La observé atento y ella a mí, lucía joven; la verdad demasiado, no pasaba por estudiante universitaria; así que, descarté que fuese compañera de Ricky.
Su cabello rizado lo llevaba atado en un par de trenzas pegadas a la cabeza, su tez era un poco más oscura que la de Ricky, algo así como una almendra y tenía ojos de un tono avellana que apenas conseguía divisar debido a ese escrutador gesto que mantenía en mí, estudiándome.
Sus facciones finas me hacían pensar en una de esas muñecas Barbies. Sin duda, era una niña linda y en su ropa se notaba que provenía de una familia económicamente estable; aunque seguía sin saber el motivo de su presencia en ese lugar o para abordarme de tal forma.
—¿Tú eres? —le pregunté dubitativo y ella mantuvo su gesto escrutador— ¿Estudias aquí con Ricky?
—Ricky, ¿ese es el nombre del joven?
Con esa pregunta me dejaba claro que no lo conocía; así que, menos comprendí en ese preciso momento su interés por él.
—Chiquilla, no estoy entendiendo nada, ¿siquiera lo conoces?
—No me respondiste. —Su tono desafiante me obligó a arquear una ceja y ella se cruzó de brazos antes de repetir su primera pregunta.
No sabía quién era por eso me importaba un bledo admitirlo. Asentí en silencio con un raro gesto de confusión reflejado en el rostro, la chica batió los labios fruncidos de un lado a otro, pensando en quién sabe qué; cuando yo estuve a punto de romper el extraño silencio, ella lo hizo con una nueva pregunta que me obligó a contemplarla con mayor extrañeza:
—¿Y confías en él?
—Escucha, yo no tengo tiempo ni ganas de hablar sobre mi vida privada con una niña desconocida; sin mencionar que mi hijo está dormido aquí atrás... —La chiquilla dio un vistazo al asiento posterior y vi su boca convertida en una "o", yo proseguí en un tono de hastío y aparté la mirada de ella—: Así que, con permiso.
Retomé el volante y encendí el auto, solo en ese instante la chica varió su expresión, procedió a disculparse y hablarme en un tono de acelerada súplica para evitar mi partida. Suspiré cansino, volví a apagar el auto y fijé la atención en ella cuando se expresó con una voz bastante baja.
—Yo solo quiero saber.
La estudié en silencio un momento. Con la cabeza gacha, parecía un poco perdida o quizás triste. Cada vez comprendía menos qué pasaba.
—¿Qué quieres saber? ¿Quién eres? —Traté de indagar, pero no decía nada, solo se encogió un poco de hombros con mi siguiente pregunta—: ¿Qué, acaso tus padres no te han enseñado que no debes hablar con desconocidos?
—Tiene razón, pero quiero saber y nadie me dice nada.
—¿Qué haces sola en este lugar? Tú no estudias aquí, se nota.
La niña negó con la cabeza y por primera vez respondió a una pregunta:
—Mi mamá es maestra en la facultad de artes, suelo venir con ella cuando papá no está.
—Comprendo, ¿y por qué te acercas así a un desconocido? Podría ser peligroso.
—Tampoco lo hago siempre —habló en un tono de obviedad que me obligó a elevar una ceja al mirarla—. Además, los he observado bastante. —Creo que parpadeé un par de veces al escucharla, pero ella solo siguió adelante—: He tratado de hablar con él, ¿Ricky?, pero creo que soy cobarde.
Reí en bajo, parecía ser una admiradora secreta de ese chico y pensé que quizás a eso se debía su actitud previa conmigo.
—Eres aún muy pequeña y no tienes por qué estar acechando a adultos, aunque sientas algún tipo de atracción.
ESTÁS LEYENDO
No te esperaba || ¡YA EN FÍSICO!
HumorEl señor Wolf no cree en el amor. Eso es para pobres diablos, suele decir. El señor Wolf solo ama el dinero y fraterniza con el trabajo. A sus treinta y cinco años está a punto de convertirse en socio de la segunda constructora más importante en el...