Capítulo 5: Sombras en la Oscuridad.

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Ellos

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E

l sentimiento de ser observada me había acompañado desde hacía meses. No era miedo, no exactamente. Era una sensación punzante, como un roce en la piel que nunca llegaba a tocarme del todo.

Desde que Jony y yo terminamos, me había acostumbrado a una especie de soledad ruidosa. No me afectaba su ausencia, al menos no de la forma en la que alguien esperaría. Lo que sí me inquietaba era esa presencia invisible que sentía a mi alrededor, ese susurro silencioso que nunca desaparecía del todo.

No le tenía miedo a lo sobrenatural. Desde niña, había escuchado una voz dentro de mí, susurrándome, instándome a hacer cosas que a veces me costaba ignorar. No era maldad lo que me ofrecía, sino una promesa de poder, una lógica que el mundo parecía no querer aceptar.

El diablo no es el villano de la historia.

Al menos, no como lo pintaban.

Las creencias de la humanidad estaban tejidas con engaños, y yo siempre había sentido que la verdad se escondía detrás de lo que se nos obligaba a temer. Pero ahora, en este cuarto diminuto, donde la tenue luz de la lámpara apenas disipaba la oscuridad, la certeza de que no estaba sola era más fuerte que nunca.

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El pequeño espacio que rentaba desde hacía tres días era solo eso: un espacio. Una cama angosta, una estufa mediana y una nevera lo suficientemente grande para lo necesario. Nada lujoso, pero suficiente para sobrevivir.

El problema era el baño compartido. Odiaba esperar mi turno, odiaba la incomodidad de estar rodeada de desconocidos. Pero tenía cosas peores en mi vida, y había aprendido a conformarme con lo que había.

Después de una ducha rápida, me tumbé en la cama con mi teléfono, vistiendo solo mis bragas de encaje negro. El aire fresco contra mi piel húmeda era placentero, relajante. Mis dedos deslizaban la pantalla mientras leía una historia en una plataforma digital, algo sobre hombres lobo y destinos entrelazados. No era mi tipo de lectura, pero me mantenía distraída.

Mi cuerpo se balanceaba ligeramente de un lado a otro, un hábito inconsciente mientras leía. No era algo en lo que pensara demasiado, pero el movimiento era lento, casi hipnótico.

La noche estaba silenciosa. Demasiado.

Me detuve un momento, parpadeando.

¿Por qué tenía la piel erizada?

El aire de la habitación era tibio, pero un escalofrío recorrió mi espalda como si una brisa helada hubiera pasado por encima de mi piel desnuda.

Mi respiración se hizo más lenta.

Esa sensación otra vez.

Esa certeza de que no estaba sola.

Intenté ignorarla, enfocándome de nuevo en la pantalla de mi teléfono, pero los latidos de mi corazón retumbaban con más fuerza en mis oídos.

Fue entonces cuando lo escuché.

—Nena…

Un susurro grave, masculino, impregnado de un deseo oscuro.

Mi cuerpo se tensó de inmediato.

Me enderecé de golpe en la cama, con la respiración contenida.

Lo escuché.

No fue mi imaginación. No fue un sonido lejano ni un truco de mi mente.

Era real.

Había alguien aquí.

Giré la cabeza lentamente, escaneando la habitación con los ojos entrecerrados. Pero no había nada fuera de lo normal.

Nada.

¿Me volví loca?

No… no lo estaba.

El peso invisible de una presencia me rodeaba, se sentía como una brisa densa, cálida, casi sofocante.

Y lo peor era que… no sentía miedo.

Mis piernas temblaron levemente bajo las sábanas. Sentí un cosquilleo recorrer mi vientre y bajar por mis muslos.

No. Esto no es normal.

Apreté las piernas.

La sensación era demasiado extraña, demasiado intensa. Como si algo me estuviera… afectando de una manera que no podía explicar.

Exhalé lentamente, mis labios entreabiertos.

—Deja de esconderte, joder. Sal.

Mi voz salió con firmeza, pero mi piel ardía.

Siempre había sentido que alguien me observaba, pero nunca había obtenido respuesta. Siempre que desafiaba esa presencia invisible, lo único que recibía era silencio.

Hasta ahora.

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Dostin

Nos encontrábamos los tres sentados en el pequeño sofá de nuestra chica. Silenciosos, contenidos, observándola.

Ella no podía vernos todavía. No en nuestra forma actual.

Pero nosotros sí la veíamos.

Y joder…

Su piel desnuda bajo la tenue luz, la forma en la que su cuerpo se movía con suavidad sobre la cama, el simple hecho de verla perdida en su propio mundo, sin saber que estaba siendo observada… era demasiado.

Intentábamos controlarnos, pero la necesidad era insoportable.

El aroma de su piel cálida llenaba el aire.

Ese leve temblor en sus muslos cuando escuchó la voz de Darek nos dejó sin aliento.

¿Se estremeció de miedo… o de deseo?

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Draken

Mi mandíbula se tensó al verla moverse de esa forma, inocente, inconsciente del efecto que tenía en nosotros.

Mis dedos se deslizaron lentamente por mi entrepierna, ajustando la dureza dolorosa que crecía entre mis piernas. Miré a mis hermanos y vi que hacían lo mismo.

Joder… sus tetas, esas pequeñas y firmes montañas con pezones oscuros que se erguían con la brisa nocturna… Su trasero redondeado, apenas cubierto por la fina tela de sus bragas, me llamaba como una maldita tentación prohibida.

Quería dejarle marcas. Quería oírla gemir.

Mi respiración era pesada, densa.

Mi mano se apretó con más fuerza, tratando de contenerme.

Pero era imposible.

Y entonces, Darek abrió la boca.

—Nena…

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Darek

Lo dije sin pensarlo.

Lo solté en un gruñido gutural mientras el placer me consumía. Y mis hermanos también lo sintieron.

Pero lo peor fue que ella me escuchó.

Sus ojos recorrieron la habitación y, por primera vez, nos retó.

—Deja de esconderte, joder. Sal.

Su voz tenía un filo peligroso, una mezcla de irritación y algo más. Algo que nos hizo endurecernos aún más.

Nos miramos entre nosotros, sin palabras.

Ya no había vuelta atrás.

Nuestra mujer nos conocería hoy.

Sin duda alguna.




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La historia continua....

Editado 🌸

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