Capítulo 19: Sombras del Pasado.

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El inframundo tembló ante su presencia. Lilith podía sentir cómo la energía de aquel mundo oscuro la abrazaba, reconociéndola como su soberana.

El aire estaba cargado de susurros y miradas expectantes.

Criaturas de la noche, demonios y espectros la observaban con reverencia y temor.

Sin embargo, entre todos los rostros presentes, hubo uno que destacó. Uno que no pertenecía ni a su pasado ni a su presente, sino a una intersección olvidada entre ambos.

Stevan.

A lo lejos, su figura se erguía con la misma arrogancia de antaño.

Su porte elegante, el cabello oscuro desordenado cayendo sobre su frente, los ojos intensos clavados en ella con una expresión que fluctuaba entre la devoción y la frustración.

Lilith se detuvo un instante, sintiendo el peso de recuerdos que no había invocado en siglos.

Una vez, aquel hombre había sido suyo.

Su primer amor, su primera caída, el fuego que la consumió cuando el mundo aún era un misterio para ella.

Pero ya no.

Ahora, su corazón y su existencia estaban ligados a los hermanos, a los demonios que la habían reclamado como su reina.

Los murmullos a su alrededor se intensificaron cuando Stevan comenzó a caminar hacia ella.

Matheus sintió la amenaza de inmediato.

Su cuerpo se tensó y avanzó con intención de interponerse, pero Lilith alzó una mano con elegancia, deteniéndolo.

—Déjalo.

Matheus apretó los dientes, pero obedeció.

Malzevir y Miloren también se quedaron en sus posiciones, aunque sus miradas permanecieron fijas en el hombre que se atrevía a desafiar su presencia.

Stevan se detuvo apenas a un metro de ella. La miró con una intensidad que podría haber derribado murallas.

—Sigues siendo tan hermosa como la primera vez que te vi —susurró.

Lilith inclinó la cabeza, con una expresión de peligrosa curiosidad.

—Y tú sigues creyendo que me perteneces.

Stevan esbozó una sonrisa ladeada, una que antes la había hecho sucumbir.

Pero no ahora.

No después de todo lo que había descubierto sobre sí misma.

—Una vez fui tu todo —dijo con voz baja—. Una vez me amaste como jamás has amado a nadie.

Lilith soltó una carcajada suave, un sonido oscuro y delicioso.

—Éramos jóvenes. Éramos distintos. Creía en un amor que se quebró cuando descubrí lo que realmente soy.

Stevan entrecerró los ojos.

—¿Y qué eres ahora, Lilith?

Sus ojos se encendieron en llamas carmesí.

—Soy la reina del inframundo.

Stevan endureció la expresión, pero antes de que pudiera replicar, una sombra se deslizó junto a Lilith.
Malzevir.

Su sola presencia hizo que Stevan se tensara.

—No hay espacio en su corazón para recuerdos oxidados —dijo con voz grave.

Stevan apretó los dientes. Observó a Lilith con algo parecido a la desesperación.

—Esto no ha terminado —susurró.

Lilith no respondió. Se giró con gracia y regresó al castillo, dejando atrás a un hombre consumiéndose en el deseo de lo que nunca podría recuperar.

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La cena de bienvenida se llevó a cabo en el gran salón del castillo.

La sala estaba iluminada con antorchas y candelabros de ébano, llenando el ambiente con una luz cálida y oscilante.

Demonios y seres de las sombras se congregaban en torno a largas mesas, brindando en honor a su reina.

Lilith, sentada en su trono en el centro de la estancia, sentía la adoración de su pueblo.

Su vestido negro, ajustado y hecho de una seda que parecía tejida con hilos de sangre y sombras, se ajustaba perfectamente a su figura.

Su cabello caía en ondas suaves, decorado con pequeños cristales oscuros que reflejaban la luz de las llamas.

Matheus se inclinó hacia ella, su voz un susurro tentador.

—Si deseas que desaparezca, solo dilo.

Lilith cerró los ojos un instante. Luego los abrió, con una sonrisa peligrosa en los labios.

—Que siga mirándome, que se consuma en su propio deseo. No hay peor castigo que amar lo que nunca más podrá poseer.

Malzevir sonrió, complacido. Miloren le dedicó una mirada cómplice.

El brindis se alzó en honor a su regreso.

La reina del inframundo había vuelto a su trono, y el mundo temblaría a sus pies.

Pero a lo lejos, entre las sombras, Stevan la miraba con ojos llenos de una promesa oscura.

Esto solo era el comienzo.






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Sin más que decir, los dejo con el siguiente capítulo.

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