Capítulo 27

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Lisa supo que algo iba mal nada más verla subir a Jennie al carro.

Había concluido pronto su reunión con las abogadas para poder estar allí cuando Jennie saliera de hablar con su padre.

No le había hecho gracia que fuese al palacio sola, pero las dos sabían que, si querían que su plan tuviera éxito, tenían que actuar con normalidad.

—¿Qué ha pasado Jennie?

Jennie se encogió de hombros y miró por la ventanilla.
—Que mi padre ya ha acordado mi siguiente matrimonio.

—¿Con el duque ?

—Sí.

—No te preocupes Jennie, que eso no va a ocurrir, y yo voy a estar para ayudarte –dijo Lisa, y la miró un momento antes de añadir–: a no ser que hayas cambiado de opinión.

—No, para nada –se volvió a mirarla y sonrió, pero la sonrisa se quedó en los labios–. Ya sabes que no es ese el futuro que quiero para nuestra hija o hijo.

Lisa respiró hondo, tomó su mano y la besó en los nudillos que se había herido y que sanaban con rapidez, para transmitirle tranquilidad.
—¿Hay algo más que te preocupe?

—Las joyas de mi madre. Creo que no voy a lograr recuperarlas, y son las que ella me heredó.

Volvió a besarla pero ahora en la frente.

Ojalá pudiera hacer algo para remediarlo, pero a menos que organizara un asalto al palacio, poco más podía hacer para recuperar lo que a Jennie le pertenecía por derecho.

—¿Te gustaría visitar el Club Manoban la semana que viene? –le ofreció Lisa para distraerla.

—Jisoo me dijo que eran sitios depravados para una chica de la realeza.

Lisa se rio.
—Tu hermana no puede saber lo que es estar dentro del club. Tiene prohibida la entrada.

—¿En serio?

—No dejo que entre a la chusma.

Jennie se echó a reír.

Era la primera vez que Lisa escuchaba aquel sonido dulce y musical de sus labios, y la llenó por dentro del mismo modo que lo hacía su olor.
    
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Jennie cerró los ojos.

Quería llorar. O mejor, aullar, pero no podía hacer ninguna de las dos cosas.

Su padre la tenía exactamente donde quería que estuviera.

Él lo sabía perfectamente, y ella también.

Su compromiso fallido con Mark había acabado con el posible afecto que su padre tuviera por ella, creando un vacío de rencor por perder aquella oportunidad.

Estaba sola en el baño, disfrutando de la libertad que suponía poder lavarse sola el cabello y pensando que en poco menos de un año, el gran cambio que había logrado, porque una princesa no podía lavarse sola el cabello y hacer todo el tipo de cosas que son divertidas de hacer, como salir sola, leer un libro sola entre otras más.

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Viajaron a cenar en el avión privado de Lisa y desde allí, un carro las trasladó hasta uno de los hoteles más famosos de la ciudad, el Hotel Manoban.

El primer proyecto que había cometido y el catalizador de la fortuna que había adquirido en los años siguientes.

—Creía que este hotel ya lo habías vendido al terminarlo –comentó Jennie mientras entraban en el lujoso vestíbulo.

—Volví a comprarlo hace cinco años.

Lo tenían desatendido y yo solita lo rehabilité.

—Es precioso.

Era también muy decadente, rezumaba dinero por todos lados.

El personal de recepción se puso en alerta en cuanto vio llegar a la jefa, pero Lisa saludó a todas las personas con una sencilla sonrisa y palabras de aliento por su buen trabajo antes de conducirla a un despacho de la parte de atrás.

Al lado había un ascensor.

Lisa tecleó un código, las puertas se abrieron y entraron las dos.

Un instante después salieron, y le costó un momento acostumbrar la mirada a la penumbra.

Entonces parpadeó. Y volvió a parpadear.
—¿Qué es esto?

Estaban en un espacio inmenso y oscuro con un precioso suelo de tarima de roble, y en el centro había una barra de bar circular con una pulida barandilla de cobre que resaltaba contra la madera oscura.

Docenas y docenas de mujeres y hombres bien vestidos estaban tomando copas.

Muchas más personas llenaban las mesas de ruleta y naipes de juego estratégicamente distribuidas en la estancia y otras personas se sentaban a mesas normales a charlar.

Como telón de fondo había música, que se transmitía a las plantas de los pies por la vibración de la madera.

—Esto, es el famoso Club Manoban.

Jennie se volvió a mirar a Lisa.
—No sabía que formaba parte del hotel.

—Solo las personas que son miembros del club saben dónde se encuentra, y solo las socias, socios y el personal que trabaja aquí conocen el acceso.

Hay un ascensor privado que sube desde el aparcamiento.

Jennie había oído hablar de los clubes privados de Lisa, pero nunca había estado en uno.

El club que pudiera poseer una conocida conquistadora no era lugar adecuado para una princesa virgen.

—¿Qué esperabas Jennie? –preguntó Lisa, riéndose–. ¿Strippers y camareras en topless ?

—Más o menos.

—Los fines de semana tenemos actuaciones para personas adultas, pero nada que no sea adecuado para los ojos de una princesa –y acercándose para hablarle al oído a Jennie añadió–: Hay un reservado que alquilo a las personas que son los miembros del club.

Algunas de sus fiestas se han vuelto un poco salvajes.

Había algo en aquella atmósfera, en la música y la sensación de tener a Lisa tan cerca que la estaba dejando casi sin aliento.

—Ven, vamos Jennie –le dijo Lisa, tomándola de su mano–. Déjame que te enseñe el lugar y que te presente a todo el mundo.

Estuvieron más de una hora charlando con varias personas.

Jennie conocía a algunas personas, que no disimularon su sorpresa al verla allí, algo que al final, acabó pareciéndole divertido.

—Es como si les resultara impensable verme fuera de mi hábitat del palacio –le dijo a Lisa en voz baja.

—Es que siempre ha habido un aire muy místico en ti Jennie–respondió Lisa, y le acarició un costado de su cintura.

—¿Quieres ver mi despacho?

—Me gustaría ver mucho más que eso Lisa....

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Gracias por leer ✨

La Mejor Desición (Adaptación Jenlisa G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora