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La sensación de haber conseguido un gran logro me acompañó todo el día, como una lucecita que me iluminó durante la comida y las clases de la tarde

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La sensación de haber conseguido un gran logro me acompañó todo el día, como una lucecita que me iluminó durante la comida y las clases de la tarde. Volví a sentarme con Keilah y, aunque no hablé, a nadie pareció molestarle que no abriera la boca.

Haberme enfrentado a Leanne era una gran hazaña. Tan grande como subir el monte Everest sin morir en el intento. Liam había intervenido dos veces, pero esta vez yo también me había defendido. Quizá no fuera gran cosa, pero le había plantado cara yo sola.

Solo cuando iba a salir de mi penúltima clase empezó a encogérseme el estómago otra vez. La siguiente clase era expresión oral. Mi pequeña victoria de esa mañana me parecía de pronto muy lejana. No solo iba a tener que aparecer en clase, sino que tendría que ver a Leanne.

Recogí mis libros, los metí en la bolsa y me levanté. Si esa mañana había tenido la sensación de avanzar entre cemento húmedo, ahora me parecía estar vadeando arenas movedizas mezcladas con cemento.

Pero cuando miré al otro lado del pasillo, el corazón me dio un brinco. Un error, y de los gordos, pero no pude remediarlo.

Jungkook estaba esperando frente al aula, apoyado contra las taquillas, con las manos metidas en los pantalones de los vaqueros viejos y deshilachados.

Noté un extraño nudo en la garganta y un vuelco en el estómago, muy distinto al que había sentido un rato antes. Una oleada de calor se extendió por mis venas cuando levantó las pestañas y sus ojos castaños y dorados chocaron con los míos.

Estaba... Dios mío, qué bueno estaba.

Yo no sabía que un adolescente pudiera estar así de bueno. Como uno de esos de la tele que interpretaban actores de veinticinco años.

Tenía el pelo castaño oscuro revuelto, como si se hubiera levantado, se lo hubiera lavado y lo hubiera dejado secar sin peinarse. La luz amarilla de la tarde se reflejaba en su melena y en sus pómulos altos. Tenía los labios carnosos ligeramente ladeados en una sonrisa que no dejaba ver su hoyuelo. La camiseta azul se le tensaba sobre los anchos hombros, y su emblema estaba tan descolorido que no distinguí qué era.

Al enderezarse, levantó una mano y se apartó el pelo de la frente. El corte de la ceja se había difuminado y apenas se notaba. Aquello me puso contenta. Me acerqué a él tratando de borrar de mis labios una sonrisa bobalicona.

-Hola, Ratón -dijo, en un tono muy distinto al que había empleado Leanne: un tono tierno, profundo e infinito-. ¿Cuál es el plan?

Me di cuenta entonces, mientras avanzaba entre el torrente de alumnos, de que estaba esperándome en el pasillo porque sabía lo que me tocaba a continuación. Quería saber cuál era el plan, si iba a entrar en clase o iba a hacer novillos.

Comprendí instintivamente que me apoyaría hiciera lo que hiciese.

Me derretí por dentro y me dije que cualquiera se sentiría igual, pero de todos modos sentí una punzada de mala conciencia. No debía derretirme por Jungkook. Era territorio vedado.

Dear Silence ▹ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora