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Las ruedas derraparon levantando la gravilla suelta

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Las ruedas derraparon levantando la gravilla suelta. Las piedrecitas que saltaron al aire me acribillaron las mejillas. Sentí que me escocían las manos arañadas por el asfalto, pero apenas me percaté del dolor. Empecé a levantar la cabeza.

—¿Jungkook? —susurré.

—Estoy aquí.

Sentí levantarse el peso que me oprimía y Jungkook dijo algo más, pero la sangre que me palpitaba en los oídos no me permitió oírle con claridad.

—¿Estás bien?

—Sí.

La adrenalina circulaba por mis venas a toda velocidad, haciendo a un lado el asombro. Miré hacia el otro lado del aparcamiento y vi a una persona tendida de lado.

—Dios mío…

Jungkook se levantó bruscamente.

—¡No! ¡No!

Echó a correr por el aparcamiento. Yo me quedé paralizada. Apenas podía creer lo que estaba viendo. No podía creerlo. El corazón se me paró un momento. Mi estómago se retorció dolorosamente. Dios mío, aquello no podía estar pasando. No estaba pasando. Esas cosas no pasaban a plena luz del día. No pasaban delante de mí. No le pasaban a nadie que yo conociera. No…

Pero pensar eso era una estupidez, porque esas cosas sí pasaban.

Aquel era Liam.

El que estaba tumbado de lado.

El que estaba tumbado de lado, con un charco de líquido oscuro bajo su cuerpo.

—Mierda, mierda, mierda. —Jungkook se puso de rodillas a su lado—. ¡Joder! ¿Liam? No, maldita sea. ¡No! —Se le quebró la voz; volvió a gritar y aquella negación salió de sus labios desgarradoramente, perforando todo aquel ruido—. ¡No!

Con los brazos temblorosos, me puse de rodillas y me levanté. Avancé tambaleándome. Movía la boca pero de ella no salía ningún sonido.

Jungkook me miró con los ojos despavoridos. Levantó las manos. Las tenía cubiertas de aquella sustancia oscura. Me aparté bruscamente, tapándome la boca con la mano. El horror me golpeó con la fuerza de un tren de mercancías. Se me pasaron mil cosas por la cabeza mientras miraba a mi alrededor. Empezaba a congregarse gente, los vecinos salían de sus casas. Alguien lloraba. Se oían gritos rasgando el aire frío. Todo daba vueltas a nuestro alrededor vertiginosamente y, sin embargo, permanecía inmóvil.

Tenía que pedir socorro. Necesitábamos ayuda. Yo sabía qué hacer. Cogí mi teléfono mientras oía el chillido de unas sirenas. Ya llegaban. Me giré bruscamente y vi que Liam estaba tendido boca arriba. Sabía que no se había movido él porque veía sus ojos. Y había visto unos ojos como aquellos en otra ocasión.

Miraban fijamente hacia la nada, ciegos y sin brillo.

Dios mío. Dios mío.

Jungkook tocaba el cuello de Liam y sacudía la cabeza. Empecé a verlos borrosos a los dos. Rodeé las piernas inmóviles de Liam con paso entrecortado. Me puse de rodillas, caí de rodillas junto a Jungkook. Puse una mano temblorosa sobre su brazo. Se sobresaltó y clavó sus ojos en los míos.

Dear Silence ▹ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora