Capítulo 7: Despertar en la Penumbra.

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Lilith

Un escalofrío me recorrió la columna como un látigo invisible.

No podía moverme.

Mi cuerpo temblaba, no solo por la sensación de las sombras recorriéndome como si fueran un amante invisible, sino porque algo dentro de mí vibraba con fuerza, golpeando contra las barreras de mi propia cordura.

Ellos me miraban.

Y por primera vez, los vi realmente.

Dostin era el más calculador. Su cabello negro caía en ondas rebeldes sobre su frente, dándole un aire de peligro contenido. Su piel tenía un tono bronceado, pero era el contraste con sus ojos lo que lo hacía inhumano. Rojo carmesí. Brillaban como brasas encendidas, ardientes y devoradores.

Draken era la definición de lo indomable. Su cabello corto y alborotado le daba una apariencia fiera, casi salvaje. Sus ojos dorados ardían con intensidad, como si detrás de ellos se ocultara un fuego imposible de apagar. Su cuerpo era pura tensión, músculos duros y esculpidos con una precisión que solo podía describirse como pecaminosa.

Y Darek... Darek era la oscuridad misma.

Su cabello caía en mechones desordenados alrededor de su rostro, pero lo más aterrador-y seductor-a la vez eran sus ojos. No tenían un color definido. Eran oscuridad líquida, como un pozo sin fondo que absorbía toda la luz a su alrededor.

Cada uno de ellos era una obra maestra de la perversión, una visión prohibida que despertaba algo primitivo en mí.

Y esos ojos oscuros, hambrientos, brillaban como si hubieran esperado este momento toda su existencia.

-¿Qué me hicieron? -Mi voz salió más rota de lo que esperaba.

Darek sonrió, inclinándose lo suficiente para que su aliento caliente rozara mi piel.

-Nada que no estuviera ya dentro de ti, nena.

Mi estómago se encogió.

No, no, esto no podía estar pasando.

Intenté apartarme, pero las sombras aún me mantenían atrapada, como si fueran extensiones de ellos mismos.

Draken se arrodilló al borde de la cama, apoyando un brazo en su rodilla mientras su lengua recorría sus labios con un hambre indisimulada.

-Tu sangre hierve, Lilith. Puedes sentirlo, ¿verdad?

Mis labios se entreabrieron cuando el calor en mi vientre se hizo más intenso.

No solo era deseo.

Era algo más.

Algo antiguo.

Algo oscuro.

Dostin se acercó aún más, sus ojos brillando con una luz extraña, como si en su interior hubiera algo inhumano, primitivo.

-No luches contra ello.

Mis manos se cerraron en puños.

No podía aceptar esto.

No podía rendirme a algo que no entendía.

Pero entonces, la sombra enredada en mi tobillo se deslizó lentamente por mi pierna, como si tuviera vida propia.

Y mi cuerpo traicionero tembló ante la sensación.

-¡Basta! -Mi voz salió temblorosa, rota entre la excitación y el miedo.

Ellos rieron.

No de burla.

De deleite.

Darek bajó la cabeza hasta mi cuello, respirando hondo antes de rozar su nariz contra mi piel.

-No lo entiendes aún, nena.

Su lengua recorrió mi clavícula, y un suspiro escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo.

-Eres nuestra. Siempre lo has sido.

Su boca se cerró sobre mi piel, y en ese instante, lo vi.

Un destello.

Un recuerdo enterrado en lo más profundo de mi mente.

Yo... no estaba en esta habitación.

Estaba en otro lugar.

Un castillo envuelto en sombras.

Tres figuras me rodeaban, sus manos en mi piel, susurros en mi oído.

-Nos perteneces, Lilith.

No eran solo palabras.

Era un juramento.

Uno que ya había hecho antes.

Sus manos me envolvían en la oscuridad, acariciando mi piel desnuda como si fuera suya, como si siempre lo hubiera sido. Sentía el roce de sus bocas en mi cuello, el ardor de su aliento contra mi piel. Un fuego me consumía desde dentro, un deseo que me obligaba a rendirme.

La imagen se esfumó en un latido.

Mis ojos se abrieron de golpe, mi pecho subiendo y bajando con fuerza.

Ellos me estaban observando con intensidad, como si supieran exactamente lo que acababa de ver.

Mi pulso latía salvajemente en mi garganta.

-¿Qué fue eso? -susurré, sintiendo mi propia voz temblar.

Draken sonrió, recorriendo mi mejilla con el dorso de sus dedos.

-Un fragmento de lo que fuiste.

Mi piel se erizó.

Lo que fui.

Ellos no solo estaban diciendo que les pertenecía.

Ellos estaban diciendo que ya había estado con ellos antes.

Mi respiración se volvió errática.

Y en ese momento, supe que nada en mi vida volvería a ser igual.




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Editado 🌸

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