VIII

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—Tobi, ¿cómo se te ocurre preparar un almuerzo así de elaborado para el bebé? ¡Apenas tiene un año!

—Primero, no me llames así. Segundo: Joaquín, con su vasta experiencia, me dijo que debía darle comida más similar a…

—¡Exacto! Si-mi-lar —me interrumpió de golpe—; no, igual. Tobi, condimentos, sazón, salsas y todo lo que utilizas puede hacerle mal —habló en tono burlón y se soltó a reír—. Qué bueno que ha decidido tirarla siempre. Bien hecho, Tadeito —agregó mientras le daba un apretón de manos al bebé y viré los ojos, fastidiado.

—¿Qué propones? —le dije luego de un pesaroso suspiro.

Aquel día en la cocina quedé impresionado, debo admitir que me sentí como todo un idiota al ver a ese estúpido chico cuidar de Tadeo de la forma que lo hacía. Desde que entramos, lo sentó en la encimera a su lado y cada alimento pasaba por las manos del bebé antes de llegar a la tabla de picar o tazón, algunos trocitos de zanahoria cruda se quedaban con él porque estaba muy ocupado degustando, también ayudó a extraer los guisantes de sus vainas, yo estaba fascinado solo por verlo.

—Ha estado comiendo las verduras que le doy —contestó Ricky y aunque lo decía con un claro tono irónico, puse la atención en él—, también debe comer proteína y para eso, observa.

Extrajo algunos trozos del pollo que previamente coció en agua y sal, luego de desmenuzarlos comenzó a ofrecerle junto con palitos de verduras al vapor; Tadeo comía cada cosa con entusiasmo y casi lloré con eso.

—¿Lo ves? Cosas simples, Tobi y siempre intégralo en la cocina, déjalo familiarizarse con el tamaño, forma y textura de los alimentos.

—Gracias —le dije.

No fui consciente de esa traicionera sonrisa que se asomó en mi rostro hasta que él me devolvió la suya, fue entonces cuando noté que usaba un aro en su labio inferior e incluso llegué a cuestionarme el por qué de la dirección de mi mirada; pero ese insolente chico no pudo solo callarse, volvió a abrir la boca para exasperarme:

—Siempre a tus órdenes, Tobi, digo, señor Wolf —expresó en ese tono medio coqueto y burlesco sin apartar la miel en su mirada de mí.

Luego cargó a Tadeo y junto con el pequeño plato, lo sentó en su sillita donde continuó engullendo cada alimento por sí mismo.

—¿Te gusta? —preguntó relamiéndose el labio inferior mientras regresaba conmigo y lo observé extrañado, no supe si se refería al hecho de que Tadeo comía encantado o al diminuto objeto que decoraba su boca, así que no dije nada, pero él sonrió.

Por un lado, estaba de verdad agradecido ya que, entrometido y todo, fue de gran ayuda, aprendí un par de cosas en ese momento; pero por el otro, sentía deseos de matarlo por confianzudo y descarado.

En lugar de darle una respuesta, decidí hacerle una pregunta, se me hacía curioso que siendo así de joven y alocado como era, tuviese ese conocimiento y habilidad para manejarse con un bebé:

—¿Acaso tienes un hijo, Ricky? —El chico rio algo burlón, asumo que ante mi acción evasiva.

—¿Y si así fuera? ¿Se te haría extraño?

—Sí, digo, no; quiero decir, es que eres muy joven.

—¿Qué edad cree que tengo, señor Wolf? —Reí bajo y negué con la cabeza, entonces él prosiguió—: Mis ojos han visto veintidós primaveras y no, no tengo hijos, pero sí un par de hermanos mellizos, tienen cinco años.

—¡Oh!

—¡Gran diferencia de edad les llevo! ¿No es así, Tobi?

—Sí, la verdad es curioso. Supongo que son medio hermanos por parte de tu papá, es lo que se me ocurre.

No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora