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Al día siguiente me desperté pensando en Jungkook. Otra vez. Yo nunca había
programado el sexo y saber que formaba parte de la agenda del día me hizosentir un nudo en el estómago y que el coño me palpitara. Pero con el recuerdo constante en mi cabeza de lo que había dicho, los movimientos que habíahecho…, mi botón de alarma empezó a sonar. Me pregunté, como había hechomuchas otras veces en mi vida, si estaba condenada a vivir o bien obsesionada con mis relaciones o bien obsesionada con saber si estaba obsesionada con ellas.

Con tres horas aún hasta el momento en que había quedado con Jungkook en suloft, tenía que ocuparme de mi ansiedad. De lo contrario, estaría demasiado tensacuando le viera y dudaba incluso que su mágico encanto pudiera relajarme.

Decidí salir a correr y enseguida me arrepentí. Salir a correr a mediodía eraun sufrimiento en verano, sobre todo cuando me había acostumbrado a hacerlocon el fresco de la mañana. A mitad del recorrido que tenía pensado, bajé elritmo y empecé a pasear. Nada de eso sirvió para tranquilizar mi mente. El calor,el ejercicio… Aún no podía dejar de hacerme preguntas sobre Jungkook, qué estaba haciendo y qué iba a hacerme cuando le viera.

Por casualidad o por obra del inconsciente, me vi caminando cerca de laiglesia de Myeongdong, donde se reunía mi antiguo grupo de Adictos Anónimos. Lohabía descubierto en el punto de máximo apogeo de mi trastorno obsesivo, unlugar donde adictos nada típicos nos juntábamos para hablar de todo, desde adicción a los videojuegos hasta las compras compulsivas. Había dejado deasistir con regularidad, pues llevaba varios años sin sufrir ninguna crisis, peroquizá pasarme ahora no fuera una mala idea.

Entré, bajé a las salas de reuniones del sótano y vi que estaba terminando unasesión dirigida por mi dinamizadora preferida. Esperé en la parte de atrás hastaque acabaron y, a continuación, me acerqué a Nancy.

—Vaya, aquí viene alguien a quien no veía desde hacía mucho tiempo —dijoNancy lanzando los brazos hacia mí con un abrazo amistoso. Su pelo me golpeócon docenas de largos mechones—. ¿Debo preocuparme por verte?

—Aún no lo sé. ¿Tienes tiempo para hablar?

—Un poco. ¿Quieres un café en el bar de la esquina?

—Sí.

Mientras caminábamos, puse a Nancy al día sobre mi graduación y lasperspectivas de ascenso en el club, así como sobre el golpe que Yoongi me habíaasestado al retirarme su ayuda económica. Nancy me había estado asesorandoen muchos de mis problemas familiares y probablemente conocía mejor que nadie la complejidad de mi relación con mi hermano.

—¿Te irá bien sin la ayuda de Yoongi? —preguntó Nancy cuando nos sentamosen la puerta, cada una con un café helado.

De forma implícita, me estaba diciendo que se refería a algo más que aldinero. Las situaciones estresantes conducían a recaídas de trastornos mentales yquería saber si yo estaba lo suficientemente estable como para resistir.

—Puede ser —respondí con un suspiro—. Creo que sí. Yoongi no ha sido demucha ayuda con ninguno de mis problemas, excepto el económico. Y ya hesolucionado lo del dinero.

—¿Sí? Eso es estupendo. Aunque intuyo que hay algún «pero» .

—Pero hay un hombre.

—Ajá. —Apoyó la espalda en el asiento y se cruzó de brazos—. Continúa.

Hice una pausa, sin estar del todo segura de cómo explicar mi relación conJungkook; quería dar datos, pero sabía que no podía. Intenté precisar exactamentelo que me preocupaba y expresarlo de la forma más sencilla posible.

—Trabajamos juntos. Y no puedo dejar de pensar en él.

—¿Se trata de Jimin?

Pensar ahora en Jimin se me hacía raro. Ya había mencionado antes a Jimin en el grupo, cuando empezamos con nuestras ocasionales sesiones de apoyo.Ahora me parecía algo lejano que formaba parte del pasado, aunque solamentehabían transcurrido dos días desde que me había dicho que interrumpiéramos lo nuestro.

Adiction - jjk [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora