Parte 37

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Aunque Anton se había mantenido se había mantenido ocupado con sus deberes luego del baile de Elsa, no podía quitar de su mente s Freydis. Quizá no habían convivido mucho, pero pasaron tiempo juntos, mientras seguían con los preparativos de ese baile; también bailaron un par de piezas y había tratado de calmar a la joven cuando Catherine desapareció. Eso bastó para que el chico sintiera que había algo en Freydis que le atraía. Anton sabía que su padre no lo aprobaría, sin embargo, él quería volver a ver a la castaña; ya sabía dónde encontrarla así que podría ir pedirle que salieran juntos, conocerse mejor y, quizá, así saber si lo que sentía era realmente amor o sólo afecto por una amiga.

Anton dejó pasar un par de días hasta armarse del suficiente valor para ir a la universidad de medicina para hablar con Freydis. Por suerte, llegó justo en el descanso y la encontró sentada en una banca del campus con una de sus compañeras. Mientras caminaba hacia ellas, notó la forma rara en la que la veían algunos estudiantes, aunque no supo a qué se debía.

– Hola Freydis ¿Cómo has estado? –La joven dejó de hablar con su amiga para poner su atención a quien la había saludado. Al ver de quien se trataba, no puedo evitar levantarse de un salto por la sorpresa.

– ¡Anton! Ho...hola ¿Qué... qué haces aquí? –Las personas que pasaban dejaron de mirar a la chica y comenzaron a poner atención al príncipe que visitaba su escuela. Eyra era la menos sorprendida. Ella esperaba que Anton viniera a visitar a su amiga en cualquier momento.

– Quería... bueno... ver cómo estabas.

– Estoy bien, gracias.

Por un momento ambos se quedaron callados mirándose con una sonrisa; aunque a Eyra no le gustaba la manera en la que los otros estudiantes los miraban. Una cosa era que los miraran con sorpresa, pero otra que los vieran con desaprobación. No eran nadie para decir si estaba bien o no el afecto que había entre los jóvenes.

– Escuchen, tortolitos, es mejor que vayamos a un lugar más privado para que puedan hablar. –Freydis miró a su alrededor y entendió a lo que se refería su amiga.

– Vayamos a mi dormitorio.

Al llegar a la habitación de las chicas, Anton se sintió algo cohibido, pero no dejó que se le notara; después de todo, quería invitarla a salir y no podía parecer tan nervioso antes de tiempo. Las chicas prepararon un poco de té, le sirvieron una taza y se sentaron a disfrutarlo acompañado de galletas.

– Noté cómo te veían algunos de tus compañeros ¿A qué se debe?

– A Catherine. Saben que es mi hermana y... bueno, creo que no les gusta estar tan cerca de alguien que lleva su sangre.

– ¿Eso no te molesta? –A Anton le sorprendió la tranquilidad con la que lo dijo.

– Mi hermana ha pasado por cosas peores. Además, no me importa lo que ellos piensen de mí; sólo me molesta lo que piensen de Catherine. Incluso mi mejor amiga parece compartir sus ideas. –Miró con un pequeño reproche a Eyra.

– Ya me disculpé. Y no es sencillo olvidar todos los cuentos de terror que hay sobre ella. Hasta tu amigo el príncipe vio de primera mano todo lo que ella hizo. –Anton pareció dudar. No quería hablar de eso si a Freydis le molestaba. Por fortuna, no tuvo tiempo de hablar, ya que la castaña se le adelantó.

– Sí, conozco esos cuentos, y conozco la verdad, por eso considero a mi hermana un monstruo.

– Dejemos de discutir por eso. Me parece que el príncipe quiere decirnos algo. –Ambas miraron a Anton esperando a que hablara.

– Eh... bueno... verán... Freydis... yo quería... vine a ver cómo estabas y... y quería.... –Eyra sonrió al ver al príncipe tartamudear. Sabía lo que trataba de decir, así que decidió darles su privacidad.

¿Cómo hacerle entender?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora