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Las primeras luces del alba filtraban su resplandor dorado a través de la ventana de Lilith, acariciando su piel con una calidez que contrastaba con el frío que sentía en su interior.
Algo había cambiado dentro de ella. Su cuerpo, su mente y hasta su alma parecían haber despertado a una realidad que hasta ayer ignoraba. Se levantó con la determinación de despejar su mente y, sin pensarlo dos veces, se puso su ropa deportiva y salió a trotar.
El aire matutino refrescaba su piel cuando, sin previo aviso, chocó contra alguien. Su cuerpo se tambaleó, pero unas manos firmes la sostuvieron.
—Lo siento—murmuró una voz masculina, profunda y elegante.
Lilith alzó la vista y se encontró con un hombre de una belleza perturbadora. Alto, de cabellos dorados con mechones más claros que caían rebeldes sobre su frente. Sus ojos eran una amalgama entre el ámbar y la miel, con una forma almendrada que evocaba la mirada de un felino.
Su estructura física era imponente, pero no desmesurada, con el porte de un guerrero que sabía cómo moverse en el mundo.
—No fue nada—respondía ella, aunque su corazón latía con fuerza.
—Soy Esteban—dijo él, con una leve inclinación de cabeza, como si fuera un noble antiguo.
Lilith se limitó a asentir, intrigada. Aunque atractivo, su interés estaba en otros tres hombres que la atormentaban incluso en sus sueños. Aun así, la presencia de Esteban la dejó con una sensación extraña.
Reanudó su trote con la mente inquieta y, de pronto, una imagen la golpeó como un destello en su cabeza.
Vio a la rubia.
Su mente se sumergió en un recuerdo ajeno, como si estuviera dentro de la memoria de aquella mujer. Escenas ardientes, susurros en la penumbra y los cuerpos de los tres hermanos fundiéndose con el de la rubia.
Lilith se detuvo bruscamente, aturdida. ¿Qué era eso? ¿Por qué podía ver lo que había ocurrido entre ellos? Se tambaleó, llevó una mano a su sien y se esforzó por borrar las imágenes de su mente.
No comprendía lo que estaba pasando con ella.
Con el corazón latiendo acelerado, se apresuró a regresar a casa. Necesitaba prepararse para el trabajo, aunque la confusión seguía atenazando su pecho.
Al llegar, se despojó de su ropa deportiva y entró en la ducha.
El agua caliente resbaló por su piel, relajándola mientras intentaba organizar sus pensamientos. Después de secarse, caminó desnuda hasta su tocador y comenzó a arreglarse con la meticulosidad de quien necesitaba recuperar el control.
Recogió su cabello en una coleta alta, dejando que las hebras oscuras cayeran en una cascada sedosa por su espalda. Se aplicó un maquillaje impecable: un delineado felino que resaltaba la intensidad de sus ojos, sombras en tonos tierra y labios pintados en un rojo profundo que combinaba con su vestido.
Se colocó un vestido ajustado en color vino tinto, con un diseño elegante y sofisticado que se amoldaba perfectamente a su figura. Como toque final, se calzó unos tacones negros de diseño exclusivo, imponentes, que resonarían con cada paso que diera en la oficina. Al verse en el espejo, sonrió de manera fiera.
Si los hermanos pensaban que podían manejarla, estaban muy equivocados.Cuando llegó a la empresa, los hermanos intentaron hablar con ella. Lilith al principio los ignoró, pero ellos insistieron hasta que, finalmente, ella accedió a escucharlos.
En la oficina, ellos la rodearon y comenzaron a suplicarle que no los apartara. Con cada palabra, el frío en su corazón comenzó a derretirse.
Uno a uno, los hermanos se acercaron y la besaron. Primero Malzevir, con un roce sensual y ardiente. Luego, Miloren, con un beso cargado de deseo contenido. Cuando fue el turno de Matthew, algo dentro de ella se encendió de una forma distinta. Al tocarlo, su mente se sumergió en los recuerdos de él sin que pudiera evitarlo.
Vio a un Matthew niño, encerrado en la oscuridad. Su cuerpo temblaba mientras escuchaba voces susurrantes a su alrededor. No podía verlas, pero estaban ahí, acechando. Sentía miedo, un miedo que lo paralizaba. Siempre había sido el más problemático de los tres, el que sentía con más intensidad, el que lidiaba con más demonios internos. En la memoria, el pequeño Matthew jadeaba, sintiéndose atrapado en una pesadilla interminable.
De pronto, Lilith se vio a sí misma en esos recuerdos, pero no como la mujer que era ahora. Se vio en el Inframundo, vestida con telas oscuras, con un aura que irradiaba poder y peligro. ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué significaba todo eso? Su corazón latía con fuerza cuando regresó a la realidad, separándose abruptamente de Matthew. Los tres hermanos la miraban con preocupación, pero ella no dijo nada. Solo los observó, sintiéndose extrañamente distante.
Al terminar la jornada, en lugar de regresar a casa, Lilith tomó un taxi y se dirigió al bosque. No sabía exactamente por qué, pero necesitaba estar en ese lugar. Caminó hasta el lago y, sin dudarlo, se despojó de su ropa. La brisa nocturna acarició su piel desnuda mientras entraba al agua, permitiendo que la sensación la envolviera por completo.
Lilith se estremeció. La sensación de ser observada se volvió sofocante, como si una sombra invisible la envolviera. Con un latido errático, giró su cuerpo en el agua, tratando de localizar la fuente de su inquietud. Y entonces, lo vio.
A lo lejos, entre los árboles oscurecidos por la noche, unos ojos de ámbar incandescente brillaban en la penumbra, fijos en ella con un interés perturbador.
Esteban.
Un escalofrío le recorrió la espalda al reconocer aquella mirada. Había algo en él, en su presencia imponente, que la hacía sentir expuesta. Vulnerable. Como si estuviera siendo reclamada por un poder que aún no entendía.
Su respiración se volvió errática y, sin pensarlo, cerró los ojos con fuerza, su mente gritando en un eco silencioso: "Vengan a mí."
El agua tembló a su alrededor. La brisa nocturna se tornó densa, cargada de un poder que le erizó la piel. Un instante después, la oscuridad se quebró.
Tres siluetas emergieron de las sombras con una velocidad antinatural. Ojos hambrientos, manos marcadas con fuego y tatuajes brillando en la penumbra. Malzevir, Miloren y Matheus estaban allí, su presencia dominando el espacio con un magnetismo feroz.
Lilith apenas tuvo tiempo de respirar cuando sintió la calidez de sus cuerpos cerca, la fuerza de su protección envolviéndola.
Pero Esteban no se movió. No retrocedió.
Su sonrisa fue lenta, casi entretenida.
—Interesante... —murmuró con una voz que hizo que su piel se erizara aún más.
Y así terminó la noche, con el destino enredando aún más los hilos de su existencia.
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Fin del capítulo...
Que les pareció?
Continuará 🌸🌸🌸
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Estrategia +18
Short Story--- Ella, una chica demasiado inocente para este mundo miserable, donde la bondad es devorada por la crueldad... Ellos, seres que no pertenecen a este mundo, letales y seductores, dispuestos a hacer lo impensable por protegerla... Ella arrastra un p...