Capítulo 3: Entre Sombras y Engaños.

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Cruel realidad

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El edificio tenía un aire de abandono, como si el tiempo se hubiera detenido entre esas paredes. Diana sintió un escalofrío recorriéndole la espalda al notar la recepción vacía. Algo dentro de ella le decía que debía marcharse, pero su corazón se aferraba a la idea de verlo.

Jony tenía que estar sufriendo por la pelea. Tenía que estar extrañándola.

Cada paso que daba la acercaba más a esa certeza... y a la peor de las decepciones.

Subió las escaleras con cautela, evitando los cristales rotos en el suelo, el hedor a alcohol impregnando el aire.

Y entonces lo escuchó.

—Ahh… sí, así…

El gemido la congeló en el sitio.

No. No podía ser.

Su pecho se contrajo con violencia, como si el oxígeno hubiera sido arrancado de su cuerpo de golpe.

Sus pies la llevaron hasta la puerta entreabierta. Su mente le rogaba que diera la vuelta, que huyera antes de ver lo que nunca podría olvidar.

Pero su corazón… su corazón era un necio.

Y entonces, lo vio.

Jony, desnudo, con su cuerpo entrelazado con el de otra mujer. Sus movimientos eran rudos, desesperados. No había amor, solo deseo.

Y ella lo disfrutaba.

—Sí, Jony, sí…

El mundo se le vino abajo.

El pequeño estuche con el collar resbaló de sus manos, cayendo al suelo con un sonido hueco, insignificante en comparación con la tormenta que rugía dentro de ella.

Claudia, la recepcionista, levantó la mirada. Su rostro se descompuso al verla, su placer transformado en horror.

Empujó a Jony con violencia, haciéndolo caer de espaldas.

Dayana no podía moverse. No podía respirar.

—¡Maldita sea! —Jony gruñó, sentándose de golpe en la cama. Sus ojos, esos ojos que alguna vez la habían hecho sentir amada, ahora la miraban con sorpresa… y algo más.

Molestia.

Como si ella fuera la intrusa.

—Diana… —comenzó a decir, pero su voz sonaba distante, como un eco en el vacío.

Ella no lo escuchaba.

Su mente repetía las mismas preguntas una y otra vez.

¿Por qué?

¿Por qué, si ella lo había dado todo?

¿Por qué, si había soportado sus golpes, sus insultos, sus ausencias?

¿Por qué, si nunca dejó de amarlo, aunque él la destrozaba poco a poco?

Sus labios se separaron. Apenas pudo articular palabra.

—¿Por qué?

Su voz tembló, pero no era de miedo. Era de una rabia contenida que amenazaba con consumirla entera.

Jony se puso de pie, aún desnudo, sin vergüenza alguna.

—No es lo que crees, cielo…

Cielo.

Ese maldito apodo.

Ese que le hacía creer que era especial, única para él.

Ese que ahora se sentía como un puñal en el pecho.

Sus lágrimas brotaron antes de que pudiera detenerlas.

Jony dio un paso hacia ella, pero esta vez, Dayana retrocedió.

—Antes de que digas otra mentira… —murmuró, con la voz ahogada por el dolor—. Esto… —hizo un gesto con la mano entre ellos—. Se acabó.

Dejó caer la cajita con el collar sobre la cama, junto con todo lo que había sido su amor.

Se giró y salió corriendo, con Jony detrás de ella, llamándola a gritos.

Pero ya no importaba.

Él había sido su mundo.

Y ahora, ese mundo estaba en ruinas.



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Pobrecita, pero por algo pasan las cosas...

Editado 🌸

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