Capítulo 24

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Jennie estaba tumbada boca arriba bajo la ropa de la cama con el corazón galopando y la boca seca, intentando no mirar el reloj que había sobre la mesilla.

Pero miró el reloj.

Nueve minutos y treinta y tres segundos.

Ese era el tiempo que Lisa llevaba metida en el baño.

Jennie había salido cubriéndose solo con la toalla.

En ese momento cuando salió del baño, Lisa estaba tumbada boca arriba, se había incorporado de golpe y la había taladrado con una mirada que había transformado su cerebro en papilla antes de pasar a su lado para entrar al baño.

Diez minutos y catorce segundos.

La puerta se abrió.

Si antes su corazón corría, en aquel momento voló.

Sus ojos la buscaron.

Solo se cubría con una toalla grande, de modo que su cuerpo no quedaba al descubierto, el cuerpo que Jennie tan bien recordaba y que la luz del baño iluminaba.

Sin apartar la mirada de Jennie, Lisa apagó la luz.

La única claridad era ya la de la nieve de fuera.

Las nubes se habían despejado y la luna estaba llena y brillante.

Pero no necesitaba luz para verla claramente.

Hace dos meses que la llevaba grabada a fuego en la retina y en su piel.

Jennie se incorporó despacio y dejó que la sábana resbalara hasta la cintura.

Lisa tragó saliva.

Como una pantera caminó hasta la cama y en un abrir y cerrar de ojos quedó bajo su cuerpo, sujetándola de las muñecas por encima de la cabeza.

Le brillaban los ojos y su boca estaba tan cerca que bastaría con que girase un poco la cabeza para poder besarla.

Lisa la deseaba tanto que había ocasiones en que tenía que contener el aliento por lo que le dolía respirar.

—Bésame –le susurró Jennie–. Bésame, por favor.

Sus pupilas se dilataron y el deseo quedó palpable en sus ojos.

—Bésame, te lo ordeno Lisa.

Con aquellas palabras sus labios se unieron, su lengua penetró y la besó con tanta pasión que los huesos se le derretían por el calor que se desprendía de su boca.

Lisa le soltó las muñecas y Jennie la abrazó, hundió las manos en su cabello y la tocó como había soñado que lo haría desde que habían pasado aquella noche juntas.

Lisa también introdujo una mano en su cabello y con la otra fue acariciando su costado, dejando un rastro de fuego en su piel enardecida.

Alzó la cabeza y entrelazó los dedos con los de Jennie.

—Podría comerte entera sin que fuera una orden –dijo Lisa casi sin voz.

El pecho de Jennie se llenó con algo distinto pero igualmente intenso.

—Te deseo tanto… –susurró–. Tanto…..

Atrapada bajo su cuerpo, con los sentidos más alerta de lo que se había imaginado que podía ser real, gimió cuando Lisa lamió su piel cerca del cuello.

Poco a poco fue recorriendo su cuerpo con la boca mientras Jennie intentaba moverse, desesperada por sentir a Lisa tanto como fuera posible.

Cuando alcanzó su seno con la boca, gimió.

Cada centímetro de su cuerpo estaba vivo, y el calor salía por los poros.

Necesitaba sentirla en todas partes, sentir sus caricias, su boca.

Y necesitaba hacer lo mismo con Lisa.

En la noche que pasaron juntas, Lisa la había acariciado con la lengua ahí, entre las piernas, algo que la había dejado sin palabras, y ahora, recordando el placer que había reemplazado a la sorpresa, se movía debajo de Lisa con la esperanza de que lo repitiera.

Tantas noches había repasado en la memoria su encuentro.

Y tantos días también. Siempre estaba allí, en un recuerdo cercano, esperando que se repita el encuentro.

Lisa seguía acariciándola con la boca, en el ombligo y más abajo.

Su respiración se volvió más jadeante y cerró los ojos, y, cuando Lisa se colocó entre sus piernas, Jennie suspiró y la dejó hacer lo que quisiera.

Sus movimientos eran constantes, su lengua acariciaba despacio el centro mismo del placer como si tuviera todo el tiempo del mundo, pero, cuando sintió que la tensión de Jennie crecía, su respiración se aceleró y le apretó suavemente la cadera con las manos.

Aquella tensión casi dolorosa creció hasta llegar a la cúspide, y, cuando su cuerpo explotaba en una maravillosa cascada de ondas, supo que aquella intimidad jamás la compartiría con otra persona.

Aquello era solo para Lisa.

Lisa notó el cambio.

Había estado moviéndose suavemente, casi sin hacer ruido, y de pronto alzó las caderas, casi como si quisiera levantarse de la cama, y dejó escapar un gemido largo y continuo.

Un momento después, tras un silencio, Jennie levantó la cabeza de la almohada y abrió los ojos, mirándola maravillada.

—Eres increíble –dijo Jennie casi sin voz, y volvió a dejar caer la cabeza.

Una sensación extraña le contrajo el pecho.

No había nada de especial en su deseo, pero sí en que fuese Jennie quien la inspirara.

Era como si hubieran inyectado en su sangre una dosis de necesidad, de una concentración tal que la hubiera dejado sin control.

Nunca había deseado poseer a alguien de ese modo.

Besándola de nuevo desde el abdomen hacia arriba, pasando por el valle de entre sus senos, inhalando aquel olor glorioso que la volvía loca, llegó de nuevo a su boca.

Jennie se agarró a su cabello, abrió las piernas y se aferró con ellas a Lisa, y sin que hiciera falta guiarla, entró en ella de un solo movimiento.

Jennie gimió, y fue el sonido más dulce que había oído jamás.

Comenzaron a moverse al unísono, en una unión perfecta.

Era como si estuvieran especialmente sincronizadas, y sus cuerpos se llamaran porque Lisa nunca había sentido algo así.

Era como si la sensación estuviera presente en todo su cuerpo.

No quería que terminara.

Podía mirar a los ojos de Jennie, que se abrían más con cada movimiento, escuchar sus dulces gemidos, besarla y hundirse en ella sin fin.

Sintió que el placer de Jennie crecía nuevamente.

Su respiración se hizo más corta y rápida, la vio echar hacia atrás la cabeza y se agarró a su cabello con más fuerza a medida que las pulsaciones dentro de su vientre parecían tirar de ella, hundirla más en su cuerpo, hasta que ya no pudo contenerse y con un grito que nació de lo más hondo de su voz, se dejó ir por el precipicio, moviéndose una última vez.

Sus sentidos explotaron con Lisa, envolviéndola, llevándola lejos, pero llevándola también a ella.

Durante un tiempo permanecieron así, fusionadas, con el único sonido de sus respiraciones.

El latido del corazón de Jennie era lo que sentía Lisa en su pecho.

Levantó la cabeza para mirarla y la besó una última vez antes de abrazarla y así, abrazadas, se quedaron dormidas juntas en la gran cama.

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Gracias por leer ✨

La Mejor Desición (Adaptación Jenlisa G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora