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Mi cuerpo respondió a su orden antes de que mi cerebro pudiera decidir hacerlo. Agarré su mano y su calor encendió de nuevo el fuego que había provocado en mi boca. Me llevó a un ascensor en un rincón de su despacho que no había visto antes.

Dentro de él, introdujo un código en el panel y subimos a lo que me pareció una planta más arriba. Las puertas se abrieron a un loft espacioso completamente amueblado, decorado con el mismo diseño moderno que su despacho de abajo. Unos ventanales del suelo hasta el techo ocupaban toda una pared. La misma idea se repetía a lo largo de todo aquel amplio espacio, paredes de cristal que separaban un comedor, una zona de estar y, asomando tras unas cortinas a medio correr, un dormitorio.

Me apresuré a apartar los ojos de la cama, escandalizada por los endiablados pensamientos que aparecieron en mi mente al ver su espacio privado, y miré a Jungkook a los ojos, consciente de su mirada divertida. Me ruboricé.

Fue a la cocina y abrió un armario para sacar dos vasos.

—¿Quieres un té helado?

—Vale. —Me pregunté si siempre tenía té helado o si lo había traído específicamente para mí. Le seguí a la cocina y me subí a un taburete de metal lustroso—. ¿Vives aquí?

Abrió el congelador y cogió un puñado de cubitos de hielo para dejar caer la mitad de ellos en cada uno de los vasos.

—A veces me quedo aquí. Pero no lo considero mi casa.

Volví a mirar aquel espacio y me di cuenta.

—¡Jungkook! ¿Este es tu picadero?

—A veces. —Sirvió té en los vasos y, a continuación, se dio la vuelta para darme uno por encima de la barra.

Cogí el vaso de sus manos y le di un sorbo con impaciencia. Necesitaba humedad para mi boca, repentinamente seca.

—Y me has traído aquí porque…

Dio un trago a su té y se lamió los labios. Levantó una ceja.

—¿Por qué crees que te he traído aquí?

Me sentí de repente excitada y enseguida me invadió una oleada de pánico No estaba preparada para aquello. ¿No lo estaba? Miré el reloj. No había tiempo.

—Eh…, tengo que irme a trabajar en diez minutos.

—Veinte. Tienes un chófer.

Me moví inquieta y sentí la parte interior de mis muslos pegajosa y húmeda.

—Sigue sin ser mucho tiempo.

Jungkoon se acercó rodeando la barra, cogió el té de mi mano y lo dejó junto al suyo.

—¿No es mucho tiempo para qué?

Sentí como si la garganta se me cerrara, pero, de algún modo, conseguí pronunciar unas cuantas palabras:

—¿Vas a obligarme a decirlo?

Sonrió y me dio la vuelta. A continuación, me atrapó contra la barra.

—No. Ahora no. Si lo dices, no podré resistirme y, como has dicho, no hay suficiente tiempo. Así que, en lugar de eso, voy a tener que conformarme con una muestra.

Selló mi boca con la suya devorando mis labios y mi lengua con un excitante frenesí. Mis manos subieron por su chaleco, deseando tocarle la piel. Podía sentir los fuertes y grandes músculos de su pecho por debajo de mis dedos. Dios, ese hombre tenía que hacer mucho ejercicio, pues la esculpida definición de su torso era evidente a través de dos capas de tela. Deseé pasar las uñas por su cuerpo, ansiosa por descubrir su pecho, desesperada por estar desnuda sobre él.

Jungkook no dejó que el más mínimo tejido se interpusiera en su deseo. Me desabrochó varios botones del torso para poder meter la mano y agarrarme el pecho. Los pezones se me pusieron de punta cuando acarició ligeramente uno de ellos con el pulgar. Después, apretó con la fuerza precisa que a mí me gustaba, haciéndome suspirar de placer sobre su boca.

Colocó la otra mano sobre mi pierna desnuda y, despacio, fue subiendo por ella. Su caricia era fuego sobre mi piel y yo me removí inquieta bajo su mano, deseando más de ese fuego, codiciando la hoguera que aún estaba controlada.

Abrí las piernas para él, instándole a que subiera su mano por ellas. Sonrió sobre mis labios mientras yo le mostraba de buen grado mi ansia, mi insensata ansia de él.

Entonces, puso sus dedos sobre mí, apartando el delgado tejido de mis bragas para llegar hasta el punto sensible de mi intimidad. Gemí al sentir su tacto mientras su pulgar daba vueltas alrededor de aquel manojo de nervios con una hábil mezcla de presión profunda y ligera. Unos movimientos circulares, suaves como una pluma, siguieron con un masaje calculado. Yo ya me estaba retorciendo cuando introdujo un dedo en mi caliente abertura. Ahogué un grito y levanté la cadera para acoger su exploración, perdiendo la cabeza por el deseo de correrme.

—Dios mío, Hana, estás empapada. Ah, muy húmeda. Me estás volviendo loco con tus sonidos y con lo húmeda que te has puesto por mí.

Arrastró mi jugo hacia arriba, alrededor de mi clítoris, y a continuación metió dos dedos dentro de mí provocando una serie de gemidos procedentes de mi cuerpo. Una caricia más a mi clítoris y llegué al límite. El orgasmo me hizo moverme con convulsiones.

Pero pese a haberme corrido en su mano, Jungkook no cesó en su asalto.

—Dios, te corres con mucha facilidad. —Su voz mostraba su sorpresa y su propio deseo—. Tengo que volver a hacértelo.

Me bajó las bragas mientras yo seguía temblando.

—Echa los codos hacia atrás y ponlos sobre la barra —me ordenó.

Lo hice, agradeciendo el apoyo que eso me proporcionaba. Entonces, Jungkook puso las manos sobre mis rodillas y me abrió de piernas, desplegándome más.

Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, sus dedos volvieron a mi agujero —ahora eran tres—y su lengua estaba sobre mi clítoris.

—¡Joder! —exclamé, incapaz de soportar otro orgasmo, incapaz de vivir sin él.

Me folló con sus hábiles dedos, zambulléndose y saliendo con largas y constantes embestidas mientras me chupaba y lamía el coño. Me agarré al borde de la barra detrás de mí, con todos los músculos en tensión mientras mi coño se apretaba alrededor de sus dedos.

Siguió alimentándose de mí, bebiendo a lengüetadas la prueba de mi éxtasis, acariciando con su lengua mis tiernos nervios con una devoción infinita. Aquello era mucho…, demasiado. Un tercer orgasmo me atravesó de pronto, justo cuando estaba acabando el anterior. Lancé la cabeza hacia atrás, temblando violentamente, y grité alguna palabrota, quizá, o su nombre o algún sonido ininteligible, pues yo estaba demasiado distraída como para ser consciente de esos detalles.

Cuando recuperé la visión y el cerebro, vi a Jungkook sujetándome, susurrando a mi oído, con mi olor aún en sus labios.

—Eres muy sensual, preciosa. Tremendamente sensual y voy a correrme contigo del mismo modo.

Mis dedos se agarraron a los mechones de su pelo.

—Pronto —prometió—. Y con frecuencia.

•••

Adiction - jjk [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora