Capítulo XII: Protector vs Soldado (I)

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[Recuerdo]

—Así que tú eres el guerrero destinado a detenerme...

Comento, con una imponente voz dura cual rocas y de tono alto cual trompetas, un Rakshasa de más de dos metros. Como todos los de su especie tenía colmillos sobresalientes y unos cuernos en la cabeza, siendo en el caso suyo seis cuernos. Sus ojos eran dorados por completo, mientras que su piel era negra como la obsidiana. Tenía una larga cabellera blanca como la nieve, y sus rasgos le daban a su rostro un aire joven, aunque era tan musculoso que poseía una constitución bastante robusta. Y como ropa traía una armadura completa de estilo indio hecha de oro puro, junto con pantalones holgados amarillos y guanteletes con forma amenazante.

Era el antiguo Rey Demonio Taraka.

Y frente al Rey Demonio, a pocos metros, yacía parado un Karttikeya que aparentaba 18 años, vestido con una armadura ligera dorada y su pantalón holgado rojo, pero rasgado y dañado como resultado de una feroz batalla reciente.

—Hermano...

Dijo, con una voz débil y feliz, un Asura ensangrentado que yacía tumbado de espalda a los pies de Taraka, en medio de un gigantesco cráter ubicado en lo más alto de una colosal ciudad que, por la oscuridad de la noche, brillaba por las luces de los Barcos Voladores luchando en el cielo, las llamas azules que cubrían varias casas de tecnología avanzada y los choques de poder entre guerreros Rakshasas y mortales hinduistas.

El Asura era bastante parecido a Taraka, solo que un poco más mayor, y aunque carecía de colmillos y cuernos contaba con orejas puntiagudas, su piel era de un tono blanquecino, tenía el cabello negro, los ojos de color rojo y su físico era menos robusto y pequeño. Y como ropa llevaba los restos de un pantalón holgado de color blanco, y un set de armadura india ligera de color violeta con plumas de pavo real como adorno.

Era el antiguo Dios Supremo de los Asuras y hermano mayor de Taraka, Surapadma.

—Hermano... intente vencer a este enemigo... —decía Surapadma con pesar y tristeza—. Pero... no pude ganar... Lo siento mucho... Lo siento...

—Está bien hermano mayor... —dijo Taraka inclinándose para ver a su hermano mayor caído, y luego le sujeta del brazo derecho con ambas manos—. Tú y tu hijo dieron su mejor esfuerzo para defender este reino. Ahora puedes descansar, porque ya estoy aquí: ahora yo personalmente me encargare de terminar con esta molestia de una vez por todas.

—Gracias... hermano... —dijo Surapadma esbozando con esfuerzo una sonrisa, para después caer inconsciente por las terribles heridas y el agotamiento.

Tras asegurarse de que su hermano mayor no tenía heridas fatales, Taraka puso la mano derecha de Surapadma en el suelo con delicadeza, y procedió a ponerse de pie para encarar al joven que dejó en ese estado a su hermano mayor y además está amenazando su imperio.

—Llegó el momento de afrontar nuestro destino, hijo de Shiva —dijo Taraka frunciendo el ceño y teniendo una voz iracunda, mientras dirigía la mirada hacia su adversario.

—Esto no tiene que terminar así, Taraka —dijo Karttikeya con un semblante serio y molesto—. Mira a tu alrededor: mira todo lo que ha llevado tu descontrolado deseo de venganza. ¡Detén esta locura antes de que sea demasiado tarde!

—Te equivocas niño; ya es demasiado tarde, sobre todo ahora que estoy tan cerca de obtener mi venganza —decía Taraka, mientras empezaba a caminar con lentitud a su lado derecho, sin dejar de ver al joven dios—. En cuanto termine los problemas que has traído desde tu nacimiento, continuare esta guerra. Y cuando consiga mi victoria, el único lugar que conocerán los Devas será la frialdad de una celda en lo más profundo de mi reino, y los humanos serán "educados" para solo adorarnos a nosotros.

Immortalem: Duelo de DeidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora