La chica no dejaba de contemplar a Ricky con ojos rasgados, él a ella con una gran sonrisa, estaba emocionado por poder conocerla, aunque debiese ocultar su parentesco. Tadeo comenzó a llamarlo y no tuvo más remedio que acercarse a mí para cargarlo mientras la escrutadora mirada de la pequeña permanecía encima de él.
—¿Es hijo de ambos?
Con esa pregunta, la niña abandonó el mutismo e involuntariamente un raro gesto se formó en mi rostro. Una risa baja se le escapó a Ricky antes de darle respuesta.
—¿Por qué? ¿Se parece a mí? —Mostró una sonrisa inmensa que dejaba al descubierto todos los dientes y parte de las encías; además, el bebé enseguida lo imitó y no pude evitar reír.
Desde que estábamos en ese lugar, ya había perdido la cuenta de todos los saludos que Ricky repartió, era realmente impresionante la popularidad del chico y cómo él bromeaba con todos, pero cuando sus conocidos que transitaban por allí lo vieron con Tadeo, cambiaron el saludo por otros comentarios:
—Ricky, se te ve bien de papito —le dijo un chico bastante afeminado acompañado por otros cuatro que afirmaron entre risitas y aplausos.
—¡Sí, ¿verdad?! —contestó mi novio emocionado— ¡Somos igualitos!
—¡Hey, Ricky, ¿y ese chiquito tan mono?! —preguntó otra joven acompañada de un grupo de chicas, quienes se acercaron a hacerle cariñitos a Tadeo.
—Es el bebé de mi novio —les dijo entusiasmado, señalándome y todas pusieron los ojos en mí, incluso algunos silbidos de admiración dejaron escapar. Aunque él lo hizo sin pensar, sentí palidecer al tener tantas miradas encima y así nació una necesidad de ahorcarlo.
Sin embargo, pronto, él y Tadeo volvieron a ser el punto focal y pude respirar, aliviado. Miré a la niña, tenía los brazos cruzados y en su escrutadora mirada se notaba que perdía la paciencia, aunque al mismo tiempo se le enternecía el semblante cuando ponía la vista en el bebé.
Y así hasta que Ricky ya no tuvo conocidos cerca a quienes saludar, fue cuando devolvió la atención a la pequeña de mirada enojona.
—¡Sí que eres popular! —exclamé sorprendido y le escuché reír, pero subió en volumen con la respuesta de la niña:
—¡Y se queda corto!
Ricky no podía dejar de reír y decidió agacharse un poco para hablarle a su altura:
—¿Así que es verdad?, me has estado siguiendo —le dijo risueño, la chiquilla puso su escrutadora mirada en mí antes de hablarme en voz baja y me provocó una carcajada:
—Soplón.
—No, cariño —le habló Ricky, sonriente y ella volvió a fijarse en él—, no es soplón; somos una pareja y nos contamos todo.
—¿De veras? —inquirió ella con notoria incredulidad, Ricky asintió con la cabeza— Entonces, ¿sabe él sobre tus encuentros con mi papá?
Ricky dejó caer la cabeza y una risa baja se le escapó antes de contestar:
—No, porque no existe tal cosa.
—¡Pero si yo los he visto! —habló fuerte y bastante molesta la niña— Desde el año pasado y siempre con secreteos.
Escuché a Ricky volver a reír, luego de un suspiro posó su sonriente gesto en ella quien se apresuró a continuar:
—La primera vez que te vi, te escondías para mirarlo, varias veces te quisiste acercar y volviste a alejarte. —Ella lucía molesta mientras le increpaba cosas, Ricky no dejaba de sonreír—. Entonces, te acercaste, pero mientras hablaban vi a mi papá enojarse y al final tú estabas triste. ¡Claramente era una pelea de amantes!
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No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO!
HumorEl señor Wolf no cree en el amor. Eso es para pobres diablos, suele decir. El señor Wolf solo ama el dinero y fraterniza con el trabajo. A sus treinta y cinco años está a punto de convertirse en socio de la segunda constructora más importante en el...