunos segundos pasaron hasta cortarse, fue extraño, esperé un rato que volviera a sonar, pero no pasó así que regresé a la sala para encontrar a mis padres, despidiéndose de mí antes de ir a dormir.

Algunos segundos pasaron hasta cortarse, fue extraño, esperé un rato que volviera a sonar, pero no pasó así que regresé a la sala para encontrar a mis padres, despidiéndose de mí antes de ir a dormir

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