Capítulo 2: Ruinas de un amor.

260 17 0
                                    


La traición

---

¿Por qué a mí?

—Por estúpida —me susurré a mí misma, con un nudo en la garganta—. Te lo dije antes y te lo digo ahora.

¿Por qué tuvo que volver? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tenía que hacerme sentir aún más miserable de lo que ya estaba?

Las respuestas no llegaban. Solo el peso sofocante de la traición en mi pecho.

[Horas antes]

Hoy se cumplen tres años desde que Jony y yo empezamos a salir. Tres años que deberían haber sido hermosos, pero que poco a poco se convirtieron en algo que no puedo describir sin que mi pecho duela.

Aun así, quiero hacer algo especial por él.

Me costó ahorrar para este regalo. Trabajar como mesera no es fácil, y menos con el sueldo miserable que recibo. He tenido que recortar gastos, dejar de comer algunas veces o caminar hasta la universidad en lugar de pagar el transporte. No es poca distancia, pero Jony rara vez podía llevarme. Siempre tenía planes con sus amigos. Al principio dolía, pero con el tiempo dejé de darle importancia.

Para él, mandé a hacer un collar de oro con un dije que dice Cielo, en letra cursiva. Ese es el apodo que él me dio. Mi cielo. Amo cómo suena en su voz.

También compré un ramo de rosas. No es mucho, pero es lo que puedo darle. Jony fue lo más cercano al amor que tuve en mi vida. Me enseñó lo que era sentirme querida sin que doliera… al menos por un tiempo.

Porque la verdad es que no siempre fue bueno.

Mi hogar nunca fue un hogar. Mi madre, mi padrastro y mi hermanastro se aseguraron de convertirme en algo que no debería haber sido. Nunca olvidaré las noches en que me obligaban a vestirme de cierta manera, empujándome a las calles para traerles dinero. Nunca olvidé cómo me escapaba y en su lugar iba a la cafetería a lavar platos por horas. Lo poco que ganaba, ellos me lo arrebataban. No importaba cuánto intentara esconderlo. Siempre encontraban la manera de dejarme sin nada.

Hasta que un día me cansé. Y me fui.

Me independicé con lo poco que tenía, con lo poco que era. No tenía nada ni a nadie… hasta esa mañana de abril en la que Jony apareció en mi vida.

Hijo de un político, el chico más guapo de la universidad, popular, rico. Nunca entendí por qué alguien como él se fijaría en alguien tan básica como yo. Durante meses me siguió, me pidió que saliera con él, y siempre lo rechacé. Pensé que era un juego. Una apuesta. Algo cruel. Pero él nunca se rindió.

Con el tiempo, cedí.

Y amé.

Al principio, todo fue perfecto. Me sentí querida. Me sentí amada.

Pero con los meses, él cambió.

Se volvió distante. Me apartaba cuando intentaba besarlo en público. Me decía que dejara de ser tan melosa. Se enojaba si me aferraba a su brazo. Luego, dejó de querer salir conmigo. Siempre estaba ocupado. Siempre tenía mejores planes.

Al principio, tuve miedo de perderlo. No entendía su rechazo. No entendía por qué no era suficiente para él.

Pero siempre volvía, con palabras dulces y disculpas susurradas.

—No volverá a pasar —decía.

Y yo le creía.

Hasta que pasó otra vez. Y otra vez.

Y entonces, dejé de ver lo que tenía frente a mí.

Dejé de notar que, en algún punto de nuestra relación, el amor se había convertido en miedo.

Y a los dos años, cuando recibí mi primera golpiza, ya no me sorprendió.

Recuerdo esa noche. Había una fiesta. Nos arreglamos para salir. Yo me puse una blusa negra escotada y una minifalda del mismo color. Pensé que me veía bien. Pensé que él me miraría con deseo.

Lo hizo.

Pero no como yo esperaba.

Me partió el labio antes de que siquiera saliéramos de la habitación.

—¿Vas a salir así? —escupió, con furia—. ¿Quieres que todos te vean como la puta que eres?

No supe qué responder.

Se fue sin mí.

Cuando volvió, yo estaba dormida en la cama, aún con la misma ropa.

No debería haberlo hecho.

Me despertó con otro golpe. Me tapó la cara con una almohada, rasgó mi ropa, me susurró al oído con una voz fría y cruel:

—Eres mía.

Esa noche me tomó sin compasión. Sin amor. Sin ternura.

Al día siguiente, desperté con moretones y con un dolor insoportable entre las piernas.

Me encerré en el baño y lloré en silencio.

No podía enfrentarme a él.

Porque no quería admitir que lo que había pasado era real.

Él estaba borracho. No era él mismo.

Me amaba.

Eso es lo que me repetí una y otra vez.

Y al día de hoy, nada ha cambiado.

Las golpizas se volvieron rutina.

El dolor se convirtió en parte de mi vida.

Y yo aprendí a llamarlo amor.

Porque me convencí de que nadie en el mundo me amaría como él.

Mis pensamientos oscuros dejaron de atormentarme cuando estaba con él. Esa voz en mi cabeza, esa que me decía que huyera, que peleara, se fue apagando con el tiempo.

O eso creí.

Porque ahora, en este preciso momento, mientras camino hacia su apartamento con el regalo en mis manos, algo dentro de mí me dice que estoy a punto de presenciar algo que lo cambiará todo.

Que mi mundo, por muy roto que esté, está a punto de quebrarse aún más.

Y que, esta vez, no habrá manera de repararlo.


---





Editando ando 🌸

Estrategia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora