Capítulo 23: La Sombra de Stevan.

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Volviendo al presente

Los pasos de Lilith resonaban en los pasillos del palacio infernal, cada eco envolviendo la atmósfera en un aire de inquietud.

La sensación de vacío que la había invadido después del encuentro con los Millor en la celebración aún la atormentaba. Algo dentro de ella se removía, algo que se negaba a dejarla en paz.

No era el deseo, no era la lujuria... era la sombra de Stevan.

Se detuvo frente a las enormes puertas del salón donde había sido encerrada por él tiempo atrás. La mera visión de aquel lugar la hizo estremecer. Su piel se erizó mientras una oleada de recuerdos la golpeaba con fuerza, como si cada ladrillo de aquel sitio guardara un fragmento de su historia oculta.

El peso de la memoria cayó sobre ella, y entonces lo entendió: la sombra que la acechaba en la oscuridad no eran los Millor. Siempre había sido Stevan.

Su corazón latió con violencia al comprenderlo. Él siempre había estado allí, observándola, vigilándola desde lejos. La sensación de ser mirada, aquella presencia que la inquietaba desde tiempos inmemoriales, nunca había sido de los hermanos Millor.

Ellos llegaron después, ellos la reclamaron después. Pero Stevan... él nunca la dejó.

El descubrimiento la dejó aturdida. Algo en su interior se debatía entre el odio y la añoranza. Quería sacarlo de su cabeza, pero él estaba grabado en su esencia, en cada rincón de su alma inmortal. Su respiración se agitó mientras los recuerdos se encadenaban, formaban una verdad innegable.

Su conexión con Stevan nunca se había roto del todo.

Los Millor pronto notaron el cambio en ella. Sus miradas se volvían cada vez más inquisitivas, sus manos la buscaban con urgencia, como si temieran que algo invisible la arrebatara de su lado.

Y tenían razón en temerlo.

Lilith tomó una decisión. No podía ignorar esto. Tenía que enfrentarlo. Por eso, sin previo aviso, buscó a Stevan.

Cuando lo encontró, él estaba de pie en la penumbra de uno de los jardines ocultos del inframundo, un lugar donde las sombras parecían cobrar vida. Al verla, su expresión cambió.

Lo supo al instante: ella había recordado. Lo había recordado todo.

-Viniste -murmuró él, con una mezcla de ironía y triunfo en la voz.

Lilith alzó el mentón, negándose a ceder terreno.

-No pude evitarlo -admitió con frialdad-. Hay cosas que necesitaba confirmar.

Él sonrió, un gesto que era más de satisfacción que de burla.

-¿Y qué fue lo que confirmaste?

Ella dio un paso más cerca, su mirada llameando con intensidad.

-Que siempre fuiste tú. La sombra que me observaba. La presencia que me hacía sentir que nunca estaba sola... eras tú, Stevan.

El silencio entre ellos se cargó de una tensión casi insoportable. Pero Lilith no había venido solo para eso.

Sus labios se curvaron en una mueca gélida antes de formular la pregunta que le quemaba por dentro.

-¿Dónde está Evangeline?

Al escuchar ese nombre, los ojos de Stevan brillaron con un destello oscuro. El odio, el resentimiento, la rabia contenida en Lilith eran evidentes.

Y él supo que podía usar eso a su favor.

-Con quien siempre debió estar -dijo con desdén, disfrutando del momento-. A mi lado.

Lilith sintió una punzada en el pecho, un ardor que no pudo ocultar. Él lo notó. Su cuerpo se tensó, sus labios se apretaron, pero no permitiría que Stevan viera su debilidad.

-Entonces todo fue una mentira -espetó con veneno-. Todo lo que compartimos, todo lo que vivimos... ¿no significó nada para ti?

Él se acercó más, sus dedos rozando su muñeca con la suavidad de un depredador antes de atacar.

-¿Eso quieres creer? Hazlo, si eso te ayuda a odiarme más. Pero dime, Lilith... ¿realmente crees que podría haber amado a alguien que no fueras tú?

La proximidad entre ellos se volvió insoportable. Stevan no le dio tiempo a reaccionar. Sus labios se apoderaron de los de ella con una desesperación hambrienta, con la violencia de un hombre que se ha contenido por demasiado tiempo.

Lilith intentó resistirse, pero su cuerpo la traicionó.

El calor de su boca, el roce de sus manos deslizándose por su cintura, ascendiendo por su espalda, despertaron en ella algo que había intentado sofocar.

Los dedos de Stevan recorrieron su piel con una devoción peligrosa, marcándola como suya. Bajó por su cuello, dejando besos ardientes en cada centímetro de piel que encontraba.

Lilith jadeó al sentir sus labios rozando la línea de su clavícula, al notar cómo sus manos la sujetaban con la firmeza de alguien que jamás la dejaría ir.

-Dime que me odias -susurró contra su piel, mordiendo su hombro con un placer castigador.

Ella no respondió. No podía. Sus dedos se aferraron a su ropa, entrecerrando los ojos mientras su respiración se volvía errática.

Él aprovechó su debilidad, recorriendo su cintura con lentitud, explorando cada curva con un deseo insaciable.

-Nunca la amé. Evangeline fue solo un capricho de mi frustración, un escape vacío -murmuró entre besos que ardían-. Pero cuando te desterré, supe que no podía seguir con esa mentira. Así que le di algo mejor. Le di su propia historia. Le creé un hombre, alguien que la complementara, alguien que le diera lo que yo nunca podría. Se llaman Ardan y juntos crearon su propio mundo. Su propia familia. Yo... yo nunca pertenecí ahí. Y nunca lo haré.

Lilith sintió que su cuerpo se relajaba sin querer. Una parte de ella odiaba que esas palabras le brindaran paz, pero lo hicieron. No obstante, no podía dejar que Stevan lo supiera.

No podía mostrarle que, en el fondo, algo en ella seguía atada a él.

Su expresión se endureció y, sin más, se apartó de su agarre con un movimiento firme.

-No cambia nada -susurró-. No cambia lo que hiciste.

Él asintió con tristeza, pero en su mirada ardía una promesa.

Lilith se alejó con pasos firmes, sin permitir que sus emociones la delataran. Pero en su interior... algo en ella se había aquietado.

Y aunque se negara a admitirlo, ese vacío que la había atormentado comenzaba a llenarse de nuevo.

Mientras se alejaba, Stevan la observó en silencio. Sabía que la batalla aún no había terminado.

Pero por primera vez en siglos, sintió que tenía una oportunidad de recuperarla.


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A que no se esperaban este giro jajaja

Solo no se confíen, nada es lo que parece...

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