Capítulo XXX: Nezha vs Poseidón (II)

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[Torre n1 del Torneo Parabellum: Habitación de Rudra]

Al finalizar cada ronda, los inmortales podían ir a una habitación privada a descansar, si es que no necesitan ir de urgencias a una sala médica. Por lo tanto, Rudra fue directo a su habitación a descansar, y ver los combates de sus conocidos. Aunque por supuesto, él no estaba solo en su área privada.

—¡Ah, ah, ah!

La habitación resonaba con los fuertes gemidos de Gaia, quien se encontraba en un salvaje rito de apareamiento con Rudra, en medio de una cama lo bastante grande y ancha como para que durmieran diecisiete personas.

El dios-tigre se hallaba sentado, cruzado de piernas, con Gaia sentada encima de él mirándolo de frentes, estando ambos desnudos en su totalidad. La titanidea se aferraba a su amante rodeándole la cintura con las piernas y el cuello con los brazos, mientras él la sujetaba de la cintura con ambas manos y la hacía rebotar de forma brusca.

Además, en apariencia Rudra ya no tenía heridas visibles. Aunque no solo en lo superficial, porque dentro seguía cansado y herido tras su batalla. No obstante, con el tratamiento "especial" de sus amadas compañeras, se recuperaría pronto.

—Oye Gaia ¿Puedes bajar el volumen de tu voz? ¡No me dejan escuchar la pelea!

Se quejó Nintu con molestia y envidia, estando sentada en el borde de la inmensa cama con nada más que un paño cubriendo su cuerpo. Y no era la única; en la habitación se encontraban las demás compañeras de clan de Rudra, obvio a excepción de Brynhildr. La mayoría se encontraba sentada en los bordes de la cama, mientras que el resto estaba sentada en sofás que estaban cerca.

Todas ellas se cubrían nada más que con simples paños, ya que aguardaban su turno para estar con Rudra. Todas excepto Waresa, quien también estaba desnuda, y se hallaba sentada detrás de Rudra, dándole masajes suaves alrededor del cuerpo con las manos envueltas en una luz mágica de color azul, haciendo que las heridas en el cuerpo del dios-tigre, ahora cicatrizadas, sanarán más rápido. Además, como extra, le daba un cariñoso beso en los hombros.

—¡Sabes que no puedo evitarlo...! ¡¡Ah, ahhh!! —respondió Gaia, acelerando el movimiento de sus caderas, consumida por un electrizante placer que solo podía describir como estar en el paraíso.

—¿Ya te sientes mejor, cariño? —preguntó Waresa denotando preocupación de un modo casi exagerado.

—Desde que empezaste el tratamiento. Pero no hace falta que sigas curándome; cuando recupere suficiente Prana, mis heridas sanaran solas y quedaré como nuevo —decía Rudra con un tono disgustado, a la vez que ayudaba a Gaia rebotar sobre la pelvis de él.

—¡Ohhh! No tienes que avergonzarte, querido tigrillo —decía Sekhmet con una sonrisa burlona y mostrándose enternecida.

—¡Claro, después de todo si terminas muy herido durante una pelea, podemos ayudarte a que te recuperes más rápido! —agregó Awilix dando un par de aplausos con alegría intensa y tierna.

Rudra por su parte solo gruño de molestia, más por la vergüenza que sentía ahora mismo que por los comentarios divertidos de sus compañeras leona y jaguar.

De vez en cuando Rudra regresaba a su hogar con heridas tan graves, que tardaban mucho en sanar. Por eso sus compañeras de clan se dedicaban a sanarlo, aplicando los métodos tradicionales de sus respectivas tierras, en medio del apareamiento.

Immortalem: Duelo de DeidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora