Capítulo IX: Caso Demoníaco Cerrado

37 7 16
                                    

—Te enteraste de lo sucedido, o mejor dicho, de lo que "casi" sucede, ¿verdad? —pregunto Naamah, tras un segundo de incómodo silencio, desviando la mirada al suelo y sujetándose los codos, e intentando sonar indiferente, pero en su mirada se notaba una creciente vergüenza y miedo que intentaba ocultar.

—Sí... —respondió Israel a secas con absoluta seriedad.

—Pues... para aclarar las cosas, yo intente con todas mis fuerzas decírtelo al inicio de la pelea... Pero no me diste oportunidad. Así que no deberías quejarte, diciendo "por qué no te lo dije antes".

—Lo sé.

—Uh... Ya sabía que te pondrías así... —dijo Naamah dando un suspiro molesto, para un segundo después dirigirle la mirada a su primo ángel, aunque de vez en cuando desviaba la mirada por un momento—. La verdad es que... Desde que tuve mis primeros dientes, mis padres me han alimentado con carne humana. Y yo lo he disfrutado. No soy la típica demonio única y diferente, que solo come para saciar su hambre porque odia la carne humana. Al contrario, adoro comer carne humana; el hígado, el cerebro, el corazón y los pulmones, son manjares irremplazables para mí paladar. Comer humanos es tan adictivo para mí, como lo es la cerveza para un alcohólico. Y por eso, el haber tenido que pasar tanto tiempo sin probar mi "droga", he estado sufriendo de... un "poquito" de ansiedad...

—¿Un "poquito"?

—Está bien, mucha ansiedad —se corrigió Naamah con un tono molesto y bajando los brazos—. El punto es que esta maldita ansiedad no la soporto. Israel, esto de tener hambre y pasar tanto tiempo sin comer, es nuevo para mí. Yo jamás he sufrido de hambre, ni tampoco he durado tanto tiempo sin comer humanos. Poco después de que entraste al templo, yo intente buscar con mi energía Chi algo para entretenerme. Estaba muy aburrida, ya que no suelo pasar tanto tiempo sin hacer nada. Pero entonces vi una aldea humana y... y perdí el control.

»¡Pero al final no hice nada! —exclamó Naamah al instante, denotando desesperación y un visible temor—. ¡Pude haber atacado esa aldea y devorado a todos pero me detuve a tiempo! ¡Y eso fue gracias a ti; por miedo a decepcionarte luche contra mi hambre y mi naturaleza, y es porque en serio eres alguien muy importante para mí! A pesar de que jamás hemos convivido como familia, hablo con toda la sinceridad del multiverso cuando digo que te aprecio mucho. ¡Y por eso temía que al decirte sobre mi ansiedad por carne humana nuestra amistad se arruinaría...!

Naamah guardó silencio cuando, para su absoluta sorpresa e incomodidad, recibió un cariñoso abrazo por parte de Israel. Sin importarle que los cuernos en la cabeza de la diablesa le hicieran daño, se acercó a ella, la tomó de la cintura con la mano izquierda, y la sujeto de la nuca con la mano derecha, para acercarla a él. Además debido a que Israel era unos centímetros más alto que Naamah, la frente de ésta acabó tocando su nariz. Pero los cuernos no le hicieron ni un rasguño a la dura piel de su cuello.

La diablesa, aunque quería apartarse por la vergüenza que sentía al estar en un momento de "vulnerabilidad" frente a otros, también sentía una necesidad de corresponder el abrazo. Tal contradicción de emociones la hizo quedar paralizada, y no saber qué hacer o cómo reaccionar. Pero ante todo eso, tenía una duda que ella ansiaba aclarar.

—Idiota... ¿por qué sigues siendo tan amable con una malvada demonio, que estuvo a punto de comerse unos niños humanos? —pregunto Naamah con un tono molesto, y teniendo la mirada baja.

—Je, discúlpame por decirte esto, pero tú eres la idiota —respondió Israel con un poco de humor divertido—. Los mismos Karttikeya y Murugan me lo confirmaron; al final no atacaste esa aldea. Eso ya de por sí demuestra que luchaste contra tu propio instinto, y triunfaste. Además, solo porque seas una demonio, no significa que seas malvada. Después de todo, no solo fuiste la primera que me dio algo de diversión en la poca infancia que tuve, sino también me enseñaste que mi poder no decide en quién me convertiré.

Immortalem: Duelo de DeidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora