Capítulo 12: Sombras Reconocidas.

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El pasillo era un túnel de silencio y tensión. Cada paso de Lilith resonaba con una cadencia medida, como si el suelo bajo sus pies quisiera advertirle que no avanzara más.

Se detuvo frente a la puerta con la placa dorada que anunciaba el título imponente: Dirección General.

Respiró hondo, llevando una mano temblorosa al pomo, pero antes de siquiera rozarlo, una voz profunda y firme atravesó la madera:

—Entra.

El corazón le martilló el pecho.

No habían abierto la puerta. Nadie había salido a recibirla. Pero ellos sabían que estaba allí.

Una corriente helada recorrió su espina dorsal, erizando cada vello de su piel. Tragó en seco y, con esfuerzo, giró el pomo.

Al cruzar el umbral, la presión en el ambiente la envolvió como una niebla espesa.

Dos figuras imponentes la aguardaban en el centro de la habitación, de pie tras un lujoso escritorio de madera oscura.

Sus ojos, oscuros y ardientes, la perforaban.

Los conocía.

Su mente no tardó en conectar los hilos sueltos. Sus sueños, sus encuentros en la penumbra, las sombras que la acechaban con deseo y peligro.

Volvieron.

Están aquí.

La garganta se le secó.

Uno de ellos, el de cabello más largo y sonrisa cínica, ladeó la cabeza mientras la recorría con la mirada.

—Nos estabas buscando.

Lilith titubeó.

No.

Ellos la habían estado buscando a ella.

Se obligó a mantener la compostura.

—Yo… vine por la entrevista.

El otro hombre, de ojos más afilados y postura rígida, sonrió apenas.

—Lo sabemos.

No dijeron más. El silencio era un campo de batalla entre ellos.

Lilith tragó saliva y desvió la vista. No iba a caer en su juego.

Pero entonces, un tercer sonido rompió la quietud.

Una silla deslizándose.

Y detrás de ella, a su espalda, una presencia que no había notado.

Los músculos de Lilith se tensaron cuando sintió el calor de una mirada perforándole la nuca.

Giró con lentitud.

Allí estaba.

El tercero.

Otro hombre de aura oscura e intensidad arrolladora. Apoyado en el respaldo de una silla, observándola con una mezcla de diversión y expectación.

El reconocimiento la golpeó como un rayo.

Eran ellos.

Los tres.

Los demonios de sus sueños.

La cabeza le zumbó con tantas preguntas que no se atrevió a formular.

¿Por qué estaban aquí? ¿Qué querían? ¿Desde cuándo sabían de ella?

Y más importante aún…

¿Por qué sentía que el mundo entero se encogía en su presencia?

—Felicitaciones. —La voz del primero rompió el trance—. El puesto es tuyo.

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