Capítulo X: Karttikeya vs Ares (I)

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[Presente. Torneo Parabellum: Habitación del Equipo Cuzco]

—Ya veo... Así fue como ustedes dos terminaron aquí...

Dijo, denotando bastante asombro en su mirada juvenil, un joven humano de apenas 15 años y origen andino, sentado al lado izquierdo de Israel en un sillón rojo. Tenía la piel bronceada y el cabello negro corto hasta las mejillas. Sus ojos eran de un color marrón claro, y poseía una marcada musculatura que demostraba cuánto esfuerzo físico y duras luchas hacía desde muy temprana edad. Vestía un simple pantalón marrón oscuro, sandalias, poncho inca de color verde, y aparte tenía en su muñeca izquierda una pulsera hecha de tela roja.

Era Cuzco, un joven humano campesino de un pueblo del Territorio Inca, aparte de ser también el encargado de elegir a los peleadores inmortales del Equipo Cuzco.

—Sí, básicamente —dijo Israel sonriendo con pena, mientras se rascaba la mejilla derecha.

Resulta que el joven humano inca, por curiosidad, quiso saber el motivo por el que Israel peleaba en ese torneo. Y entonces el ángel pelirrojo paso a relatarle un resumen del inicio del viaje que hacía junto a la diablesa, para encontrarle un nuevo hogar a ésta última.

—Y pensar que el torneo al que se refería la Señora Durga era este —dijo Naamah, mientras recordaba el día en que conversaron con la esposa de Shiva, y entonces supieron sobre el Torneo Parabellum—. Hubiera preferido un torneo de comida, o un concurso de belleza. En ambos sin duda yo ganaría, y por lejos.

—Jamás creí decir esto, pero estoy de acuerdo contigo en que hubiera sido mejor otro tipo de torneos, así sea esos —dijo Israel apoyando el codo derecho en el reposabrazos y tapándose el rostro con la mano derecha—. Pero las reglas son claras: el inmortal participante, si lo desea, deberá recibir una compensación si gana la Batalla de Inmortales en las que fue solicitado. Y entre las Leyes Universales y de los Panteones, ninguna prohíbe pedir como compensación una audiencia con los que lideran un Panteón, o pedir un posible traslado a un Panteón específico. Y si nuestro equipo logra ganar, entonces la probabilidad de conseguir nuestro deseo está asegurado un noventa y nueve por ciento.

—Cierto. Y por lo menos, la balanza está a nuestro favor, gracias a que el niño humano inca si hizo buenas elecciones, a diferencia de los humanos japoneses del equipo contrario, que solo eligieron en base a la popularidad, conocimiento parcial y fanatismo hacia los griegos y nórdicos —dijo Naamah, para luego esbozar una divertida sonrisa—. Escuche que al principio los inmortales de la lista del equipo contrario era así: Bishamonten, Susanoo, Zeus, Odín, Thor, Apollo, Poseidón, Anubis, Buda VI Gautama, Heracles, Loki y Shiva.

»Pero como el niño inca se les adelanto no pudieron elegir a Susanoo. Y Bishamonten rechazó la solicitud por miedo al saber que Rudra también iba a participar. Además, como Siddharta Gautama es uno de los Budas Humanos más débiles, él mismo rechazó la solicitud de participar en el Torneo. Anubis se negó a pelear porque le molesto mucho que solo lo hayan elegido por su popularidad, y no por sus habilidades. Loki fue mandado a la sala médica por un príncipe Asura, que de paso reemplazó su lugar en el torneo.

»Shiva rechazó la solicitud de pelear porque detesta las luchas "innecesarias". Odín rechazó la sola idea de participar porque también escuchó que Rudra iba a pelear en nuestro equipo, por lo que también se retiró por miedo ¡Je, je, je! Y por último Zeus fue reemplazado a la fuerza por Buda I. ¡Je, je! No sé qué humanos eligieron para organizar el otro equipo, ¡pero en serio que son unos completos tarados! ¡Ja, ja, ja! —decía Naamah empezando a reírse mientras se sujetaba la frente con una mano y con la otra se agarraba el estómago.

Immortalem: Duelo de DeidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora