Capítulo 32

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Nueva York estaba de maravilla.

Ahora que empezaba a recuperarse, le gustaba bastante estar allí, en el loft de Manhattan, al que le habían puesto muchas medidas de seguridad.

Aun así Lisa le habían dicho que, si no le gustaba el lugar, había al menos una docena más que podía mirar.

Pero estaba tan cansada que no era capaz ni de pensar, y había decidido acostarse allí.

El tardío sol de una mañana invernal la despertó al día siguiente, y aunque estaba desorientada y con el corazón destrozado, sintió una especie de paz, y decidió quedarse.

Ya había pasado un mes desde aquella mañana.

Fuera donde fuese, la seguridad privada que Lisa contrato la seguía con cautela, pero sabían hacerlo sin molestar.

En ocasiones paseaba por Times Square o Central Park y se olvidaba de que estaban allí.

Su desaparición había salido en las noticias y en periódicos.

Tan descontrolados estaban los rumores, falsos sin duda por el palacio, que decidida había llamado para dejarle a su padre un mensaje en el que le pedía que detuviera toda aquella locura y que se olvidara de las acusaciones contra Lisa si no quería que le vendiera a la prensa la ropa sucia del palacio real.

A continuación se había presentado en la redacción de uno de los periódicos de mayor tirada de Nueva York para emitir una declaración, que había preferido filmada en lugar de escrita para mayor autenticidad.

En la declaración ella decía que se había marchado del país por voluntad propia y negaba con vehemencia que su esposa fuese responsable de alguna clase de fraude.

De hecho, había insistido en decir que era una buena mujer.

Y en cuanto a los rumores de que estaban separadas, Jennie solo quiso decir que le deseaba lo mejor.

Lo que no había mencionado era que tenía un agujero en el corazón que no tenía ni idea de cómo iba a lograr repararlo.

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Aquella mañana había salido a dar un paseo por el National Museum.

Ni siquiera los magníficos artefactos que había en el museo lograban mantener su atención durante apenas unos minutos, pero estaba decidida a no caer en la agonía que había sufrido su madre.

Tenía un bebé en el que pensar.

Un pequeño bebé que ya había sentido moverse, y por el que haría cualquier cosa, incluso renunciar a todo si era necesario.

Pero Lisa se había ocupado de que no fuera necesario renunciar a nada.

Volvió a casa y llamó a Mina, pero no recibió una respuesta.

Era raro. Mina había vuelto a su acostumbrada alegría nada más poner un pie en Nueva York.

Desde luego, era un regalo del cielo para ella.

—¿Mina? –insistió Jennie, pero no era ella la que se levantó del sofá.

Tardó lo que le pareció una eternidad en comprender lo que estaban viendo sus ojos.

—Lisa –susurró.

No había vuelto a verla desde el día del aeropuerto.

Tampoco habían hablado, pero se comunicaban de otro modo.

Su esposa le había comprado aquel loft y abierto una cuenta bancaria a su nombre.

Lisa la miró e intentó sonreír y se metió las manos en los bolsillos.

La Mejor Desición (Adaptación Jenlisa G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora