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Madre mía

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Madre mía.

Me quedé completamente paralizada un segundo mientras miraba el mensaje.

¿Estaba fuera? No, no podía querer decir que estaba fuera de verdad…

Sonó el timbre retumbando en el piso de abajo, y me giré bruscamente. Mis pulmones parecieron hincharse de repente.

¡Madre mía!

Me quedé en blanco, salí de la habitación a toda prisa, recorrí el pasillo y bajé volando las escaleras, descalza. Crucé el recibidor casi corriendo y me paré cuando estaba a punto de abrir la puerta.

No era tan tonta.

Poniéndome de puntillas, miré por la mirilla y me mordí el labio. Solo vi la parte de atrás de su cabeza y el ancho de sus hombros.

Era Jungkook. Estaba allí de verdad.

Con el teléfono todavía en la mano y sin tener ni idea de cómo había pasado aquello, tragué saliva, descorrí el cerrojo y abrí la puerta.

Jungkook se volvió y mis ojos quedaron a la altura de su pecho.

—Empezaba a pensar que no ibas a abrirme.

Levanté la vista y dejé escapar un sonido ahogado. Alargué la mano, le agarré del brazo y tiré de él para que entrara. Agarró la puerta con la otra mano y la cerró a su espalda.

—Tu cara… —Apreté con más fuerza su brazo—. ¿Qué ha pasado?

Frunció el ceño al levantar la mano para tocarse la piel alrededor de la brecha de unos dos centímetros de largo que tenía en la ceja izquierda. La sangre se había resecado en los bordes y un hematoma morado empezaba a extenderse alrededor de la herida.

—¿Esto? No es nada.

Le miré fijamente.

—Pues… no lo parece.

—No tiene importancia. —Echó un vistazo al recibidor y apartó mi mano de su brazo, pero en lugar de soltarla entrelazó sus dedos con los míos—. Creía que ibas a preguntarme cómo he descubierto cuál era tu casa. Estoy muy impresionado con mi propia astucia.

Sí, también tenía curiosidad por saber eso, pero me importaba más saber por qué iba a tener una cicatriz en la ceja izquierda, a juego con la que ya tenía en la derecha.

—Jungkook, tu frente…

Me miró apretándome la mano y sonriendo.

—Me dijiste que vivías en Prim, así que he cogido el metro hasta Century y he venido andando el resto del camino. No ha sido muy difícil deducir cuál era tu casa. —Acarició con la yema de los dedos de la otra mano las margaritas falsas del jarrón que había en la mesita del recibidor—. Solo he tenido que buscar tu coche. Por suerte estaba en la entrada. Así que quizá no sea tan astuto.

Dear Silence ▹ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora