Capítulo 24: Entre la Frustración y el Deseo.

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Lilith regresó al castillo con pasos firmes y llenos de rabia. Cada pisada resonaba en los pasillos oscuros, impregnados de una energía densa que se arremolinaba a su alrededor.

Stevan la había provocado, la había llevado al límite, y ahora esa frustración ardía en su pecho como fuego. Los hermanos Millor la acechaban desde las sombras, conscientes de la tormenta que se desataba en su interior. Sabían lo que había ocurrido, podían sentirlo, y aun así no se atrevieron a refutar nada.

La miraron, sintiendo su ira, su poder vibrando en el aire. En un arrebato, Lilith los desapareció de su vista con un solo pensamiento, demostrandoles que, por más que la desearan, ella era dueña de su destino.

La reunión de los hermanos.

En una sala apartada, los hermanos Millor se reunieron. El ambiente estaba cargado de tensión mientras se miraban unos a otros, la decisión pendiendo sobre ellos como una guillotina.

—No podemos perderla —gruñó Malzevir, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Nunca fue solo por su poder —replicó Miloren, con una sombra de deseo brillando en su mirada oscura—. Pero es innegable lo que significa en el Inframundo.

Matheus pasó una mano por su barba incipiente, con el ceño fruncido.

—Stevan la está atormentando. Si logramos separarlos, la tendremos por completo.

—No será fácil —musitó Malzevir—. Stevan es tan fuerte como ella. Si intentamos eliminarlo sin una estrategia, podríamos perderlo todo.

Miloren esbozó una sonrisa siniestra.

—Entonces juguemos con la misma intensidad. Si la queremos de vuelta, debemos recordarle por qué nos pertenecía en primer lugar.

La decisión estaba tomada. Harían lo imposible por recuperarla.

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Mientras tanto, Lilith entró a su habitación con furia contenida. Se arrancó la ropa con frustración y se metió bajo el agua caliente de la ducha. Pero no había escape.

En su mente, las imágenes de Stevan volaban con descaro, trayendo de vuelta las sensaciones, el calor de su boca sobre la suya, la intensidad de sus caricias. Se frotó los brazos con desesperación, intentando borrar el recuerdo, pero era imposible.

Terminó en el jacuzzi, el vapor envolviéndola en una sensación sofocante.

Cerró los ojos y, de nuevo, lo vio: Stevan, mirándola desde la distancia, con esa sonrisa arrogante.

—¡Maldición! —murmuró, golpeando el agua.

Sabía lo que hacía. Sabía que quería atormentarla, y lo estaba logrando.

Cuando salió del agua, se puso una bata de seda negra con estrellas bordadas en hilo plateado y llamó a los hermanos Millor a su habitación.

Cuando ellos llegaron, se encontraron con una mujer que ardía en deseos reprimidos, una llama viva que necesitaba ser saciada. No había más espera.

El encuentro fue un torbellino de pasiones prohibidas. Lilith se entregó a ellos con la misma intensidad que ellos a ella. Malzevir fue el primero en devorar su boca con un beso fiero, reclamándola como suya.

Sus manos recorrieron su cuerpo con desesperación, mientras Miloren descendía por su cuello con besos ardientes. Matheus, con su mirada oscura y posesiva, la tomó por la cintura y la atrajo hacia él, haciendo que su piel ardiera con cada caricia.

Las sábanas se enredaron entre los cuerpos, los jadeos se mezclaron con susurros de deseo.

Lilith se arqueó, sintiendo el roce de sus labios, sus manos, sus cuerpos. Hubo mordidas, caricias y suspiros entrecortados. El placer la consumió hasta llevarla al límite, pero justo cuando el éxtasis la alcanzaba, algo la detuvo.

Su pecho subía y bajaba con rapidez. Algo la llamaba. Algo la perturbaba.

Se levantó de la cama sin más, se ajustó la bata y salió de la habitación con pasos decididos. Bajó las escaleras y caminó hasta el exterior del castillo.

La noche era espesa, pero a lo lejos, cerca del lago, pudo verlo.

Stevan estaba allí.

Su silueta se recortaba contra la luna, observándola como si hubiera estado esperándola todo el tiempo. Su corazón latía con fuerza.

Una parte de ella quería correr hacia él, enfrentar su propia confusión, pero también sentía la advertencia latiendo en su sangre. No era seguro. Él no era seguro.

Antes de que pudiera dar un paso más, Matheus apareció tras ella.

—No deberías estar aquí —susurró con voz grave.

Lilith sintió su presencia cálida y firme detrás de ella. No fue brusco, no intentó someterla, pero su mera cercanía la hizo tambalear. Matheus no la obligó a moverse, solo esperó.

Y fue Lilith quien, tras un largo momento, dio un paso atrás, alejándose del lago, alejándose de Stevan.

Matheus la tomó suavemente de la mano, su toque firme pero reconfortante.

—Ven. No dejes que él gane.

Lilith respiró hondo. Todavía podía sentir la mirada de Stevan ardiendo sobre su piel, pero sin decir una palabra, permitió que Matheus la guiara de regreso al castillo.

Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que aquello estaba lejos de terminar.



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Stevan, Stevan ven a mí...

Pero como no soy Lilith no vendrá 😭☝🏻

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