Capítulo 26

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Quien de verdad se alegró de la vuelta de Jennie fue Rosé, que estaba de permiso cuando llegaron.

Dos días más tarde se presentó con una sonrisa que podría haber dotado de energía eléctrica a todo el país, pero, cuando le dijeron que no iba a poder quedarse con ella, la sonrisa se borró.

—Te extrañé mucho Jennie, que bueno que regresarás, me gustaría quedarme más tiempo contigo –dijo, Rosé.

—Lo sé Rosie yo también te extrañé mucho, y te agradezco todo lo que has hecho y lo que aún harás, porque seguiré necesitando una ayuda de parte de tí mientras esté aquí y vaya al palacio, pero quizás un poco menos… atenta, ¿De acuerdo?

—De acuerdo, siempre voy a estar de tu lado –Rosé volvió a sonreír, y se inclinó hacia Jennie para darle un cálido abrazo–. La chica que te ayuda aquí que se llama Mina me ha dicho que Lisa ha dormido esta noche aquí contigo en tu habitación.

—¿Ah, sí? –respondió Jennie, consciente de que el rubor de sus mejillas iba a ser la mejor confirmación.

Su primera noche de vuelta en su país habían salido a cenar a un hotel, y durante la cena Lisa la había entretenido con historias de sus días de internado, de personas y costumbres extrañas propias de las personas que había conocido ella solita a lo largo de sus viajes por todo todo el mundo.

Y al volver al apartamento, Lisa se había servido una copa y a ella le había pasado una taza de chocolate caliente.

No podría decir quién de las dos había dado el primer paso, pero habían acabado la una en brazos de la otra, y Lisa, desde el primer momento que la beso, la había alzado y llevado en brazos al dormitorio….

—Sí, me lo ha contado Mina–continuó Rosé–. ¿Significa eso que….....

—No significa nada Rosé –se apresuró a decir Jennie–. ¿Querrías porfavor ayudarme a cepillarme el cabello?

Sabía lo mucho que su mejor amiga deseaba cepillar su cabello, y resultó ser el truco perfecto para distraerla.

No tardó en dejárselo brillante y peinado en un moño francés.

—He estado practicando –se enorgulleció Rosé.

Jennie eligió con cuidado su atuendo, y deseó haber aprovechado el ofrecimiento de Lisa de ir de compras con ella.

Cuando pensaba en toda la ropa que se había quedado en el palacio, colgada allí, sin tocar, le daban ganas de llorar ante semejante dispendio.

Acabó eligiendo un sobrio vestido negro que le llegaba a la rodilla, con cuello y manga larga, se calzó unos zapatos negros sin tacón y salió de su apartamento.

Le parecía de lo más adecuado ir a comer con su padre vestida para un funeral.

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La bienvenida que le dispensaron en el palacio fue un alivio.

Los miembros de la corte real estaban allí para recibirla.

Debían de saber que había escapado, y las amenazas que se habían hecho contra Lisa para obligarla a volver.

No es que les importase, porque lo único que les preocupaba era su poder real, pero sus sonrisas y sus buenos deseos parecían auténticos, y eso le abrigó el corazón más de lo que se había imaginado.

También fue un alivio ver que la mesa del comedor privado de su padre se había dispuesto solo para dos personas.

—¿No comen mis hermanas también en la mesa? –preguntó Jennie, después de haber intercambiado un frío abrazo con su padre.

La sonrisa de su padre era demasiado forzada para confiarse.

—Tu hermana menor está en una visita de estado y Jisoo salió sin decirme dónde iba –contestó en tono de reproche molesto, como dando a entender que debería saberlo.

—Claro.

Esperó a que su padre se sentara para hacerlo ella.

Durante los primeros cinco años después de la muerte de su madre, Jennie y su padre habían hecho todas las visitas de estado juntos.

Sabía que habría preferido llevarse a su hija favorita, su hermana menor, pero era demasiado joven.

Se habían llevado bien, pero la cercanía que esperaba lograr con su padre había sido imposible.

Su corazón estaba demasiado cerrado y solo tenía un espacio limitado para el amor.

Menos mal que por lo menos había podido contar con el amor de su madre.

De eso no tenía la más mínima duda.

A Jisoo le molestaba la misma situación de las preferencias de sus padres.

—Jisoo volverá pronto, no se ha de ver ido lejos.

Sé que está deseando verte en la fiesta de mi cumpleaños.

Jennie sonrió. Eso era lo único que se esperaba de ella: Una sonrisa de aceptación, de aprobación o de lo que fuera adecuado para cada situación.

Les llevaron el primer plato.

Crema de champiñones, que con gusto comenzó a comer.

—Esa tal Lalisa Manoban –comentó entre sorbos su padre –, ¿Te está tratando mal? ¿Es por eso por lo que has huido lejos de aquí?

—Padre, no está siendo un matrimonio fácil, ya no quiero estar con ella –dijo Jennie, bajando la mirada para que no pudiera leer la verdad en sus ojos.

La respuesta de Jennie le gustó a su padre porque sonrió.
—Esa chica es una idiota, merece que la metamos a prisión.

Jennie apretó un puño.
—Sí. Siento haberme escapado, padre, pero no veía otro modo de solucionarlo. Detesto vivir con ella, ya no quiero ir a su casa.

—Mírame, Jennie.

Alzó la mirada y se encontró con sus ojos oscuros, tan parecidos a los de su hermana menor, pero cargados de malicia.

—Siempre has sido una buena chica. Por eso decidí que te casaras con Manoban, en lugar de desterrarte para que aprendas la lección.

Supongo que entenderás que yo quería lo mejor para la familia.

—Claro padre entiendo todo perfectamente.

—Bien –el rey sonrió–. Eres una estimada miembro de la familia, pero no toleraré más incidentes que tachen nuestro apellido.

Nancy te acompañará de vuelta a tu casa y le darás tu pasaporte.

Lo guardaré yo en sitio seguro hasta que tu bastardo haya nacido y te cases con el duque.

He hablado con él y ha accedido a casarse contigo. Tu honor será restaurado hija.

Con el corazón golpeándole contra el pecho con tanta fuerza que le costaba trabajo hablar, dijo:
—No lo tengo padre. Lisa… Manoban lo ha confiscado. Ella no confía en mí –añadió Jennie.

El instinto de Lisa no se había equivocado. Su padre ya no se fiaba de ella.

El rey respiró hondo y luego dejó ver su dentadura.

—Tráelo cuando vengas a la fiesta Jennie, es una orden. Si no lo haces, haré que la detengan de inmediato e ira a la prisión.

Debía de haber visto algo en sus ojos, porque su sonrisa se transformó en una mueca de molestía.

—No me subestimes, Jennie. Puede que esté cediendo parte de mi poder a Jisoo tu hermana para que tome desiciones a tu favor, pero sigo dirigiendo este país y a todas las personas que viven en el.

—Ahora me traeras ese pasaporte, y puedes retirarte de mi vista.

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Gracias por leer ✨

La Mejor Desición (Adaptación Jenlisa G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora