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Esa noche tomé un taxi hasta el club, lo cual fue un error. Un tráfico inusual hizo
que llegara a las nueve y tres minutos. Fui corriendo al despacho, pero Lisa me detuvo en la barra de arriba.

—Jimin y el dueño guapo ya están dentro —dijo por encima de la música mientras jugueteaba con un mechón de su pelo rubio—. Jungkook me ha dicho que esperes aquí. Ya te dirá cuándo quiere verte.

—¡Maldita sea! Tampoco he llegado tan tarde ¿no?

—No. Hará diez minutos que entraron. No tienen ni idea de a qué hora has llegado.

Me tranquilicé, agradecida por que mi exclusión de aquella reunión no se debiera a que me había retrasado. Me senté en el taburete de la barra que estaba más cerca del despacho y dejé la bolsa con el ordenador en el suelo, a mis pies.

—Espera, Hana —dijo Lisa saliendo de la barra—. Deja que te vea.

Me volví a poner de pie y me giré para mostrarle mi atuendo. Lo había elegido porque el color le daba un toque de mujer de negocios, pero la falda ajustada y negra era más propia de un club nocturno que de una secretaria de oficina.

—¡Joder, chica, vas muy bien! —La aprobación de Lisa me tranquilizó más de lo que ella se podía imaginar. O puede que sí se lo imaginara. Era una buena amiga.

—Gracias. Necesitaba saberlo. Sobre todo después de lo de anoche con el señor Descontento.

—Ahora el Nazi de la Barra y de la Ropa.

Me reí y volví a subirme en el taburete. El mismo en el que Jungkook se había sentado la primera vez que le vi.

—Oye, ¿sabías que él es el tipo del traje del que te hablé? El que me dio los cien mil wones.

—¡Te estás quedando conmigo!

—No. ¿Crees que quiere que se la chupe para conseguir el ascenso?

—¿Tan malo sería que fuera así?

—Sí. Sería absoluta y maravillosamente horrible. —Pero, sobre todo, lo más horrible era que aquella idea no sonaba tan mal.

Mientras trataba de vaciar mi mente de las imágenes de una mamada a Jungkook, me puse a contemplar la sala. Estaba a medio gas, incluso para ser miércoles por la noche. Desde la barra, tenía una visión completa de las diez salas en forma de burbuja que rodeaban el perímetro de la planta superior.

Aquellas burbujas eran lo que más resaltaba del Nocturnes. Cada una de ellas, con su forma redonda, tenía una pared de cristal que daba a la pista de baile de la planta de abajo y contaba con un acceso privado, como los palcos de un estadio.

Todas tenían un asiento circular alrededor de una mesa donde cómodamente cabían ocho personas. Aquellas burbujas eran un lugar relativamente tranquilo y discreto, pese a seguir formando parte del club. Cuando se encendía la luz de las que estaban ocupadas, las paredes del exterior de las burbujas tenían un resplandor rojo. Solo dos estaban encendidas. Una lástima. Si el club tuviera la notoriedad que podía alcanzar, esos habitáculos se llenarían a los diez minutos de abrir.

—Dios, espero que esto mejore —dijo Lisa echándose sobre la barra a mi lado—. No puedo pasar toda la jornada a este ritmo. ¡Es muy aburrido!

—Yo también lo espero. —Ya debería habernos invadido la clientela veraniega. La falta de trabajo me hizo sentirme más segura en cuanto a mis ideas para el club. Me moví inquieta, deseosa de entrar en el despacho para compartirlas con mis jefes.

—¿Qué has hecho hoy ? —preguntó Lisa.

—Me he pasado toda la mañana preparando una presentación en PowerPoint. Me acosté a eso de las dos.

Lisa entrecerró los ojos.

—Tienes que dormir más, Hana.

—No. Cinco horas es suficiente.

La verdad era que me sentía bastante bien. Ordenar mis mejores ideas para el Nocturnes en una presentación había resultado muy terapéutico, pues así calmé mis preocupaciones respecto a mi futuro en el club. Jungkook no me despediría después de ver cuánto tiempo y esfuerzo había dedicado al negocio, ¿verdad? No si mis ideas eran buenas. Y yo sabía que lo eran.

Me saqué el teléfono del sujetador, donde lo guardaba —no había bolsillos en mi ajustadísimo vestido—, y miré la hora. Eran casi las nueve y media. ¿Cuánto tiempo me iban a tener esperando?

Salieron unos minutos después. Me puse de pie en cuanto los vi, me alisé el vestido y miré a Jungkook, deseando ver en su cara una muestra de aprobación. Pero la expresión que me dedicó me cortó la respiración: un gesto de absoluto poder y dominación masculinos. A pesar de la oscuridad del club, noté cómo sus ojos me examinaban detenidamente, del mismo modo que lo hacía cada vez que nos veíamos. Una vez más, sentí que tiraba de mí con su abrumador magnetismo y el corazón se me aceleró solo con verle. Las piernas se me volvieron de gelatina y las rodillas se me doblaron, haciendo que el cuerpo se me venciera hacia delante.

En sus brazos.

Él me agarró con una elegante soltura que se contradecía con la firmeza del cuerpo que me mantuvo en pie. Mis manos se agarraron a su camisa —¿cómo las había metido por debajo de su chaqueta?— y contuve el deseo de pasarlas por los firmes pectorales que noté debajo de ellas.

Él malinterpretó mi movimiento y pareció pensar que trataba de buscar una mayor estabilidad.

—Hana —su voz fluyó hacia mí como un líquido sexual—, ya te tengo.

«Ya te tengo» . Desde luego que me tenía.

—Hana, ¿estás bien? —Jimin asomó por encima del hombro de Jungkook.

¿Tenía que preguntarlo? ¿No veía que me estaba ahogando de deseo?

—Sí —conseguí decir—. Estoy…, eh…, zapatos nuevos.

Jungkoon bajó los ojos hacia mis sandalias adornadas con piedras de bisutería.

—Son bonitas. —Su voz salió tan grave que retumbó y se me hizo un nudo en el estómago al oírle.

—Ah, gracias. —Estaba respirando de forma entrecortada. Me avergoncé cuando me di cuenta de que seguía en los brazos de Jungkook. Me solté y me puse de pie.

—Siento que te hayamos hecho esperar. —Las manos de Jungkook siguieron sobre mi cuerpo hasta que recuperé el equilibrio—. Tenía que hablar con Jimin de unos cuantos asuntos en privado.

—No hay problema. —Aún sentía el calor de las manos de Jungkook sobre mi piel desnuda. Para distraerme, empecé a hablar de trabajo—: Tengo muchas ideas sobre el club de las que me gustaría hablar. He traído mi ordenador portátil.

Los labios de Jungkook se curvaron con un atisbo de sonrisa, unos dientes parecidos a los de un conejo, casi se muestran, al menos la diferencia de tamaño pude nortala.

—Qué detalle. Queda con Jimin. Estoy seguro de que estará muy interesado.

«Qué detalle» . Como si hubiera hecho algo bonito. Algo propio de un niño grande. Vay a condescendencia de mierda. Se me cayó el alma a los pies. La verdad es que no tenía por qué sentirme tan decepcionada. No me habían pedido que preparara nada. Había sido mi hiperfocalización. De hecho, ni siquiera sabía por qué me habían invitado a la reunión. Sobre todo en ese momento, que parecía que había acabado y yo no había asistido a ella.

—¿Qué te parece mañana, Hana? —sugirió Jimin—. Vas a abrir de todos modos. ¿Por qué no vienes antes? ¿Te dará tiempo de llegar a las seis y media?

—Sí. Dejaré aquí el ordenador, si no te importa. —Me agaché para recoger la bolsa, pero Jungkook la cogió antes que yo.

Se la dio a Jimin.

—Jimin, ¿puedes guardar esto en el despacho Tengo que comer algo. Hana vendrá conmigo. He reservado una de las burbujas. —Entrecerró los ojos mientras miraba las que estaban vacías—. Aunque al parecer no hacía falta ninguna reserva.

Yo me puse tensa ante la última exigencia de Jungkook. ¿Por qué no venía Jimin con nosotros? ¿Tenía pensado Jungkook despedirme delante de un salmón rebozado con nuez? ¿De qué era de lo que habían estado hablando en privado?

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Adiction - jjk [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora