Capítulo XLIX: Disciplina vs Violencia (I)

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[Torneo Parabellum: Habitación de Rudra].

No mucho había cambiado con la revelación del segundo Pranayama de Skanda. Ya que la mayoría de las compañeras de Rudra eran conscientes de las ventajas y desventajas de ese poder. Es por eso que estaban igual que el dios-tigre: no sabían quién sobreviviría al final ni cómo acabaría este combate.

Por otro lado ahora la cama estaba casi toda rasgada y manchada de sangre. Awilix yacía acostada boca abajo, con Rudra detrás de ella embistiéndola con intensidad animal, sujetándola del cuello y las delgadas caderas con las garras clavadas en su piel, mientras la diosa-jaguar gruñía con ferocidad y se aferraba a la cama de tal forma que las rasgaba con sus propias garras.

Dziewanna y Shakti se encontraban a ambos lados de Rudra, acariciando y lamiendo a su amado para limpiar la sangre seca en el pelaje de su cuello, rostro, hombros, brazos y pecho. Las tres Reinas Bestia también estaban manchadas con sangre seca —era más notable en la Reina Lobo—, aunque sus heridas ya habían sanado por completo.

El Rey Tigre le devolvía el cariño a sus tres hermosas y fuertes hembras bestia, lamiendo el rostro de sus dos esposas y la cabeza de su concubina. Pero de vez en cuando dirigía una breve mirada a lo que pasaba en el actual combate; sus preocupaciones comenzaban a notarse, debido a que el rumbo del combate era tal cual como él teorizaba.

Aunque a pesar de las preocupaciones, el rumbo actual del combate también le trajo recuerdos de aquellos días estresantes, hilarantes y emocionantes, en los que aún tenía la responsabilidad de disciplinar y guiar a Skanda.

Rudra empezó por enseñarle a reconocer su propia naturaleza para hallar la paz consigo mismo. Luego pasó a enseñarle a dirigir su furia a un objetivo específico, mediante prácticas de Muay Boran. Y también compartió con él las lecciones que aprendió de Karttikeya, sobre las Ocho Virtudes.

Fue un entrenamiento que duró años. La inseguridad, el pesimismo y la culpa que Skanda tenía en esta época hizo muy difícil que hubiera un avance en los primeros meses. Pero San Gabriel, Nezha y Zhu Rong lo ayudaron a continuar con el entrenamiento. Y con el tiempo el exiliado dios hindú comenzó a amar el boxeo conocido como Muay Boran.

La pasión por las Artes Marciales le devolvía la seguridad en sí mismo, y lo motivaba a esforzarse al máximo en cada sparring, ejercicio y combate de práctica. Era tal su motivación que, mientras viajaba por algunas aldeas humanas Vanir para conocer esa parte pacífica y hermosa del Territorio Nórdico, también se ejercitaba y ponía en práctica algunos movimientos de Muay Boran al aire libre. 

Y en uno de esos viajes conoció a cinco niños humanos; tres rubios, uno pelirrojo y otro pálido pelinegro de ojos azules.

Eran niños nórdicos de aldeas humanas Vanir, cuyos padres murieron durante las invasiones de los vikingos adoradores de Odín y los romanos adoradores de Zeus. Y a raíz de esos eventos traumáticos, ellos juraron ser fuertes para vengar a sus padres y pueblos. Así que buscaron al "guerrero extranjero" (Skanda) para aprender a pelear sin armas. El joven dios hindú se sintió conmovido por la determinación de esos niños, y también reconoció que en ellos aún había esperanza.

Sabía que en una tierra tan corrupta y degenerada como el Territorio Nórdico, se necesitaban guerreros de buen corazón para lograr un cambio. Y también quería evitar que esos niños se convirtieran en lo mismo que él era en el pasado. Así que decidió empezar por educarlos con el código de honor que aprendió de Rudra. Primero les enseño las Ocho Virtudes del Muay Boran que debían seguir. Luego de asegurarse de que habían aprendido lo esencial, los entreno con ejercicios de sparring tal como le enseño Rudra.

Immortalem: Duelo de DeidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora