VI

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El tiempo transcurrió mientras yo seguía adaptándome a Tadeo y él a mí. Algunas veces, Joaquín nos visitaba luego de su turno y me apoyaba con él, era genial tener a alguien con toda esa experiencia en el cuidado y crianza de niños, si no, creo que habría enloquecido; lamenté tener que devolverle el oso de felpa que le trajo un día, pero era necesario mantener un ambiente libre de osos desde el incidente con Ed.

Otras veces recibimos la visita de mis amigos, pero si Sebas estaba aquí, entonces Ed ni se asomaba; parecían un par de niñitas más que hombres de casi cuarenta.

-Tobías, ¿habrías sido capaz de contarle a Edy lo de Harry? -inquirió Sebas una noche.

Estábamos sentados en una banca en la redoma de juegos del complejo donde su hija menor, Samantha, de cuatro años, jugaba con Tadeo. No supe qué responder a esa pregunta.

La misma Odalys me fue infiel con un tipo hace muchos años y tuve que enterarme al verlos en plano acto, en mi cama. Ni siquiera les reclamé algo porque la mirada y sonrisa de satisfacción que mi entonces esposa me devolvió fue más que suficiente para destrozarme y así acepté de una vez por todas que entre nosotros todo murió.

Entonces me puse en el lugar de Ed, ¿habría deseado que alguien me contara antes? Pero de nuevo no hallé respuesta, en vez de eso surgió una nueva duda: ¿lo hubiese creído?

-No lo sé, pero quizás pudiste insinuar algo o hablar con Harry -le dije y sonrió con desgano.

-¿Y crees que no lo hice? -preguntó incrédulo y negó con la cabeza antes de continuar-: Amigo, yo presenté a ese par, me sentí el peor de los cupidos. -Eso me hizo reír, él se pegó a su botella de agua y una vez pasado el líquido prosiguió-: Hablé con Harry en cuanto lo supe, me juró que solo fue un desliz y no se repetiría, de hecho, después comentó sobre el viaje con Edy a las montañas y oye, pensé que intentaba solucionar las cosas.

-¿Le has contado esto a Ed?

-¡No me deja ni hablar ese idiota! -exclamó hastiado, pero antes de volver a pegarse a su botella, fijó la vista al frente y se levantó de golpe, yo lo seguí con la mirada y sentí un golpe en el pecho-. ¡Samy, no hagas eso! -gritó a su hija mientras ambos corríamos hasta el tobogán más alto donde la niña lanzaba a Tadeo de cabeza.

El corazón casi se me salió por la boca y todo pasaba en cámara lenta, vi a Tadeo descender por la resbaladilla, las voces alrededor de mí se oían distorsionadas y no sé ni cómo conseguí aterrizar de un salto, justo en el borde para atajarlo.

Tirado de espalda en el suelo, con la vista fija en la luna llena que iluminaba el cielo y la risa de Tadeo mientras reposaba sobre mi pecho, sonó dentro de mí el tercer movimiento de Eroica, el scherzo vivace, conforme sentía retornar el alma al cuerpo. Yo acababa de sufrir un mini infarto y ese pequeño casi pedía otra lanzada.

No sé cuánto tiempo pasé en la misma posición hasta que la imagen de la luna fue interrumpida por un sujeto rubio con coleta y sonrisa nerviosa. Sebas me tendía la mano para ayudarme a incorporar.

-Te juro que lo siento, Tobías -me dijo un poco nervioso al sentarme-. Son cosas de niños.

-Sí, supongo -apenas balbuceé, enseguida revisé a Tadeo para verificar que todo estaba en orden-. ¿Cómo puedes reír así de tranquilo, bebé?

 ¿Cómo puedes reír así de tranquilo, bebé?

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