Capítulo 20: Mintiendole al Diablo.

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El castillo estaba envuelto en la penumbra de la noche eterna del inframundo, con sus imponentes torres proyectando sombras alargadas sobre los suelos de mármol negro.

Lilith estaba en el centro del gran salón, rodeada por las criaturas del inframundo que se habían reunido para celebrar su regreso. Su vestido negro, tan vibrante como la sangre fresca, se ceñía a su cuerpo, reflejando su poder absoluto.

Pero entre todas las miradas que la adoraban y temían, había una que ardía con un fuego distinto: Stevan.

Él se mantenía a la distancia, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa, sus ojos oscuros clavados en ella como si con solo mirarla pudiera reclamar lo que alguna vez fue suyo.

Lilith lo sintió antes de verlo. Su esencia era un eco del pasado, un fantasma que se negaba a desaparecer.

—No puede apartar la mirada de ti —murmuró Malzevir, acercándose a su oído con una sonrisa ladeada. Sus dedos acariciaron su cintura con posesión.

—Que mire todo lo que quiera —respondió ella con voz aterciopelada—. No cambiará nada.

Matheus soltó un gruñido bajo, sus ojos dorados oscuros fijos en Stevan.

—Aún cree que tiene derecho sobre ti. No me gusta.

Miloren, siempre el más calculador de los tres, inclinó la cabeza con diversión.

—¿Por qué no dejamos que lo intente? Solo para verlo fracasar.

Lilith sonrió, disfrutando la intensidad con la que los hermanos la rodeaban. No había duda alguna en su corazón. Stevan había sido su primer amor en una vida que ya no le pertenecía.

Lo que sintió por él quedó enterrado en el pasado. Ahora, su presente y su futuro estaban ligados a los hermanos Devil. Ellos la reclamaban, la protegían, la adoraban de una manera que nadie jamás podría igualar.

Stevan, como si hubiera sentido su determinación, finalmente se acercó. La multitud se apartó a su paso, susurros de expectación llenaron el aire.

—Lilith —su voz era un eco de otros tiempos, un intento desesperado por aferrarse a lo que fue.

Ella lo miró con frialdad.

—Stevan.

Él frunció el ceño, visiblemente afectado por su tono distante.

—¿Tan fácil te olvidaste de lo que tuvimos? ¿De lo que fuimos?

Malzevir se movió detrás de Lilith, deslizando una mano por su espalda baja con una calma peligrosa.

—Ella no ha olvidado nada —dijo con voz letal—. Simplemente, ya no le importa.

Stevan lo fulminó con la mirada, pero su atención regresó a Lilith.

—Me amaste —insistió—. Yo fui el primero. Nadie te conoció como yo lo hice.

Lilith inclinó la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa casi cruel.

—Tienes razón, Stevan. Fuiste el primero. Pero no el último. Y, definitivamente, no el mejor.

La risa de Miloren resonó en el salón, oscura y burlona. Stevan apretó los puños, su furia casi palpable.

—No puedes negar lo que sientes. Aún hay algo entre nosotros. Algo que ellos nunca podrán borrar.

Matheus avanzó entonces, su presencia abrumadora. Su voz fue un susurro gélido:

—Lo que existió entre ustedes no es más que cenizas. Y lo sabes. Lilith ya no es tuya.

Stevan se tensó, su orgullo herido evidente en su mirada. Pero Lilith fue quien dio el golpe final.

—No vuelvas a reclamarme, Stevan. Porque yo ya elegí.

Dicho esto, se giró, alejándose de él con una gracia letal. Los hermanos la siguieron, dejando atrás al hombre que alguna vez creyó poseer su corazón.

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Cuando llegaron a la cámara principal del castillo, Lilith sintió la intensidad de sus miradas sobre ella. Sus cuerpos rodeándola, atrapándola en una prisión de deseo y oscuridad.

Malzevir fue el primero en hablar.

—Demuéstranos que eres nuestra, Lilith.

Ella sonrió, girándose lentamente para enfrentarlos.

—Siempre lo fui.

Matheus la tomó de la cintura, atrayéndola contra su pecho. Su aliento cálido rozó su piel cuando murmuró:

—Entonces demuéstralo.

Los labios de Lilith se curvaron en un desafío. Sus manos se deslizaron por el cuello de Matheus antes de jalarlo hacia un beso profundo, reclamando su boca con una pasión feroz.

Sintió cómo sus manos la exploraban, mientras Malzevir y Miloren observaban con ojos llenos de deseo.

Miloren no tardó en unirse, besando la curva de su cuello, su lengua trazando un camino ardiente sobre su piel.

Malzevir, impaciente, deslizó los tirantes de su vestido, dejando que la prenda se deslizara por su cuerpo como un susurro sedoso.

Lilith jadeó, sintiéndose envuelta por ellos, devorada por su deseo insaciable. Se entregó sin reservas, permitiéndoles marcarla, reclamarla en formas que solo ellos podían.

La pasión se intensificó, sus cuerpos fundiéndose en la penumbra de la habitación, entrelazados en un fuego que ardía más allá de la razón.

Ella era suya. Y ellos eran suyos.

Para siempre.

No era así, el recuerdo de su primer hombre la empezaba a tormentar , el poder, el trono ya está en riesgo y solo hay una forma de evitarlo.

Desterrandolo, a su cobarde corazón y consigo a su primer amor.



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Lilith no me define como persona, lo juroooo 😭☝🏻

Lo que me costo escribir esto jajaja

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