Desde que ese auto se alejó corrí a buscar el celular, necesitaba hablar con él, disculparme por lastimarlo... de nuevo. En cada timbrar me maldije sin cesar y es que seguía atónito ante mi estupidez. La contestadora volvió a mandarme al diablo hasta que llegó un momento en que salió apagado. Con rabia, lancé el aparato contra el sofá y suspiré cansino antes de desplomarme derrotado junto a él.
La frustración me ganó y un gutural quejido emergió de mi garganta en cuanto cerré los ojos y recosté la cabeza sobre el espaldar.
Recordé cada beso, caricia y sensación que había experimentado hacía apenas minutos, luego se fragmentó en millones de pedazo con la sola imagen de su lastimero semblante. Otro furioso gruñido dejé salir.
-Hijo, ¿qué pasó? -La voz de mi padre era baja y apacible, pese a eso, me provocó un respingo porque ni siquiera fui consciente del instante en que tomó asiento junto a mí. Lo observé espantado y él me devolvió una risa baja-. Lo siento, hijo. Cuéntame.
Creo que mi cara de espanto no varió, tampoco me atrevía a decirle algo de lo ocurrido con Ricky, ¿cómo podría?
-Debes saber que tu madre se siente apenada por la interrupción.
Palidecí al escucharlo. Mi padre sonrió antes de continuar:
-Hijo, no te pongas así, ustedes son demasiado obvios, hasta te cambió la cara cuando viste llegar a la calabaza -añadió en medio de risas, ¿cómo podía reír si yo estaba a punto de un paro cardíaco? Cuando la risa mermó, retomó la palabra, supuse que mi cara seguía siendo de shock-. Tobías, te lo hemos dicho antes, eres nuestro hijo, te amamos y nada cambiará, independientemente de la pareja que tú decidas, mientras seas feliz, nada más cuenta.
El terrible miedo que se había apoderado de mí, de repente mermó, las palabras de mi padre trajeron el recuerdo de esas que Ed me dijo antes de partir. Todos tenían razón y aunque ese chico había sido capaz de hacerme sentir vivo otra vez, no podía evitar asustarme, temía ser señalado, las habladurías en la empresa o donde sea serían terribles y no estaba seguro de poder soportarlo. Me hallaba en medio de una encrucijada, era imposible negar cada sentimiento que el insufrible me hacía sentir, pero el terror al mundo era enorme, aunque el dolor que mi estupidez le produjo a él sin duda debía ser peor.
Sin esperarlo, mi teléfono sonó, pese a que ya eran casi las dos de la madrugada, Ed me hacía una videollamada que me descolocó porque su norma es que pasada las diez no admitía ese tipo de comunicación. Decidí contestar, entonces lo vi pasearse en ropa interior de un lado a otro en su habitación, cada tanto se halaba los cabellos y finalmente se paró frente a la cámara a gritarme:
-¡Tob, eres un idiota!
«Como si no lo supiera ya», ese pensamiento me obligó a suspirar cansino, pero el descargo de Ed continuó:
-De verdad, no comprendo, das un paso adelante... ¡y retrocedes cinco!
-¡Lo sé! ¿Crees que no sé que volví a arruinarlo?
-Tomas, yo no estoy allá, por favor, ¡dale! -Ed le hablo con fastidio a mi padre mientras se masajeaba la frente y este enseguida me dio un zape-. ¡Gracias!
-Ed, ¿qué hago? -pregunté luego de quejarme mientras sobaba mi cabeza por el golpe. Lo vi masajearse las sienes con una mano antes de responder:
-Tob, debes enfrentar ese miedo. Hermano, no digo que salgas a la calle con una bandera arcoíris, gritando "¡soy orgullosamente maricón!"; pero si no enfrentas ese miedo, ¡vas a perder a Ricky!
-Hijo, Ed tiene razón, ya no eres un niño, los miedos del pasado debes dejarlos allá.
-Tob, tu miedo no solo te hace mal a ti, una y otra vez lo lastimas a él.
ESTÁS LEYENDO
No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO!
HumorEl señor Wolf no cree en el amor. Eso es para pobres diablos, suele decir. El señor Wolf solo ama el dinero y fraterniza con el trabajo. A sus treinta y cinco años está a punto de convertirse en socio de la segunda constructora más importante en el...